Embrujo

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Este  es el último capítulo de la ampliación que iba a hacer, así que muchas gracias a los que habéis llegado hasta aquí. Espero que os guste.

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Era de dominio público que el barrio de Kabukicho, en Shinjuku, conocido también por el nombre del Barrio Rojo por excelencia, era el lugar principal donde proliferaban los locales ilegales, en los que la prostitución y los clubes nocturnos para adultos de todo Tokio estaban a la orden del día. 

Con diecisiete años, Kirishima sabía por dónde podía caminar de noche él solo, de qué sitios debía apartarse si no quería acabar metido en un camión blindado para una subasta de personas, y con quién juntarse si necesitaba protección de algún tipo en su trabajo como acompañante por las noches. El chico tímido al que los abusones habían humillado estaba prácticamente muerto, y,  su lugar, estaba ahora ocupado por un joven hermoso de piel blanca, ejercitados abdominales, sonrisa inquebrantable y cabellos rojos como el fuego. Para Kirishima, un chico que no sabía huir de su pasado, acudir por las mañanas al instituto y trabajar de acompañante por las noches estaba bien. No tenía ningún sueño más grande que cumplir, ningún propósito de vida que le motivase a salir de ese mundo en el que estaba, al menos hasta que, una noche cálida de agosto, entró en el local un joven algo mayor que el chico pelirrojo. Un muchacho rubio con mechas negras que le cambiaría la vida por completo.

Kaminari acababa de salir de sus clases de guitarra clásica que tenía por las tardes, y se encontraba totalmente agotado. Llevaba días trabajando duro por las mañanas en la empresa de electricidad de su padre y, por las tardes, se entrega por completo a sus estudios de música. Desde hacía un par de años se estaba plateando el entrar a estudiar en la U.A, aunque el apoyo que para sus planes de futuro encontraban en casa era casi nulo, por lo que Kaminari llevaba su proyecto de futuro en el más completo silencio. Sabía que entraría con cuatro años de diferencia en la academia, al contrario que sus compañeros de clase que tendrían dieciocho y diecinueve años.

 Kaminari acababa de cumplir los veintitrés hacía solo unos meses y se sentía cansado ya de la vida. Le faltaba algo. Se sentía vacío, incompleto. Por eso, la idea de convertirse en un héroe le empezó a rondar la cabeza. Aquello no era completamente nuevo para él, ya que, cuando era más pequeño, el chico siempre había querido ser un héroe profesional, pero se desmotivó en el instituto cuando vio que su Don no era tan poderoso como el de sus demás compañeros, e, incluso, le dejaba completamente inútil unas horas después de explotarlo al máximo, por lo que, poco a poco, fue perdiendo esa ilusión infantil. Sin embargo, a sus veintitrés años veía que no se sentía del todo completo con la vida que llevaba. Era verdad que el salario en la empresa de electricidad de su padre era muy generoso, y que, cuando este se jubilase, él tomaría el relevo de la empresa, pero eso no le llenaba. Necesitaba emociones fuertes, y la verdad era que, trabajando para su padre, no podía obtenerlas con facilidad. Las clases de guitarra también le apasionaban, pero sabía que su destino nunca sería poder ganarse la vida componiendo melodías. Por si esto no fuese poco, sus padres habían empezado a presionarle para que se buscase una novia pronto y formase una familia, puesto que su vida laboral y profesional ya estaba arreglada. Las chicas con las que había salido Kaminari nunca habían sido nada del otro mundo: chicas bonitas, pero sin ninguna verdadera motivación, por lo que, después de un tiempo de conocerlas y salir juntos, Kaminari se aburría de ellas y las dejaba. De la única chica de la que conservaba un recuerdo agradable era de una de las antiguas compañeras de clase de su hermana pequeña, una chica rockera muy guapa llamada Kyouka Jirou. Por aquel entonces, aunque la chica solo tenía quince años, y él ya contaba con diecinueve, le gustaba su forma de desenvolverse en la vida, su línea de pensamiento y sus reflexiones. Sin embargo, Jirou era menor de edad para salir con alguien como él. Después de que su hermana empezase el bachillerato, Kaminari perdió de vista completamente a Jirou, al cambiarse su hermana de institución, por lo que las amigas dejaron de verse y hablarse. Ahí se había acabado todo el contacto que el chico rubio hubiese podido tener con la amiga de su hermana pequeña.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora