Empecemos

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Daniela Pov

No toleré más sus estupideces, me di vuelta atrás y me fui sin más mierda en mis oídos.
A la mierda ella, a la mierda Julianne si eso quiere. No lucharé, me importa un carajo aunque me duela. Ya no más.

Regresé a piso en busca de algo para distraer mi coraje. Pocas suturas, algunas fracturas, uno que otro infarto. Nada que causara más problema. Solucionamos todo acorde a como se podía antes de que se acabara mi turno, fuimos a la pizarra para ver si había alguna cirugía pendiente y el horario de guardias estaba en el calendario. Revisé para observar quiénes estaban para esa reserva.

-¡Mierda!

Estaba mi nombre. Hoy no iría a ningún lado. Me fui al bar de un lado del hospital a pedir una coca cola o algo. Odiaba mi maldita vida ahora. Una guardia de dos días.

-dame una cerveza Joe.

A la mierda la puta coca cola.

Me dieron la botella y bebí de ella como si no hubiera un mañana. Estaba furiosa sí, de todo y de nada a la vez. Mire a mi alrededor y no había casi nadie, muy pocas personas así que pedí la segunda y última cerveza de la noche.

-esa va por mi cuenta.

Una voz algo grave pronunció esas palabras, obviamente refiriéndose a mi bebida. Giré la cabeza para ver de quién se trataba y era una mujer alta, delgada, elegante y rubia.
Muy atractiva, llamativa y refinada para estar en un lugar como este.

-¿puedo sentarme?

Asentí sin decir nada, ¿qué se suponía que debía decirle? ¿no? ¿sí?

-es doctora, puedo verlo...

Quería charlar conmigo la mujer, así que con cortesía sonreí para sentirme burda y horrible. Esto no es normal.

-Adivinaré, o es internista, traumatología o en urgencias.

-urgencias.

Añadí, sus ojos rasgados y azules se habían posado en los míos profundamente. Sin intimidarme seguí mirándola como ella a mi.

-se ve, quizá por su soledad... misterio.

-no señora, no hay nada misterioso en mi. Solo una simple doctora de urgencias.

-¿señora? Pero si no estoy casada para que me digas así. Deja me introduzco a mi misma, soy Carol Spencer.

-un placer, Daniela Ciges Boné.

-creo que he escuchado su nombre en algún lugar.

-lo dudo, tal vez sea por algún libro de mi madre Victoria Boné.

-oh claro, debe ser eso. Ese libro es precioso. Me encanta.

-gracias, mi madre lo aprecia. Joe debo irme al servicio, gracias por tan magnifica velada y por tan magnifica bebida.

Le dije al cantinero que despidiéndose, saludó como soldado.

-sí serás cabrón.

Me marché del bar de vuelta al maldito hospital de mierda, maldita sea. Ingresé y ningún paciente accidentado, ninguna emergencia que necesitara de mi cuidado. Ayudé a suturar un accidente laboral de construcción, con un serrucho una cortada de ocho puntadas.

En fin, todo sencillo. Eran las 12 de la noche, casi no había ingresado a nadie y alguna de las enfermeras me dejo ir a los dormitorios de médicos en guardia. Menos mal, intentar dormir algo antes de que me despierten las estúpidas pesadillas. Así que me dirigí a esa zona del hospital, con algo más que pereza y sueño.

No sabía. Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora