Cristalización

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La madre de Todoroki solía leerle versos por las noches cuando era pequeño. Era una auténtica amante de las letras de los poetas españoles clásicos, aunque también conocía la ingente producción de poesía japonesa, al principio tan unida a la poesía y literatura china hasta el siglo XIX, momento en el que le llegan las influencias de occidente, y, en especial, de los movimientos imagistas encabezados por Erza Pound. 

No solo su madre era una amante de los haikus  tradicionales, sino que conocía las versiones más antiguas de la poesía y, en especial, la colección de poemas *Manyoshu, formada por chokas, tankas, tarengas, un bussokusekika y cuatro Kanshis, además de prosa china. 

Su madre era, en otras palabras, una mujer de ojos y cultura infinitos. Y a Todoroki le encanta escuchar la voz rítmica y cadenciosa de su madre, acunándole con esas nanas que nada tenían de infantiles, pero que a él le tranquilizaban. No entendía los versos, pero sí de la voz suave y acompasada de su madre, la ternura que emanaba de cada pausa versal, el tono ascendente en algunos encabalgamientos, la hondura de las cesuras en medio de un alejandrino, y la sensación de volar a otras tierras lejanas, más hondas, más profundas en los brazos de su madre, hasta que el sueño le vencía por completo, y se dejaba arrastrar hasta las tierras profundas del reino de Morfeo.

¿Se puede robar un sueño? Eso era lo que Todoroki se preguntaba constantemente mientras se reunía con los demás chicos en la parte trasera del campo de entrenamiento, apertrechado con unos binoculares que pertenecían a Kirihsima y que habían sido decisivos en la otra visión de rescate de Bakugou, una soga y varias cantimploras con agua para sus amigos.

Él había robado un sueño. Se había colado en la mente de su padre y lo había robado, lo amordazó y lo ocultó en el fondo de su mente, arrancó sus raíces de cuajo, dejando solo unas semillas. Endeavor quería que Todoroki fuese un héroe, y él le robó ese sueño, aunque, claro está, nadie puede robar un sueño de otra persona sin modificarlo a su manera, ya que el inconsciente opera en las capas más profundas de los mecanismos de la psique humana, donde el *1Ello nada en el líquido inmaterial de la inconsciencia, expandiéndose y retrayéndose, configurando versiones distorsionadas de los anhelos.

Todoroki había robado un sueño para hacerlo suyo, y ahora estaba robando, en lo más profundo de su mente, los versos que le recitaba su madre:

*2«Yo odio la alegría/ por odio a la pena. / Mas antes que pise/ tu florida senda, / quisiera traerte/ muerta mi alma vieja.»

Todoroki se sentía un alma vieja, un alma con demasiado sentir dentro, que le revolvía las tripas y le apresaba el corazón en un puño. Se sentía cansado de todo y de nada. Y, aún así, pensaba que su deber era ayudar a sus amigos, probarse a sí mismo que el sueño de héroe, ese sueño robado a la luz de la luna, era, ahora mismo, de su propiedad, que lo había adoptado como propio, y lo había acunado en sus brazos como un bebé que va cobrando forma dentro de él, como una idea que nace para pasar de embrión a la madurez creativa. Tenía que probarse como héroe, y, más importante de todo, como héroe diferente a su padre, un héroe que no abandona a su suerte a la gente que considera amiga.

Los chicos llegaron a la nave donde se encontraban Bakugou y Kirishima en un par de horas. Habían tenido que ir corriendo, recorriendo los bosques de la periferia de la ciudad para que nadie avisara a la academia de que se habían escapado si les veían por las calles vestidos con sus trajes de superhéroes. Tenían que ser discretos, o, al menos, todo lo discretos que su condición les permitiese.

Todoroki se quedó observando la gran nave que se abría ante sus ojos. Esta era una construcción enorme de cemento, con ventanas estrechas por las que apenas entraba el paso del aire, y unas puertas acorazadas de un metal resistente a altas temperaturas. Todoroki sabía dónde estaban. Esta nave fue utilizada en ocasiones como un búnker de guerra durante la Segunda Guerra Mundial. Había escuchado decir que incluso conservaba algunas salas de quirófano que tuvieron que incorporar para operaciones de emergencia. Sintió como un escalofrío le recorría todo el cuerpo, haciendo que todas las alarmas de peligro saltasen al mismo tiempo.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora