| Treinta y siete.

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Capítulo treinta y siete.

—Si fuese tu, lo perdonaría ya —comentó mi madre mientras cerraba la puerta de la entrada y caminaba al salón—. Ya tenemos suficientes flores, además, el pobre se queda sin palabras ya —dice entre risas, llevaba un ramo de flores en su mano—. Ahora solo pone «lo siento» —leyó en voz alta la pequeña tarjeta que venía en las flores.

—Oh, lo he perdonado —me mira confusa mientras deja las flores en medio de la isla de la cocina—. Solo lo hago sufrir un poco —levanta una de sus cejas y entrecierra sus ojos.

—No seas mala —se cruza de brazos y se apoya de la pared—. Estoy pensando en darle otra oportunidad, y las flores ni si quiera son para mi —no puedo evitar soltar una carcajada, echando mi cabeza hacia atrás.

—Tranquila, mamá —me acomodo en el sillón y me encojo de hombros—. Todo está bien.

—Está bien —se acercó a sillón y me dedicó una sonrisa—. Por cierto, saldré con Martha hoy y le dije que cuidarías a su hijo por una hora —su sonrisa creció y me suplicaba con los ojos.

—Vale —hice una mueca, nunca había cuidado a un niño pequeño pero, no creo que sea tan malo—. Eso si, saldré antes con Chantel.

( )

—Cuando dije de quedar, me refería sólo tú y yo —le susurré a mi amiga sin quitar la mirada de los cinco chicos que teníamos al frente.

—¡No me lo aclaraste! —se cruzó de brazos—. No se, creí que querías salir con nosotros a comprar algo —se encogió de hombros, escondiendo una sonrisa.

—Vale —suspiré—, te pedí venir porque necesito tu ayuda —le dije a Chantel mientras caminábamos al centro comercial, los chicos me escuchaban expectantes.

—Te escucho —me miraba curiosa.

—Pues, mi padre suele mandarme dinero de vez en cuando para las cosas que necesite —asintió con la cabeza para que siguiera hablando—. Y he decidido cambiar mi manera de vestir, ya sabes, lo que tengo ya no es de mi agrado —hice una mueca de disgusto al pensar en las camisetas con estampados de dibujos cutres.

Chantel soltó un agudo chillido al escucharme—: ¡Genial! Si, si, te ayudaré —tomó mi mano y me arrastró hacia una de las tiendas—. Comencemos por algunos vestidos para salir de fiesta porque, lo siento pero, los vestidos que te regala tu tía son muy feos —arrugó la nariz y los chicos rieron detrás de mi.

—Lo se, lo se —bufé, pasando la mirada por todos los vestidos que se encontraban colgados a mi lado—. ¿No se aburrirán? —le pregunté esta vez a los chicos.

—Que va —contestó rápidamente Steven—. Me divertiré ayudándote a elegir alguno de estos bonitos y cortos vestidos —habló divertido, ganándose un suave codazo de parte de Chantel.

—Está bien —interrumpió mi amiga—. Sienna, ve a un probador —señaló hacia dónde estaban las cortinas de color negro—. Nosotros ya te llevaremos algunas cosas. ¿Necesitarás zapatillas también? —asentí, ganándome una mirada cómplice de su parte, sabía que le encantaba jugar a las muñecas conmigo.

—¿Ustedes también elegirán cosas? —pregunté divertida, dirigiéndome hacia los chicos, que ya empezaban a acercarse a algunas prendas.

—Claro, nunca sobra una opinión masculina —contestó Slash con una sonrisa en su rostro.

Asentí con la cabeza y caminé hacia el primer probador que vi, había poca gente en la tienda y, me parecía mejor así, me agobiaba cuando había mucha gente caminando por el pequeño pasillo de los probadores.

Good to be bad ; Izzy Stradlin. (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora