Treinta y uno

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Algo que le avergonzaba a Hoseok era admitir que había escrito una carta a su madre en el tiempo que Taehyung se fue. No tenía mucho que hacer más que atormentarse a si mismo, ¿Por qué no escribirle algo a su madre? Es decir, ¿Cuantas posibilidades hay de que la leyera? Incluso si le llegara la carta, ¿Por qué ella querría leerla? Nada le aseguraba que ella lo haría, porque ella era orgullosa, una mujer fuerte, las más fuerte que Hoseok había conocido nunca. Era una mujer admirable.

Hoseok no sabía como es que no tenía la vergüenza al escribirle una carta, pero ahí estaba. En una tarde tranquila y sola dentro de su celda. Con una pluma escribía en una hoja de papel que había conseguido en la entrada.

Lo pensó muy bien; escribirle a su madre no era fácil, no después de tres años sin comunicarse. Hoseok sabía que ella lo odiaba desde el momento que decidió mudarse... mudarse al otro lado del mundo. Sabía que lo odiaba desde el momento en que empezó el mal camino. Sabía todo el trabajo que le había dado a su madre, hacerla cargar con él y sus travesuras no debió de ser fácil. Hoseok sabía que le debía mucho a su madre, una disculpa por ejemplo.

También se lo debía a su padre, pero con su mamá era algo más profundo, y es que su madre fue su pilar hasta el momento en que él decidió dejar caer la estructura. Los dejó caer a ambos, les debía un perdón y mucho más que eso. A su hermana también, por haberla dejado sin decir algo. Por que un día despertaron todos y Hoseok no estaba en casa.

Sí, necesitaba hablarles ya. Necesitaba saber que estaban bien y pedirles perdón. No esperar que lo perdonaran, pero si que leyeran la carta y que se sintieran más tranquilos —si es que de alguna manera estaban preocupados por él.

Así que con su pequeña pluma y su hoja arrugada puso sus manos a la obra. Empezó a escribir, esperando que las palabras correctas se presentaran. Esperando poder plasmar lo que quería decir. Esperando que su mamá pudiera leerla, porque aquella admirable y fuerte mujer se merecía todas las disculpas del mundo. 


San Francisco. 1939

Mamá, sé que no quieres oír de mí, porque si yo fuera tú tampoco querría hacerlo. Créeme que incluso siendo yo mismo, no quiero saber de mí. Es estúpido, pero real. No tengo derecho  para pedirte esto, pero mi conciencia no estará tranquila hasta que lo haga.

Te pido perdón, pero no te pido que me perdones. Quiero disculparme, pero no quiero que lo aceptes, realmente no lo merezco. Lo único que quiero es que leas esto, que puedas recordar esta carta por lo que te quede de vida. Que conozcas lo que siento y lo mucho que me arrepiento por haberlos dejado así, sin despedirme ni decirles algo.

No puedo imaginar lo mucho que te dolió despertarte y no haberme visto en casa. Sé que me odiaste después de eso, y tal vez no quieres saber algo sobre mí, lo entiendo y estoy de acuerdo. Tienes todo el derecho, pero eso no me quita el derecho de querer hablar contigo, por más descarado que suene.

Te amo, mamá. Y para que lo sepas, no, no la estoy pasando bien ahora. 

Estoy en prisión.

Quería que pudieras saber de mí antes de que fuera muy tarde y yo ya no esté. También porque sé que si no escribo esto ahora no lo haré nunca.

Ahora puedo sentir un poco de como te sentiste alguna vez, mamá. Sé que conoces los días tristes, los días difíciles, donde es jodido tan siquiera cargar con tu alma. Sé que te hice pasar eso, y ahora lo entiendo mejor, porque es exactamente lo que estoy viviendo. Gracias por haberme soportado todo lo que pudiste.

Make yourself harder to kill |vhope|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora