Treinta y dos

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Hubo algo que le dijo que ese día iba a ser diferente, no sabía con exactitud si era el aire o aquella sensación en el estómago, pero su cabeza tenía una pequeña voz, susurrándole que las cosas acabarían más rápido de lo que podría tan siquiera imaginarlo. Hoseok se sentía extraño ese día, además de la sensación es su estómago, había cierta adrenalina corriendole por todo el cuerpo. Se sentía... diferente. Tenía tiempo sin sentirse así.

Cuando se levantó supo que era muy temprano; la luz del sol ni siquiera había salido, pero Hoseok tenía tanta energía que le fue imposible no soltarla de a poco. Tirado en su cama, apretaba los dedos de los pies y tensaba las piernas por toda la energía que tenía. Quería pararse y correr, sin dirección o propósito, sólo quería correr bajo la luna y sentir el aire fresco en su cara, el viento con olor a mar inundandole el sistema respiratorio. Quería sentirse libre.

Duro toda la madrugada despierto, esperando poder desaparecer esa adrenalina, pero no sucedió. Cuando las rejas se abrieron él sólo tenía más energía, no estaba cansado ni quería dormir, quería moverse, golpear, correr, meterse en problemas. Quería que alguien lo golpeara hasta que la palabra adrenalina no existiera en su vocabulario.

Joder, si pudiera duplicarse ya se habría dado una golpiza a si mismo.

Más tarde, a eso del medio día y mientras estaba en el patio, observando la ciudad y deseando estar en ella, algo captó su atención. Fue un ruido lo que lo hizo ponerse en alerta de inmediato, giró su cabeza a la derecha y corrió a la reja que no le permitía salir más allá. Observó el agua chocando con la orilla, observó la tierra, observó el papelito blanco tirado al lado de la reja... Esperen. Hoseok devolvió la mirada al papel, se veía maltratado, sucio y de días. 

Como pudo, estiró un brazo a través de la reja —cuidando que no lo vieran— y tomó el papel. Estaba mojado y con tierra por todas partes, pero lo que fuera que tuviera escrito era legible todavía.




"¿Me extrañas?"




Hoseok soltó el papel de inmediato después de leer esas apenas dos palabras, como si quemara. Joder, joder, joder. No sabía si es que se estaba volviendo loco o si la desesperación era demasiado grande, pero ese mensaje sólo podía ser de una persona.

Sí, maldición. Te extraño más que a mi libertad.

Con cuidado miró a su alrededor y se agachó por el papel de nuevo, lo guardó en su bolsillo derecho y observó de nuevo para la tierra. 

Él estuvo aquí.

No pudo ver nada, pero sabía que sin duda era de él. Podía ser que llevara días —o incluso semanas— varado ahí, pero era reciente.

— Número 82, no puedes estar tan cerca de las rejas. Aléjate de ellas. —dijo un guardia desde lo lejos. Hoseok no se acostumbraba a que lo llamaran por su número de registro o que tan siquiera le llamaran la atención, pero obedeció. Agradeció que el guardia no lo viera tomar el papel.

Entonces, volviendo a Hoseok. Ver aquel papelito sólo le devolvió la adrenalina. Aquel papel le descargó una ráfaga de electricidad desde la planta de sus pies hasta la punta de sus cabellos. No pudo evitar sonreír, en serio.

Saber que Taehyung estaba vivo le devolvió la tranquilidad, pero saber que estuvo aquí lo hacía... Ah, era difícil de explicar, pero era como sentirse más vivo. Como si Taehyung le devolviera su esperanza y positivismo. Como si ahora fuera más dependiente de Taehyung que de si mismo.

Esa misma noche, cuando la adrenalina ya no estaba tan presente, había rogado porque lo dejaran salir al patio un poco, tan sólo a respirar y poder despejarse. Sí lo dejaron, pero había un guardia vigilandolo a unos cuantos metros. Estaba bien.

Hoseok se sentó en la banca más alejada y recargó la espalda contra el cemento.

— Sólo serán quince minutos, Número 82 —dijo el guardia a la entrada de la prisión, con arma en mano, en posición y estado de alerta. Hoseok asintió, quince minutos ahora se veían mucho más que suficientes.

Cuando miró el mar, las palabras de Taehyung lo golpearon. Sin motivos ni detonantes, pero le llegaron a la cabeza tan rápido que le asustó.

Hazte más difícil de matar. ¿Cómo se hacía eso? 

Por lo que había entendido, se trataba de soportar hasta el último segundo de batalla y no rendirte jamás, por más difícil que fuera. No se trataba de hacerte invencible —porque eso no existe— pero si hacer que las cosas valgan más. 

Es simple. ¿Vas a morir en tres minutos? Entonces haz que se hagan cuatro.

Taehyung era un claro ejemplo de eso. Por los periódicos había conocido al gran Señor Kim y sus fantásticas huidas de la policía. Como la vez que fue disparado en las dos piernas, pero a pesar de eso nunca dejó de pelear. Y míralo ahora, se cortó el vientre para salir de prisión, no por él, sino por Hoseok. Porque Taehyung no soportó ver a Hoseok así, no soportaba verlo en ese lugar ni en ese estado de ánimo.

Taehyung era todo, excepto una persona egoísta. Podía ser el criminal más peligroso de América, pero tenía el corazón más realistamente frío y grande que jamás haya existido. No el más cálido ni el más humilde, Taehyung no era así. Él tenía el corazón más cruel, realista  y frío que pudiera existir, pero eso le ponía tantas cosas en su contra —como su debilidad por Hoseok, de alguna manera.

Tenía sus momentos cálidos, pero sólo con dos personas en este mundo; Hoseok y Suni. Nadie más conocía la sonrisa de Kim tan a fondo, o la manera en que su rostro brillaba cuando sonreía, lo atractivo que lo hacía verse. Tan siquiera el sonido de su risa, grave y profunda, era delicioso al oído.

Nadie conocía lo rojo que sus mejillas se ponían cuando follaba, tan bien como Hoseok lo hacía. O la forma en sus dedos se sentían sobre su cabello cada vez que lo acariciaba.

Hoseok lo extrañaba tanto que cuando dormía contra la almohada de Taehyung, podía escuchar sus latidos, como si estuviera ahí. Aunque sabía que sólo eran sus recuerdos tratando de mantenerlo vivo. A veces en serio olvidaba que ya no estaba, que sin pensarlo decía su nombre, esperando que le respondiera.

Ya habían pasado al menos diez minutos de los quince que le habían permitido cuando el movimiento de un árbol fuera de la prisión logró sacarlo de sus pensamientos. Era sólo el viento, pero el lado paranoico de Hoseok no podía quedarse en las sombras, no después del papel de esta mañana. Cualquier simple roce era relevante y ponía su piel suficientemente sensible.

Fue extraño cuando el ruido se repitió varias veces, no paraba. Quería mencionarlo, decir su nombre y que alguien le respondiera con un "Soy yo, Taehyung"  pero no tenía agallas para hacerlo. Eso sólo demostraría el deterioro de su salud mental.

— Él no está aquí, Hoseok. Ya no —se susurró a si mismo. Casi inaudible incluso para él mismo.

Una risa áspera y grave le puso la piel de punta. Fue una risa débil, que estaba seguro sólo haberla escuchado él, ya que el guardia se veía normal. Giró la cabeza, miró fijamente al otro lado de la reja, pero no pudo enfocar algo, estaba demasiado oscuro entre tantos arboles.

Él sólo lo había imaginado.

— Te extrañé, Hoseok. —Una voz grave y dura susurró— ¿Ahora eres más difícil de matar?

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pied piper


Make yourself harder to kill |vhope|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora