Cuarenta y cinco

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Chicos, les voy a confesar que no recuerdo si ya le había puesto apellido a Danniel, pero en todo caso de que ustedes si se acuerden, haganmelo saber para cambiarlo.

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— Ha muerto. —dijo la voz más áspera en la habitación. Sostenía una copa de vino tinto en su mano y miraba por la ventana de su oficina. Tenía a dos guardaespaldas detrás de él, como dos perros fieles. La furia en su mirada tranquila podía partir una botella de cristal.— No tenía que morir, no lo tenía permitido. Me debía dinero, me debía más dinero del que podría pagarme en toda su miserable vida, pero al menos estando vivo podría torturarlo y mantenerme entretenido. Ese hijo de perra se atrevió a morir —lanzó la copa contra el librero a su derecha.— Teníamos tratos en pie, nadie me deja a la mitad.

Los hombres detrás de él sólo observaron, ninguno movió un músculo.

— ¿Qué quier que hagamos, señor? —dijo el hombre a su izquierda.

Al oír eso volteó. Miró al hombre que había hablado y sacó su arma del bolsillo trasero.

— Quiero que hagas muchas cosas, créeme. —le puso el cañón del arma contra su cuello— Para empezar quiero que me digas que sucedió, quiero saber como murió Danniel Hemmington.

El hombre tragó saliva.

— Lo asesinaron en Alcatraz. —soltó con el frío de la pistola acariciándole el cuello.

— Habla bien. —quitó el seguro del arma.

— Murió hace casi unos meses, un preso lo mató con un arma blanca. Hemmington murió desangrado. 

— ¿Y cómo mierda es que yo no me había enterado? —presionó más el arma.

— La carta nos llegó hoy, señor. —dijo el otro guardaespaldas.

Inmediatamente volteó a verlo, quitó el arma del cuello del hombre y se alejó, directo a su asiento, detrás del enorme escritorio. Lanzó el arma sobre este y levantó la barbilla, viéndolos con superioridad.

— Quiero que asesinen al bastardo que se atrevió a matarlo. Matenlo lentamente, que dure días. No me importan los guardias de la prisión, si es necesario matenlos también, pero quiero a ese preso muerto. 

Los guardias se vieron entre sí.

— Me temo que no podemos hacerlo, señor.

Esas palabras fueron claves para que este levantara su vista, tan rápido como la luz. Los miró tranquilamente y luego se inclinó en su asiento.

— ¿Puedo saber por qué? —dijo peligrosamente amigable.

Los guardias se volvieron a ver nerviosos.

— El asesino de Hemmington es Kim Taehyung. —uno habló.

La sonrisa que tenía se borró lentamente de su rostro. Sus ojos mostraban la sorpresa y la furia, una mezcla de sensaciones que juntas eran tóxicas. Tragó saliva y apretó los puños sobre la mesa. Miró al suelo, sin saber muy bien que hacer ahora.

— ¿Henry lo sabe?

— Los demás ya saben, señor. No dijeron nada.

Se talló la barbilla con la mano, con el semblante serio.

— Quiero que hagan una cosa.

— ¿Qué es, señor?

Kim Taehyung era un hombre peligroso con el que nunca se habían metido. Temía que si lo hacían podrían desatar la guerra. También podían retirarse de la jugada, pero era mucho dinero lo que ese infeliz les debía, y una cantidad como esa no se puede ignorar. 

Make yourself harder to kill |vhope|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora