Días.

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-Soy Julianne, ¿no me recuerdas?

-eh... lo siento, pero ¿podrías refrescarme la memoria?

-una tarde nos conocimos cuando llevaste a mi hija a casa de un parque.

Pensé y recordé entonces, la niña pelirroja... la doctora que atendió a mi hermano en su accidente. La mujer que me causó curiosidad cuando estaba con Cate.

Mierda, mi Catie... Dios. Mi corazón se apretujaba con cada recuerdo.

-Claro, ya recordé y por supuesto. Adelante, por favor...

Se subió a mi pick up, y lo encendí para empezar a conducir.

-Recuerdo haberte visto unas veces en el hospital, pero un día desapareciste y no volví a verte más.

La miré, y sólo me quedé en silencio. Me puse a conducir y hubo un semáforo. Rompí el silencio.

-Disculpa mi seriedad, pero desde que entre a la milicia soy menos escandalosa.

Le sonreí de lado para avanzar ya que la luz se cambió a verde.

-bueno antes eras muy diferente. Has cambiado bastante...

Interfirió mirándome detenidamente.

-supongo, la vida nos cambia. Pasaron más de cinco años.  Debí haber cambiado algo...

Solté una pequeña risa mientras doblaba por la avenida.

-¿cómo está su hija?

Pregunté recordando a aquella niña con pecas.

-ya está algo grande. Tiene dieciséis años, es toda una adolescente. Y como tal es algo rebelde.

Encogió los hombros riendo.

-sí tienes razón todos en esa edad somos un nudo de problemas.

-bueno no soportaría verla con un muchacho besándose o algo. Lo mato... y a ella la hago monja.

Me empecé a reír como loca.

-¿hacerla monja?

Rectifiqué entre carcajadas.

-sí aunque luego la excomulgue la iglesia porque su madre es una pecadora. No importa, al convento se va si la veo besando a un muchacho.

Mis carcajadas subieron de volumen.

-¿y si fuera muchacha?

Dije limpiandome las lágrimas de risa.

-la mato al doble...

No pude contenerme, sus comentarios me hacían reír demasiado. Crucé una cuadra más según sus indicaciones y estacioné el auto.

-bueno, aquí estamos.

Le dije mientras ella se quitaba el cinturón de seguridad.

-muchísimas gracias de verdad, eres muy amable.

-de nada, cuando se ofrezca.

-eres muy linda, ten una bonita noche. Hasta luego.

Se bajó y fue andando a su casa. Así que me puse en marcha de nuevo. Hacía mi hogar. Por fin había llegado y lo primero que hice fue sacar una caja de comida congelada. Una cerveza, y prepare un baño en tina.

Cené sin apetito, típico de mi y bebí más de tres cervezas para deglutir y pasar el bolo alimenticio del esófago. Me desnudé por completo y me metí en la tina con agua tibia. Cerré los ojos y de nuevo Catie. Vienes a mi.

No sabía. Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora