Daniela pov
Horas de viaje, horas de vuelo. Miedo creciendo, y echando de menos.
Llegamos por fin al destino, después unas dos horas en helicóptero para llegar a la base.Habíamos llegado, nos reportamos y me fui a carpa para dormir. Un calor infernal, un olor a carne fundida, a acero fundido y a pólvora inundaba el lugar. Fétidos aromas, entre tierra, sal y sangre.
Crudos lamentos se escuchaban en los lugares aledaños al hospital de la base. Heridos bramando, sollozando y gritando.Difícil de asimilar, difícil de pronunciar. Me instalé en mi lugar, una cama sencilla, junto a otras camas para el resto de las mujeres del grupo medico.
Puse todas mis cosas en sus respectivos lugares y me reporte al deber.
Llegando al lugar, en menos de dos segundos entró un herido de un pueblo aledaño aquí. Un hombre de mediana edad con un brazo desmembrado por una bomba.
-Doctora, está perdiendo mucha sangre.
Y así era, tanta sangre corriendo por todo su cuerpo. Una herida horrible, de esas grotescas y completamente de pesadilla.
Como pude fui desinfectando, tratando de sujetar lo que podía en sí.
-necesita cirugía.
Mencioné.
-hagalo aquí, no hay quirófanos Sargento.
Escuché que una enfermera me dijo.
Trague saliva y ciertamente rece por clarividencia para sanar a este pobre hombre.
Horas, horas enteras dedicada a ese brazo. A cerrar las arterias heridas, cauterizar las venas para parar el sangrado. Mi uniforme se había manchado de rojo, un rojo penetrante. Sin embargo, pese a todos los esfuerzos, el hombre perdió el brazo. Pero su vida seguía.
Terminé con el y seguí con más heridas horribles.
Todos los días era lo mismo, heridas espeluznantes, muertes y ese olor a sangre y pólvora. Había escuchado a varias enfermeras decir que era el perfume de este lugar. Pero lo que más me atormentaba por las noches, eran esos niños ardiendo con la piel derretida cual plástico.
Esto sí que era un infierno. Un infierno espantoso y lúgubre donde no comprendías porqué existía tanta maldad. ¿Quiénes tenían la culpa? ¿Todos? ¿En qué maldito mundo vivimos?
Proclamar y pregonar que hemos evolucionado, pasar de un genocidio a otro. Que soliciten nuestros servicios en los campos de refugiados, ver a madres morir en el parto como si fueran del siglo XIX, ver ancianos muriendo de hambre. Ver la miseria humana y seguir intentando recuperar los pedazos de ese mundo infernal y echado al olvido. Tan lejos de Dios, tan cerca del fin. Hombres y mujeres enfrentando un cruento y oscuro destino. Niños sosegados, famélicos y desconsolados. Incapaces de llorar en un mundo como este donde el dolor, la perdida, el sufrimiento son el pan de cada día.
¿No hemos aprendido a ser humanos? Miles de mujeres muertas por ideas bíblicas, sesenta millones de muertes por cuestiones de raza, religión y cultura. Secuestros misóginos masivos, esclavitud centenaria, guerras tras guerras. Guerras santas, llamados de Dioses. Alá, Dios, supervivencia, supremacía. Infame mundo, infames humanos. Precarios de todo, precarios de moral. Ver el mismísimo infierno a inocentes cuya única culpa es haber nacido aquí.
Inocencias rotas, esperanzas nulas, destinos fatídicos y caóticos vivir. Esto sin pies ni cabeza ha provocado las muertes más infames que he visto. La sangre desperdiciada en vano, las bombas químicas asfixiando a infantes. Disparos y gritos despertando a la media noche. ¿Qué ha pasado con el mundo?
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No sabía. Segunda parte.
Teen FictionCaliope y Victoria por fin habían hecho su vida juntas, dos hijos que adoraban y una familia que además de peculiar, era una familia extraordinaria. Daniela, la hija menor de ese par de tórtolas, podría pasar lo mismo que ellas... Pero, ¿será más in...