Las dos caras de la muerte

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Poco antes del 14 de junio de 1986, en una ciudad de Suiza, en concreto, en Ginebra, Borges dijo que había cometido el mayor error de su vida: no ser feliz. 

  He cometido el peor de los pecados/ que un hombre puede cometer. No he sido/feliz (...)/Mis padres me engendraron para el juego/arriesgado y hermoso de la vida, /para la tierra, el agua, el aire, el fuego. /Los defraudé. 


Las palabras de Borges resonaban en los oídos de Midoriya según iba avanzando por el pasillo estrecho con Uraraka. Sentía el miedo palpitar en sus sienes, el latido de su corazón desbocado. La boca seca. Los músculos tensos, y una especie de pesadez incómoda en su cabeza, que hacía que tuviese unas ganas horribles de echarse a llorar. ¿Él podía decir que había sido feliz? Repasó mentalmente su infancia, siempre acosado por matones de su clase, siempre siendo apaleado y maltratado. Recordó sus moretones, sus ojos hinchados de llorar por las noches, su deseo de continuar a pesar de todo. También recordó el dolor delas cuchillas de algunas noches cuando el dolor vencía el silencio de su mente, cuando la sangre brotaba de sus muñecas, cuando no quería ya continuar, cuando se daba por vencido, cuando el odio de Kacchan era más fuerte que su amor por la vida, cuando se dio cuenta de que sin Don no podría cumplir su sueño, cuando...Midoriya tragó saliva e intentó tranquilizarse, contando cada segundo que pasaba. Sabía que había mejorado mucho desde que había entrado en la U.A con los demás, y que ahora tenía un Don muy poderoso y una novia que le quería, pero se sentía que aún le faltaba algo, poder soltarla carga que llevaba sobre sus hombros, esa que hacía que se le atorasen las palabras en la garganta y se le formase un nudo en el estómago. Necesitaba saber. Necesitaba que Kacchan le dijese por qué se había a apartado de él, sino no podría continuar. Necesitaba sellar heridas, cerrarlas, dejar que cauterizaran para poder avanzar o se hundiría de una vez por todas.


«Teniéndolo todo, ¿se puede no ser feliz?»


Un ruido en el pasillo que los dos chicos recorrían hizo que el pecoso saliese de su trance, observando cómo las sombras del lugar parecían moverse hasta cobrar una apariencia sólida, formando la figura de un hombre pequeño, de aspecto demacrado, completamente pálido y vestido de negro. Midoriya se sorprendió. Gracias a su admiración por los héroes, él era capaz de recordar cada villano que había actuado alguna vez en la ciudad, y aquel hombre le recordaba a alguien. De repente, Midoriya dio un respingo y su rostro se volvió pálido como la cal, apretando los puños a los costados. Sabía quién era aquel hombre. Le había reconocido, pero ¿cómo era posible que un villano que ya había sido detenido por la policía muchos años atrás hubiera vuelto a la acción? ¿No se suponía que seguía encarcelado? Uraraka temblaba a su lado, poniéndose en estado de alerta, mientras su cuerpo entraba en tensión.


«Mirage Head es capaz de crear potentes ilusiones, tenemos que estar alerta.»


Aquel hombre solo les dedicó una sonrisa torcida a los chicos, mientras un humo espeso les rodeaba el cuerpo como una serpiente enroscándose en sus presas. Midoriya agitó una de sus manos, llamando a gritos a la chica que permanecía completamente inmóvil con los ojos cubiertos de lágrimas. Midoriya bajó su brazo y apretó los puños. Sabía que la ilusión ya había atrapado a su amiga, así que intentó utilizar los últimos minutos que lequedaban hasta que esta empezase a hacer efecto en él para intentar localizar al villano y golpearlo, pero este era más rápido que el chico, que parecía estar clavado en el suelo. Los párpados le empezaban a pesar. Las pulsaciones subían a un ritmo alarmante. Solo oía a su corazón bombear sangre que le llegaba hasta los oídos. Negro. Eso era lo que Midoriya veía: Negro. Una explanada completamente negra se extendía en todas las direcciones, sin principio ni fin, solamente una vasta llanura yerma donde solo se imponía un color. 

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora