Latidos de dentro

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Las manos de Midoriya buscaron los pechos de la chica a través de la camiseta rosa de tirantes, comprobando que, en efecto, Uraraka no llevaba sujetador. El chico sintió cómo le subía el rubor desde el cuello hasta las orejas, tiñendo su rostro de un agradable color carmesí. La lengua de la chica se colaba por su boca, buscando con ansiedad la de su amigo, mordiendo sus labios con impaciencia, mientras sentía como el cuerpo de Uraraka se presionaba contra el suyo mientras movía las caderas en el suelo. Midoriya sintió como su cuerpo empezaba a arder por dentro. Notaba cada vibra de su ser encenderse como una viva llama que lo abrasaba todo hasta prácticamente quemar cada célula de su cuerpo, como un incendio que se estuviese desarrollando por dentro de su piel, y que era imposible de apagar.

Con un movimiento bruco, el chico deslizó una de sus manos por la nuca de la joven, mientras que con el otro brazo la rodeaba la cintura, flexionando una de sus rodillas. En unos segundos, Midoriya se había logrado colocar encima de la chica, que había dejado soltar un grito de susto cuando su amigo la tomó en sus brazos, haciendo que rodase en el suelo hasta quedar ella debajo de su cuerpo. Midoriya tenía una de sus piernas entre los muslos de la chica, notando como la piel de esta ardía, presionándola contra el sexo húmedo de Uraraka.

Midoriya sentía el impulso frenético de desgarrar la ropa de Uraraka, un deseo ferviente de lamer todo su cuerpo, morderle los labios y hacerle el amor en el suelo, pero sabía que tenía que contenerse un poco. ¿Qué le estaba pasando? Hacía solo unos segundos se había estado masturbando pensando en Kacchan, y ahora estaba excitado contemplando el cuerpo de Uraraka. ¿Era capaz de sentir atracción hacia ambos sexos?

Uraraka soltó un gemido de placer al notar el bulto duro en los pantalones de Midoriya, mordiéndose los labios hasta que un hilillo de sangre le recorrió la mandíbula, despertando a Midoriya de su trance. El chico deslizó su lengua por el cuello de la chica, lamiendo su piel hasta llegar a la mandíbula, sorbiendo la sangre de su amiga, mientras dejaba pequeños rastros de besos por su rostro. Uraraka había deslizado una de sus manos por el interior de la camiseta del chico y ahora le acariciaba el pecho desnudo, notando la dureza de sus músculos en tensión, la tersa suavidad de su piel contraída, mientras aspiraba el dulce olor de su piel, esa mezcla entre olor a jabón y algo muy dulce.

Con una de sus manos, Uraraka guió al joven hacia sus pantalones, haciendo que este se internase por dentro de sus braguitas de encaje rojo hacia su sexo. Midoriya tragó saliva excitado. Uraraka se retorcía de placer en el suelo, gimiendo, rogándole con la mirada que la tocase, y que la tocase pronto. El chico, jadeando, acarició la suave piel de los muslos de la chica, notando como esta separaba sus piernas, soltando gemidos de placer según la mano de Midoriya se acerca a su pubis, trazando círculos en su piel, arañándola de deseo, mordiéndole el cuello y los pezones endurecidos por la excitación. Poco a poco, Midoriya comenzó a introducir un dedo después de otro en el sexo de la chica que gimió y se retorció entre sus brazos, flexionando las rodillas, mientras balanceaba el rostro de un lado a otro con los ojos cerrados. Estaba húmeda, muy húmeda, notó Midoriya, según metía más dedos dentro de ella, sintiendo como estos se mojaban de los fluidos de la chica. El chico se llevó los dedos a la boca, obligando a Uraraka a mirarle mientras los chupaba, mostrándole como lamía sus fluidos, excitándose con el rostro ruborizado de la chica y los suspiros y gemidos que salían de su boca, y que trataba de contener en un ataque de timidez. 

Uraraka gimió más fuerte, presa ya de una excitación enorme, mientras se desnudaba por completo, quedando expuesta ante el chico. Sentía que se sonrojaba violentamente de nuevo, intentando cubrirse el rostro con ambas manos, sintiendo su sangre hervir en las venas.

Midoriya se quitó la camiseta con violencia, casi rasgándola de arriba a abajo, desembarazándose de los pantalones de un tirón, mientras arrojaba sus calzoncillos al suelo. Estaba excitado, pero era consciente aún de los riesgos que entrañaba el sexo sin protección, así que se acercó a la mesita de noche de su cama, abrió el primer cajón y sacó una caja de preservativos, tomando uno de ellos y abriendo cuidadosamente el plástico para no dañarlo. Con mano hábil, y loco de impaciencia, se lo colocó en un momento, lanzándose al suelo donde lo esperaba Uraraka excitada con las piernas abiertas y una expresión feroz en el rostro, una mezcla entre deseo y un instinto primordial que pugnaba por salir a flote.

Los besos se hicieron más intensos, mientras la chica sentía el miembro erecto de Midoriya rozarle los muslos. ¿Por qué no la penetraba de una vez? ¿A qué estaba esperando? Midoriya sentía que no podía aguantar más, pero era placentero ver la excitación crecer y crecer en el rostro de la chica, que parecía suplicarle que acabasen con los juegos de una vez. Quería ver su rostro sonrojado, escuchar sus gemidos y suspiros cuando la rozaba, la humedad de su sexo excitado, pero, sobre todo, lo que más deseaba el chico era que ella le suplicase hacérselo, quería verla retorcerse debajo de su cuerpo, suplicándole que la llevase al orgasmo. 

Sin perder un momento más, sabiendo que se moría de ganas de estar dentro de ella, Midoriya colocó su pene en el sexo de ella y empujó con suavidad al principio, notando como su miembro se introducía lentamente dentro ella, moviéndose suavemente en su interior. Uraraka ladeó la cabeza y gritó de placer, mientras sus pechos se balanceaban libres.

Una embestida. Dos. Tres.

Midoriya se movía cada vez más rápido dentro de ella, haciendo que llevase el ritmo junto a él, moviendo las caderas de forma acompasada, de forma natural e instintiva, de forma casi primitiva. Sentía como una sensación terriblemente placentera la invadía cada vez con más fuerza, haciendo que gimiese cada vez con las virulencia, mientras Midoriya masajeaba con fuerza uno de sus pechos y jadeaba, moviéndose rápidamente y con insistencia.

-U...Uraraka-jadeó Midoriya entre escalofríos de placer-me...me corro-nada más que dijo estas palabras, Midoriya sintió como un ramalazo de placer le desbordaba por completo, dejándole paralizado por su intensidad apremiante, invadiendo cada parte de su cuerpo que gritaba al unísono. Uraraka había cerrado los ojos y su rostro indicaba que ella también se había corrido, porque gemía y se mordía los labios con fuerza, gritando el nombre del chico, mientras le agarraba a algunos mechones de su cabello con fuerza, al mismo tiempo que arañaba su espalda, soltando jadeos apenas contenidos en el oído del joven. 

Midoriya se inclinó hacia Uraraka y la besó con fuerza en los labios, lamiendo la sangre que salía de las minúsculas heridas que se había hecho la chica en los labios.

« ¿Sabrá Kacchan así de bien?» Se preguntó Midoriya mientras los últimos rastros de excitación y placer abandonaban, de forma progresiva, su cuerpo, y caía en una suave inconsciencia, apretando la mano de la chica que amaba, pensando, entre los velos del sueño y la vigilia, que estaba enamorado de dos personas a la vez.

Y no saber nada [kiribaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora