XLV

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Hacer esto no es nuevo para mí, seguro que ya te has dado una idea de eso

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Hacer esto no es nuevo para mí, seguro que ya te has dado una idea de eso. Sin embargo, sigue siendo tan doloroso como la primera vez que estuve obligada a hacer lo mismo.

Y aunque esto no sea por obligación, aun así tengo que hacerlo.

Adiós, Gerard.

Te dañé, te hice daño; me dañaste, me hiciste daño. Nos lastimamos mutuamente, de la misma forma que nos amamos.

Ya no hay nada que nos pueda afectar ahora, ni de manera positiva o negativa.

Dije tantas cosas... Lo siento tanto, de verdad.

Por favor, ya no me hables más, ni me mires, ni siquiera pienses en mí. Te lo aseguro, será lo mejor para ti a la larga.

Mi vida seguirá caótica y nociva, por eso no te preocupes, pero asegúrate de no terminar como yo.

Esto ha sido todo. Gracias, de verdad, gracias.

-Jane.

Muerdo con fuerza mi labio y me trago las lágrimas que quiero dejar caer sobre mi rostro. Vuelvo la mirada hacia Alexa y ella sólo asiente con la mirada, sin borrar ese gesto de pena y de preocupación por mí y por toda mi situación. Asiento de regreso e inspiro con fuerza.

—Volveré en un segundo. No me tardo —avisa Alexa en voz baja y yo vuelvo a asentir con la cabeza.

Mi amiga me mira una última vez con lástima antes de dar media vuelta y entrar por los pasillos del hospital detrás de mí. Cierro un momento mis ojos y trato de aclarar mi mente, la cual está bloqueada por todos los sentimientos que oprimen mi pecho y deprimen mi corazón.

Esto es lo mejor que puedo hacer por ahora. O, por lo menos, eso es lo que me ha dicho Alexa. Confío en ella. Aunque de igual forma ahora no puedo confiar en mí misma, no tengo la mente clara ni tampoco los sentimientos. Estoy atrapada dentro de mí con un huracán que no desaparece, y sé que no va a desaparecer en un buen tiempo, mucho menos si me quedo con Gerard ahora. Así que ella es mi salvavidas por ahora, en ella voy a confiar porque justo ahora no confío en mí misma.

Asiento con la cabeza para darme fuerzas y atravieso las dos grandes puertas de la entrada del hospital con un brío y una firmeza que no tengo justo ahora, pero que me veo obligada a fingir. Y en cuanto veo las siluetas de los tres hombres parados delante de un Mustang blanco que resplandece por los rayos de la luna que todavía nos acompaña en el cielo, el coraje me inunda el cuerpo e infecta en segundos mi sistema.

—¡¿Qué demonios es lo que te pasa?! —exclamo cuando ya he llegado hasta ellos.

Cole se interpone en mi camino para que no vaya y golpee a Axl, quien está a un lado de mi hermano delante del auto blanco, el cual no se ve culpable, sino satisfecho.

Reckless and Dangerous (Gerard Way)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora