| Cincuenta y uno.

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Capítulo cincuenta y uno.

Esperaba con ansia a que el semáforo que tenía delante se pusiese en verde para los peatones, estaba lloviendo muchísimo y el asqueroso viento de Los Ángeles no ayudaba en nada.

El paraguas que llevaba parecía de adorno, se iba de un lado a otro y yo seguía empapándome pero, al mirar a mi alrededor y ver que no era la única sufriendo me hacía sentir mejor.

El aparato delante de mi por fin cambió de color y empecé a dar pasos rápidos hasta llegar al pequeño techo del edificio que tenía en frente. Solté un fuerte soplido y cerré como pude el paraguas, aunque creo que hubiese sido mejor haberlo tirado porque ya no daba más de si.

Levanté la cabeza y observé la enorme edificación, cada vez que lo veía me sorprendía lo alto que era, siempre parecía que era la primera vez que iba.

Sacudí un poco el paraguas y entré por las grandes puertas, saludé con un movimiento de cabeza a Tomás, el hombre argentino que se aseguraba de vigilar el lobby y con el que hablaba todas las mañanas antes de ir a trabajar. Esta vez no tenía tiempo a pararme a saludarle bien, pues tenía que llegar rápido antes de que mi tía se fuese.

Troté un poco hasta al ascensor cuando me di cuenta de que, por suerte, estaba abierto frente a mi. Pulsé el último piso y esperé en silencio el corto pero tan largo tiempo hasta llegar a casa.

En cuanto entré al apartamento me encontré a mi tía preparada para salir, las maletas estaban a su lado y su pequeño y molesto perro no dejaba de ladrar.

Un poco más de un año ha pasado desde que vivo aquí, desde que me mudé con mi tía al apartamento de Los Ángels de Adam, su prometido. En cuanto me gradué me vine con ellos, la decisión fue básicamente tomada a último momento, a mamá no le hacía mucha gracia al principio pero sabía que era una gran oportunidad para mi.

El apartamento era enorme, pues era un Penthouse en la costa; no entendía como Adam podía vivir antes en este sitio tan grande estando el solo.

—¿Sabes algo de el? —la voz de mi tía me hizo volver a la realidad. No hacía falta mencionar su nombre, ya sabíamos perfectamente a quien se refería; era un tema de conversación muy repetido entre nosotras.

—No —contesté con la mirada fija en la pared que tenía detrás, no podía verle a la cara porque mi sangre hervía.

Se quedó callada unos segundos antes de responder—: Bien —suspiró levemente y pasó por mi lado—. Estará tirado en alguna esquina pidiendo dinero —soltó aquel comentario como si fuese la broma más normal del mundo, soltando un leve risita que pude escuchar—. No era el chico ideal para ti, te mereces algo mejor y menos mal que te ha dejado en paz.

Le seguí con la mirada, viendo como se aseguraba de que tenía todo en su maleta, susurrándose a si misma algunas cosas. cerró todos los bolsillos y volvió a mirarme, esta vez dándome una sonrisa con la boca cerrada y acercándose a mi para seguir hablando conmigo—: Ha pasado un año ya, Sienna —sus manos se ubicaron a cada lado de mi cara mientras me observaba con una pizca de lastima—. Se ha olvidado de ti, ha preferido que te vinieses aquí y ya es momento de asimilarlo.

Sus palabras dolían, dolían cada vez que me soltaba el mismo discurso cuando me veía triste o de mal humor. Le hacía gracia la situación con Izzy, el hecho de que desapareciese de un día a otro de mi vida, dejándome el claro mensaje de que lo mejor era que me fuese porque no tenía nada que hacer en Tennessee.

Por fin me digné a mirarle a los ojos y, con la mirada triste logré confesar—: Es que siento que fue hace tan sólo semanas la última vez que le vi, que estuve con el...

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2023 ⏰

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Good to be bad ; Izzy Stradlin. (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora