Memoria

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Once años antes...

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-Mamá, cuando sea mayor me gustaría vivir con Deku.

Un Bakogou de nueve años hablaba con su madre en la cocina de su casa, mientras esta preparaba la cena, concentrada en los fogones de los que saltaban pequeñas chispas de aceite al calentarse.

Su madre le miró perpleja, girando la cabeza hacia Bakogou en un ataque de ansiedad y preocupación. Aquel comentario no le había gustado, pero no quería mostrarlo delante de su hijo pequeño, por lo que solo torció una de las comisuras de sus labios en una mueca despectiva, y siguió dándole vueltas al pescado en la sartén enorme de hierro, con cuidado de que este, al rozar de nuevo la base de la sartén, no hiciese saltar el aceite y se posase, inmisericorde como un alguacil, en la piel de sus manos y en el joven Bakugou.

-Entiendo que sea tu amigo, pero no está bien que dos hombres vivan juntos. Cuando seas mayor, te convertirás en el héroe más reconocido de toda la ciudad, muchas personas te admirarán, te casarás con una mujer muy hermosa y tendréis muchos niños. ¿No querrías darle unos preciosos nietos a tu mamá?-la madre de Bakugou le sonrió complacida, intentando quitarle esos pensamientos extraños a su hijo, pensando que, en el fondo, aquello solo era un comentario de niño pequeño. En la infancia, todos los niños quieren vivir con sus mejores amigos y no separarse de ellos. No en vano, Deku y su hijo eran muy cercanos entre sí.

-Yo quiero casarme con Deku y ser los dos como tú y papá-las palabras de Bakugou hicieron que su madre pegase un brinco, haciendo que dejase de prestar atención, por un momento, al pescado que estaba friendo, por lo que una chispa ardiente de aceite le saltó a las manos delgadas y finas, haciendo que ahogase un grito al sentir el calor abrasador en su piel, corriendo al fregadero para ponerse agua fría en la quemadura.

-Los hombres no deben casarse con otros hombres-la voz de su madre era tensa, contenida. Su rostro se había ensombrecido. Un rictus de asco le cruzaba la cara y le hacía tensar todos los músculos del rostro. En verdad, su madre, en ese momento, daba algo de miedo y respeto. 

-¿Por qué no?-la voz infantil de Bakogou inundó la estancia, repitiéndose en un eco palpitante, sofocante, que parecía llenar todos los rincones, rebotando contra las paredes, agotando la paciencia del mismo silencio impuesto, asfixiando las preguntas y las dudas, los comentarios y las respuestas, y el miedo atorado en las gargantas de ambos. 

Su madre no le contestó en ese momento. Tampoco lo hizo cuando Bakogou repitió su deseo delante de su padre, quien, sin pensarlo en ningún momento, decidió enseñarle al joven Bakogou de ocho años que nunca debería tener esos pensamientos con chicos.

Al día siguiente, Bakugou fue a la escuela con el labio inferior hinchado y un ojo morado, recuerdos de la conversación con su padre la noche anterior. Conversación que se cuidó de no mencionar a nadie hasta muchos años después, hasta que fue capaz de sentirse seguro, hasta que dejó de abandonar a las personas que quería para evitar ser abandonado.

Por más que Deku se preocupó por él, Bakugou no le respondió a la pregunta de qué le había pasado. 

Fue a partir de ese momento cuando el chico rubio decidió distanciarse de su mejor amigo, haciendo todo lo posible por reprimir ese sentimiento que le invadía por dentro, devorándole, y que no llegaba a comprender del todo a su edad. Se odiaba. Sus propios padres pensaban que era repulsivo tener esos sentimientos. ¿Por qué estaba mal desear eso? ¿Y por qué Deku podía seguir sonriendo como siempre como si nada pasase? ¿Por qué tenía que ser él quien sufriese solo?

Un sentimiento de rabia contenida hacia sí mismo explotó en el Bakugou de nueve años. Rabia contra sus emociones que no comprendía, odio hacia la sociedad y sus padres, rencor hacia Deku, ese insoportable, molesto y amado amigo de la infancia que, a pesar de sus intentos por separarle de él, a pesar de intentar reprimir sus emociones, tratándole mal, seguía persiguiéndole a dónde fuese, con esa sonrisa siempre en la cara y esos enormes ojos brillantes del color de la hierba. Ese niño que quería ser un héroe junto a él cuando creciesen, ese amigo de la infancia. 

Odio. Amor. Repulsión. Odio. 

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora