Requiem

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Hay tardes en las que la densidad de la materia parece casi corpórea, un suave deslizarse hacia el vacío en una danza extraña, inmaterial, que anima, al espíritu envejecido, al reposo.

Hay cierta luz, en agunas tardes, que cansa los párpados, anuda el alma e invita a la reflexión en las horas muertas del ocaso. Una cierta dejadez hendida en la niebla que reclama un futuro olvidado, una pregunta que vibra en los oídos jóvenes: *¿Aurora de otro mundo es nuestro ocaso?/ Sueña, alma mía, en tu sendero oscuro: / « ¡Morir...dormir... soñar acaso!».

Un vaivén rítmico de sensaciones que despiertan el amor, los miedos, el ansia de sentirse vivo en unos segundos escasos que van a morir, junto con el tiempo del atardecer, en un horizonte de sangre que se detiene, como un corazón joven y ardiente, en una noche de tinieblas.

En aquellos momentos de duermevela y pensamiento, Bakugou y Kirishima estaban en la habitación de este primero, quien había transformado el baño de su cuarto en una improvisada habitación oscura para el revelado de las fotos de la tarde anterior. Ninguno de los dos se sentía material, corpóreo, sino que había una extraña ligereza en sus cuerpos, un poso liviano y flotante que, como un velo retirado, les aportaba una emoción muy próxima al ensueño.

Kirishima estaba fascinado por los conocimientos de fotografía del chico rubio, que se movía en aquel minúsculo espacio con una soltura increíble, apilando productos en la encimera del lavabo, retirando envases de plástico y descartando botes de diferentes colores con letreros hechos a mano. Kirishima nunca hubiese pensado que Bakugou supiese cómo revelar fotos de cámaras analógicas, práctica en desuso desde hacía muchísimos años. Parecía que ese carácter reflexivo y estético que poseía el joven de cabello rubio no cuajaba con su forma brusca y agresiva de ser, pero a Kirishima le empezaban a encandilar todas las facetas ocultas que su amigo le estaba mostrando.

El revelado de fotografías de forma manual es un complicado proceso que requiere mucho tiempo y buena mano, porque un paso en falso puede destrozar por completo todos los negativos de la cámara sin posibilidad de recuperarlos, y eso o sabía muy bien Bakugou, quien había trabajado revelando fotos de manera manual con su padre desde que era un crío, y este tenía aún la tienda de antigüedades en el centro de la ciudad.

Sobre la encimera del lavabo, Bakugou había colocado un tanque de revelado, tres botes diferentes de colores con unas etiquetas desleídas, unas tijeras, un termómetro, un recipiente de plástico con agua del grifo, y una serie de embudos de diferentes tamaños que iban a ser utilizados de forma separada según el líquido que iban a colar. En su mano derecha, Bakugou sostenía, con fuerza, un cronómetro que parecía también muy antiguo, desgastado por los bordes y mellado.

-Kirishima, quiero que me escuches bien. Cuando te diga que apagues la luz, la apagas, ¿me has oído? Como entre solo un jodido rayo de luz, nos jode todas las fotografías. Ahora, apaga la luz y tapona las rendijas de la puerta con esta toalla-Bakugou le alargó al chico pelirrojo una toalla áspera de color azul claro, que Kirishima utilizó, al instante, para bloquear la entrada de la luz en la estancia pequeña, sumiendo, a los dos muchachos, en una completa oscuridad donde las tinieblas se adueñaron del baño del chico rubio, proyectándose en todas las direcciones. En la completa oscuridad solo se oía la respiración de los dos chicos: Bakugou concentrado en el proceso de revelado, y Kirishima excitado ante este y la proximidad de su cuerpo junto al de Bakugou, que hacía que un millón de mariposas borrachas bailasen en su estómago.

Con mano firme, antes de que Kirishima apagase las luces, Bakugou cogió las tijeras, sacando la película de la cámara y redondeando los bordes de los negativos con las tijeras, para luego introducirlos en el tanque de revelado.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora