Escape

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Los chicos se movían explotando todo a su paso, destrozando las celdas, arrasándolo todo, mientras condenaban la nave a su ruina. Bakugou estaba disfrutando como un niño. Quería hacerles pagar por lo que les habían hecho, quería que sufriesen. Concentrando sus explosiones en un solo punto de sus manos, perforando todo a su paso, Kirishima le obligaba a seguir caminando en busca de una salida, apretándole la mano en un gesto de apremio, intentando que el rubio se calmase y empezase a pensar con lógica en un plan para salir de la nave.

Se habían internado por un pasillo oscuro en el que, al final, se veía un indicio de lo que podía ser luz solar, así que el pelirrojo había arrastrado a Bakugou hasta allí, en un intento de que se tranquilizase. Nada más que había soltado las cadenas que retenían al rubio, este le había cogido de la mano, y así seguían, caminando como fieros ángeles de la muerte por los pasillos, mientras la voz airada de Bakugou se podía escuchar por toda la nave, maldiciendo a todos los villanos. En su escapada se habían encontrado con cinco villanos, pero ninguno de estos tuvo la menor oportunidad ante el rubio. Estaba desatado, furioso y avergonzado de no haber podido salvar él al pelirrojo, de que hubiesen tenido que ir a su rescate otra vez. Kirishima intentaba consolar esa rabia desatada del rubio mediante sus manos entrelazadas, mandándole mensajes de cariño, pero el rubio no atendía a razones. Kirishima estaba preocupado, porque si seguía arrasando con todo, no podrían encontrar una salida de la nave y ellos también morirían entre las explosiones de Bakugou. De repente, Kirishima se paró de golpe, haciendo que el rubio se le quedase mirando sin saber qué hacer. Algo en el rostro de su compañero hizo que Bakugou reculase un momento mientras estallaba en lágrimas contenidas, avanzando unos pasos y lanzándose al cuello del chico pelirrojo, mientras le acariciaba la espalda.

-Pensé que nunca más te volvería a ver. Estaba tan furioso...-Bakugou hipó contra el torso y el cuello desnudo del pelirrojo, mientras sus cuerpos se fundían en un cálido abrazo. 

Kirishima le acariciaba el pelo al rubio, mientras trazaba dibujos en su espalda desnuda con las yemas de sus dedos. Posó sus labios en las mejillas de su amigo y comenzó a besar cada una de las lágrimas que se le escapaban de los ojos hinchados, dejando un rastro de ardientes besos en la piel de Bakugou. Este solo sonrió y le dio un empujón.

-Deja de llenarme de babas, idiota-le increpó Bakugou, aparentando estar malhumorado, pero sin sotar la mano del chico pelirrojo, permitiendo que la calidez de la proximidad de sus cuerpos le inundase, recordando todas las noches juntos que habían pasado en la academia. Un leve sonrojo le tiñó las mejillas al recordarlo.

Kirishima le apretó aún más la mano derecha antes de soltársela, pasando su brazo por la espalda del chico, sujetándolo contra uno de sus costados. Por primera vez, Bakugou no dijo nada, ni se molestó siquiera en lanzar ningún comentario hiriente, solo dejó que el pelirrojo le abrazase mientras seguían caminando, cerrando los ojos al sentir, por fin, el suave contacto con el cuerpo del chico, su pecho fuerte, sus duros abdominales, y ese olor a sudor y jabón que tanto le gustaba. Poco a poco, las explosiones que provocaba el rubio fueron menguando.

Kirishima caminaba con paso decidido, sabiendo que tenía que cuidar del rubio que parecía agotado, a la vez que se perdía en el contacto de sus cuerpos, pero no podía distraerse pensando en lo próximos que estaban el uno del otro, sino que debía centrar todas sus energías en encontrar una salida lo más pronto posible. De repente, en medio del pasillo, a unos metros de distancia, fue capaz de distinguir a unas figuras agachadas junto a un bulto inerte en el suelo. Al principio, Kirishima se puso en guardia, propinándole un golpe en la cadera a su amigo rubio, mientras le indicaba por señas que había algo más adelante, preparándose ambos para combatir si era necesario. Bakugou contrajo las palmas de sus manos, haciendo que pequeñas explosiones comenzasen a salir de las palmas, al mismo tiempo que Kirishima endurecía sus músculos hasta convertirlos en piedra. 

-Mostraos, cobardes. Pagareis por lo que le hicisteis a Kirishima-las palabras de Bakugou resonaron en el pasillo de tinieblas.

Una voz conocida emergió de las tinieblas para hacerse audible a los dos chicos. Una voz que los dos conocían de sobra.

-¿Deku?-Bakugou bajó las palmas de sus manos mientras se acercaba a la figura temblorosa que se acercaba a él. Había algo que le preocupaba del chico. Nunca antes  había visto a su amigo de la infancia tan nervioso. Su voz parecía quebrada cuando le había respondido, y sus pasos no acertaban a caminar de forma recta, sino que se tambaleaba hacia los lados.

Cuando el chico pecoso estuvo a la altura de Kirishima y Bakugou, los dos chicos pudieron apreciar los regueros de lágrimas que bajaban por las mejillas de su compañero de clase, que se agarraba a la camiseta del traje verde, estrujándola entre sus dedos como si quisiera arrancarse la ropa de golpe en un ataque de histeria. Los dos chicos se quedaron mudos de asombro. Kirishima soltó la mano de Bakugou para acercarse al chico y sostenerle por uno de sus hombros.

-Todoroki...-musitaba constantemente Midoriya en un bucle sin sentido mientras sus ojos saltaban de un lado a otro del pasillo, sin ser capaz de mantener la mirada fija en algún punto por más de unos segundos-Todoroki...le han envenenado-sus palabras salieron en un torrente de lágrimas, mientras intentaba no fijar la vista en las partes bajas de sus dos compañeros de clase que seguían desnudos y cogidos de la mano. Midoriya se preguntó, un segundo, por qué estarían los dos así, pero en seguida el recuerdo de la sonrisa de Todoroki invadió su mente y volvió a gimotear por lo bajo. 

Kirishima se apartó un poco del chico para mirar por encima de su hombro al bulto que habían visto tirado en el suelo unos minutos antes, comprobando que era, en efecto, el chico de los ojos bicolores el que estaba en el suelo, apenas respirando y con una mueca de dolor pintada en el rostro.

Bakugou solo chasqueó la lengua mientras miraba con su gesto normal de fastidio al chico pecoso que había sido su amigo de la infancia, preguntándose en qué momento él y Todoroki se habían acercado tanto como para que su estado le perturbase de esa forma. 

-Es vuestra culpa por venir a ayudarnos. Podíamos haber salido solos-las palabras de Bakugou resonaron por los pasillos, reverberando contra las paredes en una especie de eco que perduró unos segundos en el aire hasta desaparecer por completo. 

Kirishima lanzó a Bakugou una mirada de advertencia, diciéndole, con este simple gesto, que dejase ya de pelear con todo el mundo, mientras volvía a cogerle de la mano. El rubio volvió su mirada hacia los ojos carmesí del chico pelirrojo que le sonreían serios, y un ramalazo de amor pareció invadirle por unos segundos. Soltó un suspiro y volvió a mirar a Todoroki que estaba en el suelo al lado de Uraraka que le sostenía la cabeza entre los brazos. 

-Debemos darnos prisa para llegar cuanto antes a la academia...-no acabó de decir esto Bakugou cuando unas sombras apenas perceptibles en la oscuridad de la nave les envolvieron, mientras el brillo de un metal afilado se hizo patente en la más completa oscuridad. Los cuatro chicos sintieron un pinchazo en sus cuellos antes de que todo se volviese negro.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora