Al borde

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Midoriya se había quedado preocupado por Kirishima después de su encuentro en los lavabos, aunque los problemas de este segundo no eran algo que pudiese solventar Midoriya por mucho que le apenase que esto fuese así. Soltó un suspiro de frustración.

«Nunca habría pensado que a Kacchan le gustasen los chicos» pensó Midoriya por un instante mientras se frotaba con la esponja vegetal de color verde los músculos del abdomen. El agua de la ducha le empapaba el cabello negro con destellos verdosos, haciendo que se le pegasen mechones de pelo a la nuca y a los laterales del cuello cabelludo. Las gotas de agua resbalaban por su cuerpo desnudo produciéndole una agradable sensación de placer después del entrenamiento, pero sentía que algo le ocurría desde su encuentro con Kirishima. A pesar de que estaba en la ducha y solo tenía abierto el grifo del agua fría, sentía una especie de hormigueo por todo el cuerpo, una extraña sensación de inquietud mezclada con una suerte de excitación. ¿Por qué se sentía tan ansioso? No había parado de sudar desde que se metió en la ducha y el agua fría no le estaba quitando los rastros de un calor asfixiante que sentía treparle por cada centímetro de su cuerpo desnudo.

«Será porque esta noche voy a hablar con Uraraka en mi cuarto los dos solos» reflexionó Midoriya, intentando quitarle peso al asunto que le preocupaba.

«Y sin embargo...no creo que sea solo eso».

Había un poso de inquietud en las cavilaciones del chico, una duda que le martilleaba las sienes con la fuerza de un detonador, una certeza implícita que intentaba ocultar en el fondo de su mente porque si pensaba en ella, probablemente, todo su mundo se tambalearía.

Su mano vendada avanzaba con destreza, a pesar de las heridas, por su cuerpo, frotando con la esponja el cuello, los hombros, los brazos, el pecho donde empezaba a notar cómo sus pectorales iban tomando una forma bien definida, notando su dureza bajo la presión del suave material de su esponja, el interior de sus muslos, las piernas vendadas y parte de su espalda. Dejaba las zonas más comprometidas de su cuerpo para el final.

La sensación de ansiedad pareció ascender unos segundos, y un calor sofocante invadió al chico, haciendo que un rubor se extendiese por su rostro hasta llegar a las orejas.

«Oh, mierda. No puede ser. Esto no puede estar pasando». Midoriya se dio cuenta de que su miembro estaba erecto y todo su cuerpo demandaba saciar su excitación, que se transmitía en formas de ondas de calor que le ascendían por las piernas en forma de calambres y pequeños escalofríos.

« ¿Cómo ha podido pasar esto? Si estaba pensando en...Kacchan» Una apabullante sensación de desprotección le invadió, y el rubor volvió a ascender a sus mejillas, coloreando toda su cara de un tono carmesí.

Midoriya se apresuró a terminar de frotarse con la esponja y miró el reloj que reposaba en la encimera de mármol que estaba al lado de la ducha.

«En menos de veinte minutos Uraraka estará en mi habitación. ¿Qué hago?» Midoriya sentía que necesitaba calmarse y solucionar su problema antes de que llegase la chica, aunque le parecía un poco arriesgado y temía que ella le sorprendiese en medio de una masturbación, aunque sabía de sobra que tampoco tenía otra opción.

«Necesito estimularme rápido para masturbarme. Tengo que pensar en alguien...» razonó desesperado el chico. El agua le resbalaba por todo el cuerpo, quitándole las zonas donde todavía quedaban restos de jabón.

De forma rápida, Midoriya cogió un envase de plástico morado donde guardaba el lubricante junto al resto de productos de aseo e higiene, se untó un poco en las dos manos y se agarró el miembro erecto. Formando una especie de anillo con el pulgar y el dedo índice, los colocó alrededor de la base del pene, deslizándolos hacia arriba con rápidos y sucesivos movimientos cada vez más rápidos, haciendo lo mismo con la otra mano, de forma que nada más que los dedos de una de las manos ascendían hasta el pene, los otros dedos ya formaban un nuevo anillo en su base. Midoriya se apoyó en los azulejos blancos de la ducha, dejando que su rostro reposase contra ellos, mientras las gotas de agua le mojaban los labios y se le depositaban en las pestañas a modo de una sutil cortinilla.

La sensación sucesiva de sus manos al alternarse el trabajo estaba haciendo efecto, porque en unos minutos, Midoriya estaba jadeando, con el cuerpo cubierto de una película de sudor y agua, las rodillas encogidas por los ramalazos de placer que ascendían por todo su cuerpo. Sentía que iba a eyacular de un momento a otro. Con una de sus manos golpeó uno de los azulejos, al tiempo que exhalaba un bronco gemido de placer.

«Kacchan» fue lo último en lo que pensó antes de que un líquido blancuzco le llenase los dedos, desbordándose por su mano derecha que se cerraba entorno a su pene, yendo a parar al fondo de la ducha, para luego mezclarse con el agua y desaparecer por el sumidero. Ojalá fuera tan fácil hacer desaparecer todas muestras inseguridades, congojas y frustraciones como aquellos restos restos de agua y jabón que, desvaneciéndose de forma vertiginosa hacia el desagüe, parecían alejarse con todas las connotaciones y pensamientos que habían hecho aflorar ese placer sexual en el chico.

Sin darse tiempo a pensar siquiera en lo que había pasado, Midoriya cerró el grifo de la ducha, se lavó las manos de forma apresurada y se lanzó a vestirse, sabiendo que Uraraka estaría a punto de llamar a su puerta. Estaba poniéndose los calzoncillos cuando la voz de la chica le llamó del otro lado de la puerta. Con un ágil movimiento, Midoriya se puso una camiseta blanca y cogió unos pantalones grises asépticos de deporte.

«No es muy elegante, pero al menos estoy vestido» se dijo con una sonrisa, antes de ir a abrir la puerta. 

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora