Capitulo 46. 1/4

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― ¿Estás bien? ―seguía haciéndole esa pregunta, era lo primero que le había escuchado decir cuando la encontró en el baño, siempre se guardaba de decir lo que pensaba, no es que estuviera en contra de la honestidad, y le encantaría poder ser como los demás y decir lo que pensaba, pero ese era un concepto desconocido para ella, y nada aplicable en su caso, debía ser lindo decir la verdad, pero no cuando la verdad es fea y retorcida, no, y esa desafortunadamente era lo que albergaba su corazón, mugre, así que lo guardaba de modo que no tocara superficie, era como hundir contantemente a una persona con flotador, siempre tendía a elevarse sobe la superficie, así que siempre tenía que empujarlo hacía bajo, pero en esta ocasión, no sintió el deseo de hacerlo, quería simplemente dejarlo estar, y decir exactamente lo que estaba pensando; que si, que su cuerpo estaba bien, las heridas sanarían, como siempre lo hacían, pero que el resto de ella estaba perdido, y eso no era salvable, su alma, su mente, todo en ella se encontraba corrompido, se sentía sucia, ella sería así por siempre, nunca sería capaz de establecerse, ya que nunca tendría una amistad verdadera hasta que se abriera a alguien.

Pero eso nunca iba a pasar, esta carga era suya y de nadie más, solo ella debía saber, y hacer eso le alejaría de las personas que quería, aunque tendía a negarlo, sabía que su amistad con April no sería para siempre, tarde o temprano ella se molestaría, y no sería capaz de ser tan egoísta como para contarle la verdad solo para conservar su amistad, no era justo con ella; siempre estaría sola, ya se sentía sola, anhelaba la compañía de alguien que la entendiera y supiera sus secretos, tal eran las ganas que se sentía atraída y tentada por la idea de decirle todo a James, soltarlo todo, y simplemente que él hiciera con eso lo que se le antojara, pero no era justo ni correcto hacer eso.

―Si. ―dijo en voz baja, no era correcto hacerlo portador de su sufrimiento, sus secretos eran equipaje lleno, una carga que no debía entregar a nadie más, pero las maletas empezaban a hacer peso sobre su ya maltratada espalda, por lo que el deseo de ser libre, de no ser prisionera de una mentira, crecía cada vez más, estaba cansada. Cansada de preguntarse como estas solo le pasaban a personas débiles como ella, sabía que todo sería mejor, para ella, si decía la verdad, pero eso sería ser egoísta, los demás no merecían eso― Solo estoy cansada. ―respondió, solo que no por los motivos que él creía.

―Y enferma, además, tu siempre pareces cansada, asumo que por eso tomas tanto café. ―bueno, era bastante obvio, algún día se darían cuenta de que lo único que tenia de color en el rostro, eran bolsas negras bajo los ojos.

―Claro que no. ―pero prefería negarlo, porque si continuaban por este camino, llegarían al asunto crucial, ¿Por qué no duermes? El agujero del conejo, y ella ni era Alicia, ni le gustaba mucho el relato de Lewis Carroll.

―Claro que si, ni siquiera deberías perder tu tiempo negándolo, recuerda que te he visto con café todos los días, y tus ojos se ven cansados. ―contestó él.

―¿Estás diciendo que mi aspecto es deplorable? ―genial, un chico le estaba diciendo que durmiera porque estaba hecha un desastre, no se consideraba una mujer vanidosa, pero era mujer, y le gustaba estar decente, medianamente presentable, sabía que no era bonita, pero que se lo dijera así le molestó.

―No, estoy diciendo que no pretenderás descuidar tu sueño, y que no se note en tu cuerpo, aparte del hecho de que pareces beber un litro de café diario.

Imbécil, la verdad es que sabía que James tenía razón, sus pesadillas podía ocultarlas, pero no las consecuencias de ellas, y sabía que era inmaduro molestarse porque le dijeran la verdad que era más que obvia, pero no pudo evitarlo― Permiso. ―dijo intentando alejarse de él, pero sabía que igual no llegaría muy lejos, su cabeza seguía martilleando, y además no le dio tiempo de mucho, porque James la detuvo y coloco sus enormes manos sobre sus cadera, aventando por la ventana su idea de alejarse y se inclinó hacía ella, susurrando en su oído.

―No hasta que te cure las manos, cielo. ―"cielo", sentía como si pudiera derretirse bajo esas palabras ¿Estaba cachonda acaso? Se sentía como una adolescente, suspirando internamente por un chico, por una palabra, y el hecho de sentir su aliento en su cuello cuando le hablo en susurros la dejo más mareada que la enfermedad, el saco un maletín de primeros auxilios, y antes de que se diera cuenta, la levanto colocándola sobre el mostrador, ¿Sería muy obvio decir que jadeo por la sorpresa?

Estaban tan cerca el uno del otro, estaba fascinada, tener esos ojos tan cerca de ella era la droga más potente sobre la tierra, después de que desinfectara sus manos, y las vendara, vendaje que tendría que explicarle a April, se preocuparía por esos detalles más tarde, en este momento solo importaba dominar el antiguo arte de mirar a James mientras no se daba cuenta― Listo. ―dijo bajándola del mostrador.

Su intento de desplazarse fue tan exitoso como la invención de una rueda cuadrada.

― ¿Estás enferma, o ebria? ―dijo burlándose de ella.

Suspiró, sabía que no llegaría a la sala de pie, tal vez podría arrastrarse, o tal vez podría dejar que la cargara, pero no quería, se sentía como un bebé indefenso en sus brazos― Si quieres puedo cargarte. ―le ofreció pedante.

Gracias pero no, se arrastraría, no era tanta la distancia― No, yo puedo, además no me gusta cuan... ―antes de que pudiera procesarlo ya estaba en el aire, en sus cálidos brazos, podría insistirle que la bajara, pero no valía la pena, más cuando se encontraba tan a gusto junto a él, aunque nunca admitiría eso en voz alta.

― ¿Por qué no te gusta que te carguen? ―le preguntó.

Porque se sentía vulnerable, e indefensa, no estaba acostumbrada al trato amable, su padre nunca la había cargado, ni siquiera cuando de pequeña se partió una pierna, solo la arrastro al hospital, arrastrada, como si fuera un saco de harina― Porque nunca lo hacen ―y esa era la verdad.

―Pues que mal, a mi me gusta, además en este momento necesitas de mi ayuda―él sonrió hacía ella, y ella hizo lo mismo, de todas las personas en el mundo, él se había ofrecido para quedarse con ella, no quería ni sabía que responder al hecho de que él acababa de decirle que le gustaba cargarla, cómo responder si a ella le gustaba que la cargara, solo él, se quejaba, pero le gustaba, guardo el sentimiento en una caja para examinarlo más tarde, y se concentro en ver a James como si la vida se le fuera en ello; él la llevo al mueble, y le dijo que se descansara, estaba agotada, y quería relajarse...

Él siguió cuestionándoles su razones para no dormir, cuando empezó a rendirse, quería resistirse, pero no pudo, el sueño gano esta partida, siempre lo hacía.



Cicatrices en el Alma [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora