XIV

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Este día parece ser soleado y las nubes del cielo son perfectamente blancas, al igual que el claro cielo azul

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Este día parece ser soleado y las nubes del cielo son perfectamente blancas, al igual que el claro cielo azul. Los rayos del sol pueden llegar a ser molestos, pero ahora, en este justo momento en que estoy de pie aquí afuera en los pequeños jardines del instituto, los rayos del sol son relajantes, me dan paz, una tranquilidad que no merezco.

—Oye... ¿Qué diablos pasó contigo? ¿No habías dicho que ibas a acompañarme a empacar mis cosas para la mudanza a la casa de mi padre? ¿Qué demonios fue lo que sucedió para que no llegaras? Ni siquiera me mandaste un mensaje y pensé que hoy no vendrías a la escuela, ya que faltaste dos días seguidos. No quise ir a tu casa ya que la última vez que lo hice tú me corriste completamente ebria diciendo que no me necesitabas, ni a tu madre ni a nadie más, pero definitivamente me preocupas mucho, Jane.

Alexa me observa con un gesto de angustia y preocupación que me hace suspirar de cansancio. Si supiera ella que en esos últimos días que no vine a la escuela Luca ha estado mirándome de esa forma durante horas. Es cansado, es molesto e innecesario. Pero, bueno, sé que les importo demasiado y les preocupo... Yo estaría preocupada por ellos también, solo que... estoy bien.

—¿Y por qué llevas esos lentes tan oscuros? Tú nunca usas lentes, a menos que ayer hayas fumado marihuana y tus ojos todavía estén rojos... ¿Es eso? ¿Por eso faltaste?

Bajo la cabeza sin responder a sus preguntas y me abrazo con más fuerza a mí misma. No quiero mentirle a Alexa pero tampoco quiero decirle la verdad, estaría peor de lo que está ahora y no me dejaría en paz en todo el día si le digo que hace unos días estuve a punto de morir ahorcada por un tipo en un bar.

—No, no tiene importancia. ¿Por qué no mejor entramos a clases? —respondo después de un largo segundo, y comienzo a caminar hacia la entrada del instituto con la cabeza abajo.

Sin embargo, Alexa me toma del brazo y me da media vuelta rápidamente.

—Nos toca Idiomas, que se joda el profesor Blood, ahora necesito saber qué fue de ti todo este tiempo. ¿Estuviste de fiesta con tu hermano? ¿Tu madre tuvo otra conferencia fuera del país y tuviste que ir con ella? ¿Amaneciste tirada en la playa y tuviste que pedir a camioneros que te trajeran hasta la ciudad? ¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué no me dices? Sabes que me encanta escuchar tus aventuras, Jane, podría pasarme todo el día escuchándote hablar... Solo dímelo, amiga —suplica observándome seriamente y tomando de forma firme mi brazo, sin dejarme ir.

Yo aprieto los labios y alejo lentamente mi brazo de ella.

—No, nada de aventuras, no pasó nada, estuve un poco enferma y decidí quedarme en casa, eso es todo. No pude hablarte porque no quería preocuparte, sabía que si te lo decía irías inmediatamente a mi casa y no quería molestarte, ya que estarías ocupada con la mudanza a la casa de tu padre.

Mi voz suena algo dubitativa, mi vista está fija en mis zapatos y la culpabilidad infecta un poco mi sistema. Pero no le estoy mintiendo, solo no le estoy diciendo toda la verdad. Es cierto, estuve algo enferma por los golpes que me dio aquel tipo del bar y Luca me convenció de quedarme en casa hasta que los hematomas sanaran siquiera un poco. Mi rostro todavía está algo lastimado, sin embargo no es nada que el maquillaje no pueda cubrir o unas gafas ocultar.

Reckless and Dangerous (Gerard Way)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora