capítulo 50

48 3 2
                                    

Gona había tenido qué ir por una cama inflable para Sara, pues no dejaría que alguien durmiera junto a otro.

Y menos en la situación actual.

Cuando regresó, escuchó una plática del otro lado de la puerta de su cuarto: eran Sara y Clara.

—No pueden ir… –decía Clara, atemorizada.
—Nada puede impedir que regresen, perdón que te lo diga yo pero es cierto; tienes qué ver la realidad a tu alrededor, Clara, entiende.
—¡No es por mí!, es por ellos dos. Por favor, créeme.
—Lo siento, es difícil creerle a una zorra traicionera como tú. No creo que aún cuando le hiciste todo esto a Gona, todavía confíe en ti.

Gona se separó rápidamente de la puerta, se fue corriendo a la sala fingiendo demencia al inflar la cama. Sara lo encontró ahí, agachado moviendo instrucciones por aquí y allá.
Se acercó a ayudarle, pero no mencionó absolutamente nada. Parecía ser que ella estaba molesta por lo que la pelirroja le había dicho.

—No te hubieras molestado, Gonis. –comentó Sara, viendo de reojo la cama ya puesta.
—Cómo no, ¡eres mi invitada especial y mi mejor amiga.!
—Ay Gonis… –puso una cara melancólica, exagerada para lo que era el momento.
—En serio, no es nada –sonrió feliz el menor.

Gona le pidió a Clara que le preparará algo sencillo a Sara: por lo que sólo le frío un par de huevos. Sara comió, y todos se fueron a sus respectivos lugares para dormir.

Aunque todos ya se habían despedido y acomodado lo mejor posible para dormir: ninguno podía cumplir lo que habían dicho.
Todos buscaban mejores posiciones, el cansancio para dormir, algo… pero parecía que el insomnio los había escogido a los tres esa misma noche.

( … )

Al día siguiente: Gona fue el primero que despertó, seguido por Clara y Sara.

—Eres muy floja. –Gona metió un pedazo de huevo frito en su boca, mientras se dirigía a Sara sentada con cara de muerta en la otra silla.
—Ya lo sé, no me lo tienes qué recordar, cabronazo…
—Hablando de flojera: tengo qué ir a trabajar un poco más temprano hoy, ¿de acuerdo Clara? De hecho, ya me voy.

Acto seguido; se levantó, recogió su parte de la mesa, se bañó y arregló para irse. Cuando subió a su auto, listo para arrancar: Clara lo siguió.

—¿No quieres que te lleve? –preguntó tímida.
—Creo que has hecho suficiente, gracias. –sin mirarla, arrancó y se fue, sin quitar su característica sonrisa sincera.

Aunque a Clara le doliera que dijera eso de una manera tan fría: no le marcó pues su sonrisa le era suficiente para saber que podía seguir a su lado.
Con eso le bastaba, eso le bastó para todo el día

Al regresar a la cocina, pasó por el comedor que en él seguía Sara comiendo tan agusto sus huevos fritos.

—¿No te irás? –preguntó Sara.
—Descansaré hasta que mis ensayos regresen a la normalidad.

Clara tenía muy en claro que Sara no la escucharía, por lo que trataría de llevarse bien con ella. Aceptando que no habría nada qué hacer contra ella.
Sara no contestó nada y continuó comiendo. Mientras Clara lavaba, continuaba en la cocina, los padres de Gona salieron a un desayuno con sus amigos. Por lo que Sara y Clara se quedaron en un silencio incómodo, además de tener un importante dilema entre ellas.

—¿Por qué no buscas un trabajo mientras tus ensayos acaban?
—Sé lo que quieres hacer, pero quiero ir junto con Gonzalo. Lo siento. –de verdad se estaba disculpando, sabía que era una gran molestia en el trasero de ambos, pero aún así lo quería.

Estaba segura que quería estar ahí hasta el último momento con Gonzalo.

—Como sabemos que tú no me agradas y yo tampoco a ti. ¿Qué tal si tratamos que funcione por Gonis? Si tanto quieres estar junto él.
—Hecho. –aceptó lo más rápido que su cerebro le permitió contestar.

Salieron a comer juntas, tratando de hablar. Tal vez, fue la situación: o los sentimientos del momento, pero realmente se llevaron bien al pasar el día. Fueron platicando de sus intereses, esas cosas de chicas…

Al llegar la noche fueron a casa, la casa de Gonzalo para recibirlo. Gona parecía estar sacado de su mente: pues lo que acabó viendo al llegar a la casa le sorprendió bastante. Estaba viendo cómo Sara y Clara estaban riendo juntas por un programa de televisión, sentadas en el mismo sillón.

—¿Qué ha pasado?
—Pues que la tía ésta, es maja después de todo –despúes de contestarle a Gona, se acercó al oído de Clara para susurrarle–. No me olvido de lo que has hecho, cabrona.
—¿Qué se secretan?
—Nada –Clara fingió una risa.

Se sentaron a ver televisión, mientras Gona se cambiaba del uniforme y preparaba algo de maletas. Fue a ver la comida, y se encontró con Clara preparándola.

—Luce realmente rico –Gona sintió el aroma de pollo con curry.
—¿En serio? Gracias –Clara se sintió alagada.

Pusieron la cena y, como si no hubiera pasado nada, se sentaron a comer tranquilamente.

( … )

Luh…

Estaba teniendo una cita a ciegas, la chica parecía desinteresada en Luh. Mientras él seguía hablando tratando de llamar su atención, la chica seguía metida en su mundo o revisando sus redes sociales.

—… y el tío, se tiró al agua, ¡estaba todo loco! –comentó Luh con entusiasmo.
—Sí, bueno… –al chica comió algo de su cena, y volteó a ver a Luh con desinterés–. ¿Sabes? No eres mi tipo, adiós.

La chica se levantó y se fue, con su vestido negro ondeando por detrás de ella, mientras sus tacones blancos y brillantes resonaban contra el ruido del restaurante: las voces, los cubiertos, los platos…
Luh simplemente ya no sabía cómo reaccionar: las miradas de las personas de alrededor no le ayudaban. Simplemente, pagó la cuenta y se fue. Caminando entre calles y calles.
Prefirió caminar, antes que tomar taxi hacia su hogar. Se quedó cerca de una plazuela, observando el firmamento.

¿Por qué le estaba yendo tan mal?

Los hermosos recuerdos de su pasado le llegaban a la mente, tal vez no todos eran bellos: pero lo envolvían con delicadeza.
El peso de los recuerdos le cayó cobre los hombros mientras caminaba entre calles pesadamente, con la dura y fría realidad devolviéndole un golpe de melancolía.

Con pereza: sacó su móvil buscando una imagen en particular.

—Ah sí, ésta… ésta es la buena. –se quedó parado, embelesado con la foto que había tomado esa vez, esa vez que había Sido su primera vez con un hombre.

Y fue con el hombre que ama.

Realmente le gustaba ver esa foto. Buscó la otra, que era de él y Gonzalo en París, Francia. Los recuerdos comenzaron a volar feroces y fugaces. Disparándole fuertemente contra el corazón.

Le dolía. Le dolía y lo sabía, era malo para él. Pero no podía parar. Le gustaba ese dolor, le gustaba sentir esa dolorosa sensación.

El seguir recordando.

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora