*Porque nunca he querido dioses crucificados. / Tristes dioses que insultan/ esa tierra ardorosa que te hizo y deshace.
Algunos versos de libros antiguos de su madre estallan con la fuerza de un tifón la mente abotagada de Kirishima que aún no ha dejado de llorar, mientras la tarde se desprende de su manto de boca de rubí, desangrándose en los campos de flores, en la tristeza y el desamparo de unas tierras desnudas, de unos corazones frágiles como lirios.
Bakugou soltó la mano que tenía agarrada de Kirishima mientras flexionaba una de sus rodillas, apoyando el brazo derecho con el que sujetaba la cámara de forma que formase un ángulo de cuarenta y cinco grados con respecto al objetivo, regulando con la otra mano el enfoque de las lentes, disparando la cámara en una lenta ristra de fotos al paisaje sangriento, al atardecer de rubí que se abalanzaba sobre ellos, en una rápida secuencia de tonos naranjas y rojizos.
-Quise ser como mi padre, para evitar más muertes que se llevasen a los padres de otros chicos, y la salud mental de sus mujeres viudas-las palabras del chico pelirrojo salían a trompicones de su boca, cuajadas de sollozos apenas contenidos.
Bakugou seguía disparando la cámara, para, en un momento dado sin que se diese cuenta Kirishima, apretar el botón de su Zenit en dirección al chico pelirrojo que miraba el paisaje con ojos llorosos y dureza en el rostro.
«Él es mi fantasma.» Pensó Bakugou mientras la cámara fotografiaba a su amigo. Ese chico de ojos carmesí y pelo de fuego del que Bakugou se estaba enamorando.
-Mi madre se suicidó cuando tenía seis años. Ni siquiera puedo esperar a que yo estuviese en el campo para hacerlo. Delante de mis ojos, se subió a una banqueta y se ahorcó en la cocina de la casa-Kirishima había dejado de llorar, pero ahora su mirada se había endurecido con la fuerza de una roca, mientras el líquido de sus ojos se ensombrecía con la caída apremiante de la tarde.
Bakugou se acercó de nuevo a su amigo, tomándole el rostro con ambas manos, dejando que la Zenit reposase en su pecho colgada de la correa, mientras sus labios se fundían con los de Kirishima, que sabía a lágrimas, dolor y amor. No hizo falta decir nada.
El autobús de línea que tomaron para regresar a la academia les iba a dejar un poco más tarde del anochecer, así que tuvieron que llamar al director para disculparse por su tardanza, hecho que no le hizo gracia al equipo directivo por la seguridad de los chicos, pero dejaron el escarmiento para más tarde, apremiándolos a que volviesen lo antes posible.
El trayecto de regreso en el vehículo fue muy parecido al de ida, ya que ambos chicos estaban presos de sus propios pensamientos y apenas hablaron el uno con el otro. Cada uno lidiaba, en esos momentos, con sus propios fantasmas, aquellos que tenían que encontrar y liberar para ser fuertes, para no temer al futuro, para poder desarrollarse como héroes, y, más importante, para poder evolucionar como personas.
Esa noche, aunque ninguno de los dos chicos dijo nada, como siguiendo un plan premeditado, fueron a la habitación de Kirishima y se acostaron juntos, el uno junto al otro en un abrazo que parecía esclarecer las tinieblas del dormitorio y alejar los monstruos de sus pasados.
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* Los versos forman parte de un poema de Cernuda incluido en el libro Invocaciones, correspondiente a la primera etapa del poeta cuando estuvo en contacto directo con el Surrealismo, el cual sería determinante en toda su vida, configurando su obra a partir de ese momento. Los versos están influidos por un romanticismo (no francés ni español) sino alemán e inglés, por lo que se rechaza tanto el aspecto retórico como el meramente superfluo, dejando a la vista un eco baudelairiano, en donde la belleza más pura de la contemplación se convierte en canto de vida.
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Y no saber nada [kiribaku]
FanfictionDespués de que la Liga de Villanos consiguiese secuestrar con éxito al joven Bakugou, y su rescate a manos de sus amigos y compañeros de la U.A, Kirishima empieza a notar cómo algo extraño le está sucediendo. ¿Qué significan esos sentimientos que es...