Retorno

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Bakugou sentía el frío de la puerta atravesar la camiseta de tirantes negros que se había puesto nada más que Kirishima se fue de su dormitorio. Un frío extraño, como una garra de crudeza impenetrable, parecía recorrerle la espina dorsal, aportando pequeñas dosis de un frío paralizante a todas las células de su cuerpo. Temblaba. Bakogou estaba sentado en el suelo de imitación madera de su dormitorio de la U.A, con la espalda apoyada contra la puerta y el rostro recogido entre las piernas doblada. Sentía dolor. Muchísimo dolor en el pecho, en las sienes, en los ojos hinchados por el llanto, en sus nudillos golpeados contra el suelo en un ataque de rabia. Y frío. Sentía esa horrible sensación gélida que tan bien conocía y que le repugnaba tanto, porque cuando esta hacía acto de presencia, Bakugou sabía que era un síntoma de que algo dentro de él se había roto de nuevo, un fragmento más de su calor interno se evaporaba como humo. Pensó en lo ridículo que era sentir tanto frío por dentro y tener un Don relacionado con el fuego.

«Puedo hacer que las cosas ardan, pero soy incapaz de generar, dentro de mi propio cuerpo, algo de ese calor para paliar el frío que siento por dentro. ¿No es eso estúpido?»

Un hilillo de sangre le recorría el puño derecho que mantenía cerrado en un reflejo habitual, y con el que se cubría la cabeza gacha. Quería protegerse de todo y de todos. Ser el más fuerte, superar a All Might y todo para que ese frío desapareciese, para no tener que preocuparse más por el dolor, para ser...

«Para ser lo que mi madre me pidió que fuese cuando era un niño».

Había rabia en sus palabras, un profundo sentimiento de pérdida y frustración, un impulso primario que le obligaba a odiar a todo el mundo, a todos aquellos que dictaban cómo tenía que ser entendido el amor, cómo se tenía que vivir en la sociedad, cómo se debía amar.

Al principio, Bakugou pensó que con el tiempo, el sentimiento que había generado de niño hacia Deku desaparecería, pero, sin embargo, ese molesto hormigueo seguía ahí, aunque ahora se mezclaba con otra serie de emociones incalificables para el chico, una especie de burbuja que giraba dentro de él y que le llevaba desde el más profundo deseo al más desgarrador dolor. Y al odio. Sobre todo al odio. 

Bakugou se apretó con más fuerza la cabeza, contrayendo los nudillos maltratados, haciendo que la sangre le recorriese las manos heridas como si fuesen lenguas rojas lamiendo su piel en un juego excitante y macabro, un reguero de mariquitas en un baile de funambulistas contra sus puños cerrados, un beso de unos labios con carmín. Un grito silencioso pareció salir de su garganta y morir en ella. No podía gritar o alguien acudiría a ver qué le pasaba, y no podía permitirse el lujo de que le viesen en ese estado.

El pecho le dolía, le dolía mucho. Sentía que con cada sístole el corazón se le contraía cada vez, como queriendo desaparecer en su caja torácica, incapaz de bombear la sangre a las arterias. Más lágrimas.

« ¿Cuándo va a parar este dolor?»

Bakuguo sabía que no podría reprimirse por más tiempo. Había amado a Deku, y ahora amaba a Kirishima. Intentó pensar en alguna chica de clase. ¿Había alguna bonita?, pero fue incapaz de recordar el nombre de ninguna. Sus caras se le aparecían como en una bruma y sus cuerpos no se definían bien en la mente del chico, como si sus formas no estuviesen bien proporcionadas y se balanceasen en una indeterminación de la materia.

«Ahora tendré también que alejarme de Kirishima» pensó Bakogou con los puños apretados y la boca contraída en un rictus de dolor y rabia.

« ¿Pero de verdad quiero quedarme completamente solo para siempre?». 

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora