Regreso a la normalidad

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*«Pero la muerte, desde dentro, ve. / Pero la muerte, desde dentro, vela. / Pero la muerte, desde dentro, mata.»

Kirishima consiguió reunir las pocas fuerzas que le quedaban para concentrarse e intentar que el dolor de cabeza le dejase pensar con claridad unos instantes. El hombre le había dicho que le estarían vigilando, por lo que el chico pelirrojo paseó la mirada por toda la instancia, intentando buscar cámaras. La inhibición de su Don tenía que estar controlada por algún villano con ese poder como su sensei en la academia, y, por ende, las cámaras tenían que haber sido colocadas de manera estratégica para que le pudiesen estar observando todo el rato.

Con una rápida ojeada a la habitación, Kirishima se dio cuenta de que solo había una cámara en toda la estancia y estaba situada en una de las paredes de la habitación, al lado del cristal donde había estado el chico rubio observándolo. Esta estaba tapada con una especie de calendario de pared antiguo que se caía a cachos, pero el objetivo era visible desde la posición en la que se encontraba el chico.

Si era verdad que había algún villano anulando la activación de su poder, lo único que tenía que hacer era tapar el objetivo de la cámara unos segundos, para poder activar su Don y aprovechar para escapar. Sin embargo, sentía todo el cuerpo enormemente pesado y la cabeza le explotaba. Las sienes le palpitaban como si tuviese dos corazones a punto de explotar en ambos lados del encéfalo.

«Tengo que intentar tapar el objetivo de la cámara, pero ¿con qué?»

El chico se sentía descorazonado. Apenas si podía mover los brazos y las piernas eran, llegados a este punto, dos miembros inservibles que apenas sentía como partes de su cuerpo. Los párpados le pesaban, y estuvo a punto de dejarse vencer por el sueño, pero algo le llamó la atención, algo en lo que no se había fijado antes. El pañuelo que había dejado caer el villano aún seguía al lado de sus pies, y Kirishima pudo observar que se trataba de un trozo de tela bastante amplio y de un grosor aceptable.

Fingiendo que se estaba quedando dormido de nuevo, Kirishima intentó mover los dedos del pie derecho en un intento de desentumecerlos, mientras intentaba hacer pinza con ellos y alcanzar el trozo de tela. Tenía que actuar de forma lenta para que sus movimientos no alertasen a los demás villanos que estuviesen controlando la cámara de su habitación.

Con sumo cuidado, Kirishima acercó los dedos al pañuelo que, bajo el contacto con sus dedos, se arrugó, formando pliegues, sintiéndolo tibio al tacto. Si lograba cogerlo con los dedos del pie, solo tendría una oportunidad pensó, y ni siquiera estaba seguro de que pudiese alcanzar el objetivo de la cámara a esa distancia y con las piernas atadas. Probablemente tendría que herirse los pies al intentar moverlos con fuerza en las correas de cuero. Probablemente se lastimaría, y seguramente, no consiguiese su objetivo, pero tenía que intentar algo antes de que aquel hombre volviese a visitarle. Solo con recordar sus dedos en su pecho, se retorció de asco y repugnancia. Tenía que intentarlo.

El pulgar y el dedo índice de su pie derecho consiguieron apresar el pañuelo con fuerza después de varios intentos fallidos. Al chico le dolía todo el cuerpo por el esfuerzo de concentrar toda la energía que le quedaba en el cuerpo en una zona tan pequeña como era la de los dedos del pie.

Respiró hondo, intentando concentrarse y alejar todos sus miedos. Si aquello salía mal, probablemente los villanos que se encargaban de controlar sus movimientos por medio de la cámara darían el grito de alerta, y le intentasen matar, pero al menos tenía que intentarlo.

Abrió los ojos de golpe y, sin pararse a pensar en lo que iba a hacer, levantó su pie derecho todo lo que pudo, haciéndose daño con las correas que le sujetaban a la camilla, dañándose los pies en donde el cuero se clavó dolorosamente en la piel, abriéndole unas heridas finas, pero que escocían enormemente, mientras arrojaba el pañuelo con fuerza hacia el objetivo de la cámara.

Un segundo. Dos. Tres.

La lente de la cámara se nubló unos instantes por el pañuelo que se interpuso en su visión. Ahora era su oportunidad, solo contaba con unos segundos de margen de acción. Si el villano que le controlaba tenía el mismo poder que su maestro de la academia, sabía que no podía anular el Don de las personas con las que no mantenía un contacto visual directo, así que, en esos segundos en los que el pañuelo tapó el objetivo, Kirishima accionó su Don de endurecimiento, convirtiendo todo su cuerpo en roca. Con un rugido de felicidad, el chico pelirrojo soltó las cuerdas que le mantenían atado a la camilla y se levantó cojeando, embistiendo contra la puerta de la celda que cedió ante su fuerza descomunal. Tenía que salir al pasillo y encontrar a Bakugou antes de que los villanos le encontrasen a él, porque, si de algo estaba seguro, era de que ya sabían que se había liberado de las ataduras, y ahora estarían dando el grito de alerta.

*«Pero la muerte, desde dentro, ve. / Pero la muerte, desde dentro, vela. / Pero la muerte, desde dentro, mata.»

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*La cita es del poema "Lo eterno", perteneciente al libro Ángel fieramente humano (1950), de la etapa existencialista de Blas de Otero.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora