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Siento que una gota de lluvia me cae sobre la mejilla y me recorre el rostro hasta caer contra el suelo, sin embargo, no me importa en absoluto, todo a mi alrededor ha desaparecido y se ha reducido a nada en cuestión de segundos

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Siento que una gota de lluvia me cae sobre la mejilla y me recorre el rostro hasta caer contra el suelo, sin embargo, no me importa en absoluto, todo a mi alrededor ha desaparecido y se ha reducido a nada en cuestión de segundos.

Muevo mis pies a la dirección en la que me guía Gerard sin dejar de besarlo de forma lenta pero apasionada, disfrutando de esos labios insaciables que necesitan más de mí y yo más de ellos. Y el tiempo se detiene, todo lo que no sea él y yo no parece tener importancia, mis sentimientos me atacan y me mantienen expectante a lo que sucede, a pesar de que parezca paralizada y conmocionada no puedo dejar de besarlo... y tampoco quiero.

—A-Aquí —murmura Gerard sobre mis labios y abre la puerta de un auto que no había visto antes.

Abro los ojos y trago saliva al verlo delante de mí. Tan oscuro y brillante al mismo tiempo, tan desesperado pero al mismo tiempo tan paciente, tan deseoso pero también tan... tierno.

Me recuesta sobre el asiento trasero de su auto y se posiciona encima mío de forma que no me lastima con el peso de su cuerpo, pero sí nos acerca tanto que nuestras respiraciones se mezclan y los latidos acelerados nuestros corazones llenan el silencio que se crea.

La puerta del auto está cerrada y afuera ha comenzado una lluvia torrencial que nadie esperaba venir, afuera está el mundo girando, las personas durmiendo, los chicos festejando. Pero aquí dentro... aquí no hay nada ni nadie más. El tiempo está suspendido y parece ser ilimitado, somos invencibles, somos únicos, somos dos personas paradas en el tiempo, con los corazones apunto de explotar y el deseo ardiendo en los ojos y en cada parte del cuerpo. Y sin embargo Gerard no se mueve, se mantiene ahí mirándome fijamente con esos ojos que podrían derretir hasta el corazón más frío. No se mueve, a penas puede respirar por la excitación, pero no se mueve, como si de alguna forma el tenerme delante de él a su disposición fuera incluso más importante que el sexo en sí.

Y es... fascinante.

—Te odio —murmuro con voz afectada.

Gerard frunce el ceño y su corazón parece dejar de latir por un segundo.

—¿Por qué? —pregunta sin poder evitarlo.

Los ojos se me llenan de lágrimas, pero una gran sonrisa se instala en mis labios.

—Porque me hiciste enamorarme de ti.

Atrapa de nuevo mis labios con un beso y me hace volver loca una vez más. Subo mis manos a su cabello y toco su rostro, toco su incipiente barba, toco su mandíbula varonil, toco su cabello sedoso y vuelvo mi recorrido otra vez. Él alza un poco mi vestido negro y toma con algo de fuerza mis piernas, solo para abrirlas un poco y presionar contra mi intimidad su fuerte erección.

Me despego de sus labios y suelto un gemido sin poder evitarlo.

—Esto es tu culpa —me dice él al oído—. Tú me pones así, Jane, eres la única a la que deseo, la única a la que quiero besar, la única a la que quiero hacer gemir. Eres la única... y te amo tanto, Jane, tanto.

Reckless and Dangerous (Gerard Way)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora