| Uno.

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Capítulo uno.

—¡Sienna! —el grito de mi madre hizo que dejara de mirar por la ventana, creo que llevaba unos buenos diez minutos viendo los árboles y casas que habían al otro lado de la calle— ¡Sienna, baja! —me separé rápidamente de la ventana y salí de la habitación, esquivando las cajas que había en el suelo.

La habitación estaba vacía, no estaban mis pósters de películas ni el armario lleno de libros que me había terminado de leer. Las paredes completamente blancas, una cama en medio y al lado de esta una pequeña mesa.

Lo primero que hice al llegar fue guardar toda mi ropa, aunque el armario era demasiado grande para lo poco que tenía. No tengo todos mis libros, ya que tuve que dejar muchos en Alabama, pero los que pude traer están en el escritorio que estaba al lado de la ventana.

La casa era enorme y, el jardín era definitivamente lo mejor de la casa, había una hamaca al lado de una barbacoa –que dudo que usaremos–, habían unos pequeños árboles al rededor del muro que nos separaba de la otra casa, tan pequeños que podría subirme a ellos sin ningún problema. La casa aún no estaba decorada, lo cual hacía que se viese aún más grande de lo que era, y muy poco acogedora.

Hoy había llegado a Nashville, Tennessee, junto a mi madre. Había elegido este lugar ya que su hermana vive aquí y, según ella, sería más fácil con una cara conocida.

Extrañaría Colorado, de eso estoy totalmente segura, estoy acostumbrada a mi rutina, me gusta tener todo planeado y saber que va a suceder, y este cambio repentino de ciudad ha cambiado todo.

—Aquí, mamá —dije ya cuando estaba en el penúltimo escalón, di un pequeño salto y llegue ya a la primera planta—. ¿Qué pasa?

Mi madre me miró sorprendida por unos segundos—: ¡Sienna! ¿Qué haces saltando por la casa? —ahora la miré yo sorprendida, abrí la boca, preparada para contraatacar, pero ella se adelantó en hablar—. Le pedí a tu tía que llevara tu uniforme a la lavandería y, creo que ya estaría listo, así que necesito que vayas a buscarlo después de comer.

—¿Uniforme? ¿Qué? —mi madre sonreía al escucharme. Hacia mucho tiempo que no la veía sonreír así, la mudanza de verdad la tenía muy contenta y, desde el divorcio estaba bastante desanimada.

Al escuchar mi pregunta, negó con la cabeza y rió ligeramente—: Cariño, para el instituto —al ver que no comprendía, siguió hablando—. Mañana empiezas, ¿recuerdas?

—¿Mañana? —resoplé. Sabía que tendría que ir al instituto un día, pero me esperaba al menos una semana de descanso, no sé. Quejarme no serviría de nada, mañana tengo que ir al instituto y así será—. ¿Dónde está la lavandería de la que hablas? —al ver que cooperaba, mi madre volvió a sonreír.

( )

Me distraía mucho, estaba nerviosa por mañana, no se qué pasaría ni que tipo de personas me encontraría en el nuevo instituto. Después de un par de vueltas por el centro –que no quedaba muy lejos de casa–, por fin encontré el lugar que me había indicado mi madre.

«Volvemos a las 18:00pm» es lo que ponía el cartel que estaba en la puerta de cristal del pequeño local. Me acerqué más al cristal de la puerta para poder ver el reloj que había colgado en la pared –las seis menos cinco–, al menos no tendría que esperar mucho, solo cinco minutos.

Volví a ponerme los auriculares, miré al rededor y vi una pequeña plaza en la que podría esperar a que abriera. Pasé al lado de una cafetería muy bonita, aproveché el momento y paré rápidamente a verme en el reflejo del cristal para poder acomodarme el flequillo, me fijé bien en lo que había dentro del local y vi que frente a mi estaba sentado un chico rubio junto a uno pelirrojo, ambos riéndose de lo que estaba haciendo. El pelirrojo me saludó con su mano mientras seguía riendo junto a su amigo.

Avergonzada, quité la mirada del cristal y rápidamente di la vuelta para ir hacia la plaza que había visto antes, pero choqué con alguien al darme la vuelta. Al levantar la mirada pude apreciar unos ojos verdes muy bonitos, el chico tenía el cabello negro y muy despeinado, bajé la mirada y vi que el cigarrillo que tenía entre sus dedos ahora estaba roto por la mitad.

—¡Lo siento! Fue sin querer, en serio —aún estaba avergonzada por lo de los chicos dentro de la cafetería, y podía imaginar como reían aún más al verme chocar con el chico. Di un paso hacia atrás para esta vez, si poder ir a la plaza.

—¡Eh! —el chico me cogió del brazo, haciendo que parara—. Has roto mi cigarro, me debes al menos un café, ¿no? —una pequeña sonrisa burlona apareció en su cara, riéndose de lo que había hecho anteriormente.

—¿Un café? Pero si un cigarro te cuesta treinta centavos —me crucé de brazos y levanté la ceja. Aproveché el momento y vi la hora en el reloj que el llevaba en la muñeca, faltaban dos minutos para las seis, así que ya tenía que irme—. Fue una gran conversación, pero tengo que irme —me despedí del chico con la mano y a paso rápido me dirigí hacia la lavandería.

—¡¿Cómo te llamas?! —escuché como el chico gritaba desde donde estaba.

Miré a ambos lados de la calle antes de cruzar, volteé rápidamente y le grité de vuelta—: ¡Soy Sienna!

Good to be bad ; Izzy Stradlin. (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora