Salvación I

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Daniela pov
Han pasado 30 días de mi renuncia del hospital. Treinta días en donde me he dedicado a construir con mis propias manos un hogar. Algo que espero no se me quite o se derrumbe. He estado sola construyendo esto, yendo y viniendo de ferreterías y demás tiendas de material de construcción.

Ciertamente no hablaba con nadie que no fuese mi familia, aunque conservaba la cordialidad. Creo que me convertí en una ermitaña, alguien tan solitaria que le daba igual todo lo que sucediera a su alrededor.

¿Llegue a ese punto?

Rotundamente es un sí, cuando mi entorno era tan indiferente y sin arrepentimientos, corrompió mi sed de justicia y me lleno de esa indolencia. Quizá está mal o no sé, pero he perdido tanto que ya no sé qué más pueda irse también.

Es desolación creo, no puedo corroborar con certeza que hay alguna esperanza en mi. Supongo que es un trabajo forzado y constante por sobrevivir. Ni siquiera a Camila he querido escuchar. Ni siquiera a mis madres. Creo que estoy en un punto de destierro y exilio de mi propia alma donde ni siquiera sé cómo retornar a algo conocido.

Tal vez pueda ser un grado de destrucción, o una de esas depresiones profundas. Quizá sea un berrinche o una catapulta para el suicidio. Me he convertido en ese miedo constante a la infelicidad. Pero, estando ya vacía, no hay algo que satisfaga una mínima de este maldito agujero.

Abismal, diferencias abismales entre aquella chica de 17 años que se enamoró de una mujer que nunca la dañó y siempre fue su motor. Una mujer que la inspiraba a mejorar y la inspiraba a luchar. Una mujer que fomentaba un esfuerzo digno de una odisea. Una mujer que cautivó y sembró raíces en una tierra tan fértil. Ahora aquella tierra no es más que inhóspita e inerte. Aunque intente levantarse, sigue cayendo en el abismo negro de su propia miseria. Fingir estar bien para que no descubran que duermes apenas dos horas por noche, que comes a deshoras, que disfrutas nunca.

Haberte convertido en aquello que odiabas, saber que aquello que te producía placer ahora es dolor. Que lo que te hacía feliz, ahora te hace llorar. En un sin igual de contradicciones de un mundo paralelo donde ya no sabes dónde mierda se quedó todo aquello que te había llenado de orgullo y vanidad tan deslumbrante y sagaz. Te convertiste en esa piltrafa humana, en esa maldita maraña de mierda, de recuerdos, de atrocidades y destrucción. Te convertiste en ese desecho humano.

-¿cómo va la casa mi niña?

Preguntó mi mamá Cal.

-va bien mamá, ya más o menos sigo intentando construir el esqueleto como es debido, poner bien los cimientos para que no haya ningún problema después.

Estábamos cenando en casa de mis madres. Tanto como George, Camila, Liv y Carmen.

-debe sentirse bien haberse retirado del jodido hospital ¿no?

Ahora era Carmen la que se esforzaba y trataba hacer conversación.

-fue liberador, no mentiré.

Contesté con semblante inexpresivo.

-te echamos de menos. Sobre todo los internos, extrañan escuchar tu voz de mando Coronel.

Sonreí para evitar la descortesía y me dediqué a comer. No sabía qué querían escuchar así que mejor silencie todo pensamiento raro.

-invité a otras personas a una pequeña velada corazón. Algunos amigos de la familia que quizá aún no conozcas. Y algunos que probablemente no recuerdes.

Habló mi mamá Cal mirando cómo todo me estaba ofuscando.

-¿hoy?

-sí, están por llegar. Y sí no te dije antes porque sé que no hubieses venido. Así que me evité una discusión.

No sabía. Segunda parte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora