Tienes que estar de coña.

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#Mía

Desde que la semana pasada Marcos se sinceró conmigo, todo es más fácil entre nosotros. El sábado fuimos al cine, aunque no me dejó atender ni cinco minutos a la película. Me río sola mientras me maquillo y vuelvo a mirar el conjunto de ropa que me ha dejado Lili sobre la cama.

-Vas a estar divina amiga. Ni muy insinuante ni muy recatada. Tampoco vamos a vestirte como una monja, está claro que no lo eres. -Y ambas nos reíamos de sus ocurrencias porque en cierto modo era cierto, yo no era ninguna santa y tampoco pretendía serlo esta noche.

- ¿Mía? ¿Nena estás ya? - Es la voz de Marcos, miro el reloj. Mierda, hace diez minutos que debería haber salido. ¿En qué momento se me ha pasado el tiempo?

- ¡Sí, ya voy! - Me miro al espejo por última vez. Gracias a Dios que Emma a insistido en que cogiera la chaqueta, ya empieza hacer frío en pleno octubre y aunque mis altos pantalones de canalé me cubran, el jersey que llevo es fino, muy fino y ceñido.

- ¿Mía? ¿Estás de coña nena? Si no me abres voy a tener que tirar la puerta. - Me río, es un impaciente. - Ya sabes, no puedo dejar que corras peligro cielo ¿Qué clase de novio sería entonces? - Yo niego con la cabeza, divertida por las cosas que me dice. Abro la puerta y lo veo allí parado, de pie ante mí y con su característica mirada de intensidad. Siento como mi cuerpo se tensa solo con verle, la atracción entre nosotros es tan fuerte que se puede palpar en el ambiente.

- Ya estoy, superhéroe. - Me río y le doy un pico creyendo que eso es suficiente.

-Eh, eh, eh- me coge del brazo y me gira. Yo lo miro extrañada- Así que me tienes un rato esperando, me haces hablarte con una puerta de por medio, sales con esos pantalones que hacen que tú culo se vea más apetecible que nunca, y lo único que recibo es... ¿un beso? Claro que no, ven aquí. -Marcos me coge la cara con sus dos manos y me besa, sus labios aprietan los míos. Es un beso posesivo. A pesar de que no hay nadie a nuestro alrededor, parece que él tiene la misma necesidad de mí que yo de él.

-Deberíamos irnos, vamos a llegar tarde. - Él asiente, ambos sabemos que, si no le freno, él no se va a frenar por sí mismo.

Cuando nos montamos en el coche empiezo a darle vueltas a mi cabeza. Conocí a Marcos a finales de agosto, estamos en mitad de octubre y yo no sé si me siento segura para conocer a su familia tan pronto. Este es un paso muy grande para mí... como si me pudiera leerme la mente gira su cabeza hacía mí.

- ¿Qué te pasa? - ¿Cómo sabe que me pasa algo?

- ¿Cómo sabes que me pasa algo?

-Nena, estamos en un coche y ni siquiera me miras. Sé lo mucho que te gusta el sexo en los automóviles. - Yo me ruborizo.

- ¡Eso no es cierto! - Marcos estalla en carcajadas y yo me indigno. Me encanta cuando estamos así, bromeando entre nosotros.

- Claro que es verdad, te encanta hacerlo en cualquiera de mis coches.

- ¡Marcos! - le doy hoy golpe en el hombro.

- Tranquila nena, no es que me queje. - se ríe y yo me cruzo de brazos. Quizá sí que me guste tener sexo en el coche, pero no por el coche sino porque él se ve tan sexy conduciendo. Tan serio y concentrado.

-Para ya Marcos, no me vas a poner de ninfomaníaca cuando tú eres mucho peor que yo. - Eleva una ceja y aparta la mirada de la carretera para echarme un vistazo.

- Oh vamos, es culpa tuya. ¿Has visto el culo que te hace los pantalones que llevas hoy? - yo me río. Estoy mucho más relajada. - ¿Me vas a contar ya que es lo que se te pasa por esa cabecita loca que tienes?

-Tengo miedo de no caerle bien a tu familia. Ni siquiera sé nada de ellos. - Marcos se pone serio. No está enfadado, pero está serio. Si pudiese volver el tiempo atrás retrocedería al fin de semana pasado, cuando nos encontramos con su padre en la primera cena que tuvimos como novios. Yo me había puesto un vestido rojo con la intención de volverle loco, lo cual conseguí. Una pena que su padre se acercase a nuestra mesa en el momento más oportuno, si hubiese podido mirar a través de esta se habría encontrado con mi pierna sobre el pantalón de su hijo.

- Claro que les vas a caer bien. ¿A quién no le caes bien? - Él pone su mano sobre mi rodilla y yo pongo la mía encima también.

- Ese hombre no hace esto por conocerme a mí, Marcos. Lo hace para estar más cerca de su hijo, para estar contigo.

-Si esa es su intención, Mía... conmigo lo perdió todo hace mucho tiempo.

- ¿Qué pasó? - realmente quería saber lo que me escondía, porque nunca me hablaba de su familia. Solo sé que tiene un hermano mayor que él y dos más pequeños. No entiendo cuál podría ser la razón para que no soporte a su padre.

- No quiero hablar de esto ahora mismo ¿vale? - levanta nuestras manos de mis rodillas y besa los nudillos de la mía.

-Algún día tendrás que hacerlo. - Él asiente y yo suspiro. Ahí está de nuevo. Él ocultando sus sentimientos, rezó por que llegue el día en el que deje de tener tantos secretos para mí.

-Pero no va a ser hoy. - Resignada miro el reloj, todavía nos queda una hora hasta llegar a casa de sus padres. - No quiero que estés mal, y mucho menos por mi culpa nena.

-No estoy mal, si no me quieres contar está bien. Supongo que cuando estés preparado lo harás. - Me suelta la mano para cambiar de marcha, aunque siento que lo hace por mucho más que eso.

- Si no hubieras aceptado su invitación, nos habríamos ahorrado todo esto. - ¿Qué? Tiene que estar de coña.

-Marcos, es tu padre. ¿Cómo iba a decirle que no? - él frunce el ceño como si le hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo.

-A mí me importa una mierda mi padre Mía. Si estoy de camino a esa casa es por no dejarte a ti en mal lugar al haber dicho que sí íbamos.

- ¿Estás intentando hacerme sentir mal? - No daba crédito a lo que estaba escuchando.

-No cielo, solo intento darte a entender que te has equivocado.

-Eres increíble.

ERES MÍA, PRECIOSA. (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora