Sociedad

65 5 0
                                    



Aizawa sentía que esa noche le pesaba horrores la cabeza. Después de las clases del día, el director del centro había previsto una reunión con todo el equipo directivo de la U.A, entre los cuales se encontraba Aizawa, por lo que no se pudo escabullir de ella. La reunión había constado de los puntos que normalmente preocupaban más a los profesores actualmente, como mantener la confianza de los padres de los alumnos internados en el centro, y tratar ciertas faltas de rigidez en los estudiantes.

Cuando se trataba de represalias, siempre salían a la luz tres nombres de alumnos que se saltaban las normas a la torera: Todoroki, el hijo de Endeavor, Midoriya y Bakugou, los cuales, a veces, arrastraban a más chicos con ellos, como Kirishima, Lida o Yaoyorozu.

El director del centro estaba preocupado por la reputación que estaba empezando a tener la academia, por lo que había propuesto medidas disciplinarias para esos tres jóvenes rebeldes. No obstante, All Might intentaba disculparlos, aunque su autoridad en el consejo, ahora que había perdido sus facultades como héroe, ya no eran tenidas tan en cuenta entre los demás docentes. Aizawa, por una vez en su vida, estaba de acuerdo con lo que opinaba All Might, pero no se atrevía a ir en contra de Present Mic, Trece, Midnight, Ectoplasm, Zoom e, incluso, de Recovery Girl, así que había permanecido en silencio, meditabundo durante toda la charla.

Los dormitorios de los profesores se encontraban en la tercera planta en el ala oeste, justo al otro lado en el que se encontraban las habitaciones de los chicos de la academia.

Aizawa subía las escaleras trabajosamente, recordándose que tenía que poner un pie detrás de otro. La verdad es que esas reuniones le dejaban extenuado.

La mayoría de los profesores habían acordado hablar seriamente con estos tres alumnos conflictivos, recordándoles que sus actuaciones en la sociedad debían estar estrictamente reguladas por sus superiores, y que, un error más, y serían expulsados del centro educativo. Esa medida alteró a Aizawa. Entendía lo crítico de la situación en la que la U.A se encontraba debido a la negligencia del pasado, tanto suya como del director del centro, pero tampoco estaba de acuerdo con expulsar a los tres mejores alumnos con los que contaba la academia. Aún eran jóvenes, y no eran capaces de entender lo que significaba la estructura social.

Aizawa se apartó un mechón de pelo negro del rostro, soltó un suspiro y continuó subiendo las escaleras, perdido en sus pensamientos.

La sociedad necesita héroes o, más que héroes, necesita símbolos de autoridad, pero eso siempre había sido así.

Los héroes pueden comportarse como tal, pero tienen un margen de acción muy limitado, ya que, cualquier uso de su poder que haga que se tambaleen los cimientos de la sociedad establecida, aunque sea para rescatar a una persona, pondría a la población ante una inseguridad indeseada. Los héroes no eran más que símbolos con traje que portaban una misión que les definía a los ojos de la sociedad, pero que, en realidad, no podían hacer uso de ese nombre.

Aizawa pensó en que Stain no estaba tan equivocado después de todo. Muchos héroes solo querían llegar a serlo por la publicidad, fama y dinero que esto les aportaría, llevando una vida muy poco heroica al margen de la ley. ¡Cuántos héroes habían sido detenidos por estar metidos en el narcotráfico o en la prostitución o pornografía de menores! Pero todo eso se ocultaba a la vista de los ciudadanos. Los héroes eran perdonados sin castigo, por no conmocionar a la población al exponer actos delictivos cometidos por parte de los que tenían la misión de protegerlos.

La sociedad no era más que un entramado muy bien urdido de maquinaciones en la sombra, donde nadie se molestaba en hacer el bien, sino de quedar como héroes. Aizawa movió la cabeza de un lado a otro. Esos tres alumnos habían demostrado tener una valía diga del apelativo de héroe, pero Aizawa dudaba cuánto tiempo seguiría tan puros, luchando por una sociedad corroía hasta el tuétano.

La suciedad, el fango, las corruptelas, las leyes que no se cumplían para todos igual, todo ello formaba parte de la sociedad en la que estaban, y, mientras tanto, ellos formaban a nuevos alumnos, que pasarían luego a conformar el grueso de esa sociedad de los bajos fondos, durmiendo en callejones de mala muerte con yonkis por la noche, y salvando a personas por el día. Pero la culpa era de ellos, de los profesores que castigaban a los únicos tres alumnos con el coraje suficiente como para haber detenido y actuado por su cuenta con Stain, pero que no se les había reconocido su mérito en el asunto por preservar una imagen estable de la sociedad, donde los héroes en prácticas como ellos no podían actuar por su cuenta sin supervisión, aunque eso significase la pérdida de incontables víctimas. 

La estabilidad de una ciudad y unas gentes por encima de un deber de héroe, el bien común a expensas de vidas y vidas. Por eso se debía castigar a esos tres alumnos: por salvar vidas, por comportarse como héroes.

El pie derecho de la bota negra de Aizawa se detuvo unos momentos en el aire, mientras soltaba un gruñido de frustración y volvía a retomar el camino hacia su dormitorio.

Les había puesto esa última prueba  a sus alumnos para entrenarlos, porque nadie mejor que él sabía que esos chicos no podían entrar al mercado de héroes llevando a sus espaldas monstruos que les limitasen, porque, cuando entrasen de verdad en el juego de la vida, la sociedad ya se encargaría de presentarles a los nuevos monstruos que les perseguirían toda su vida. Esos chicos necesitan aceptarse antes de que la sociedad les machacase, antes de imponerles sus propias reglas. 

«Este es el último año que doy clase. No merece la pena ver y callar siempre».

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora