capítulo 52

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—Bueno… ¡ponme al día!

Al escuchar ésto, el mayor suspiró profundamente, juntó sus manos y miró por la mesa.

—Bueno… no hay nada de nuevo, realmente. Sólo… mis padres están un poco enfadados.
—¿En serio? ¿Y la razón?
—Oh, la verdad no lo sé. No me han querido decir.

Sara analizó al otro entero, se mantuvieron callados, mientras Luh tenía miedo de que lo logrará descifrar tras sólo verle.

—¿Pasa algo? –preguntó el menor temeroso.
—Mientes.
—¡Que no, tía! Lo digo en serio. –tras mantenerse en duda, Sara desvío tanto la mirada como el tema.
—Bueno. ¿Qué más?
—Conmigo nada, ¿qué pasa contigo? 
—Estaba viendo dónde quedarme unos días y-
—¡Puedes quedarte conmigo!
—Sabía qué dirías eso, por eso: ya estoy en un hotel. Pero no conozco bien éste sitio, ¿me llevarías a por un paseo otro día?
—¡Por supuesto, dime cuándo y  estaré!

Tras una larga charla sobre lugares, planes, sucesos y demás cosas aburridas. Además de pedir comida para el rato, Sara: tomando un sorbo bastante grande a su pequeña taza de café, aprovechó el buen ambiente para colar una pregunta que tal vez la llevaría a la derrota y eliminación del plan completo.

—¿Qué pasó con Gona? –la tos de Luh no se hizo de esperar. Tras tratar de ocultar su nerviosismo de la pregunta, se arregló un poco la camisa y la otra bajó su taza sin apartar la mirada.
—¿G-Gona?, ¿Cuál "Gona"?, ¿te refieres al youtuber? ¿Por qué me preguntas eso? ¡Estás loca! –comenzó a reír como un desquiciado.
—Luh. No te hagas el loco, tú y yo lo sabemos… sólo quiero saber tu parte. –dijo tranquila.
—¿"Mi parte"?, ¡No es mi parte! Es lo que sucedió.
—Bueno, dime lo que sucedió.

Luh no podía quitarse la mirada tranquila de Sara. Lo ponía cada vez más nervioso, aquel simple nombre flotando por el tenso y asfixiante  aire hizo los bellos de Luh se le hubieran puesto de gallina.
Sólo hacía más que jugar con la tasa con nerviosismo, tratar de evitar la mirada de su compañera y quedarse callado.

Tras unos segundos de sólo ruidos de alrededor: Sara se sentó firme, respiró de nuevo aún más hondo: tratando de soportar al niño pequeño de cinco años que tenía frente a ella y declaró:

—Si no puedes hablar de eso, está bien, no te presionaré más. –tocó con suavidad la mesa y se levantó.

Luh al no comprender por qué hacía eso, la siguió con la mirada, caminando a pasos lentos y calmados hasta la salida: con sus manos dentro de sus bolsillos en postura fresca y antes de que siquiera tocara la puerta, la llamó.

—¡Espera! Te contaré. –Sara, se detuvo unos momentos y recuperó su postura. Mirando por encima de su hombro.
—¿Todo?
—S-Sí, todo. –tragó saliva, tratando de respirar.

Sara con tranquilidad volvió a tomar su lugar, y tomando una posición cómoda, miró al otro, se cruzó de brazos y se quedó atenta.
Al ver que estaba escuchándolo, miró a la ventana y consecutivamente a Sara. Con un poco de dolor comenzó:

—Esa foto. Esa foto comenzó todo. Al principio pensaba que era una broma: una de muy, muy mal gusto. Pero a los días siguientes, lo vi. Confirmé que todo era verdad. Que él, estaba con esa pelirroja… ¿sabes? Él tiene una obsesión con las pelirrojas justamente, entonces, ella tenía una clara ventaja…

Conforme avanzaba con su historia, iba hundiéndose en la mesa de la cafetería: sus palabras se iban perdiendo en una llanto ahogado debido a lo que le contaba. Con ojos cristalinos que reflejaban como el agua: con el dolor más sincero, que era el que provenía de una voz a punto de quebrarse y rendirse completamente a las lágrimas. Lo hizo parar: no soportaba continuar escuchando aquél tan triste sonido.

—Para, para, para, para… –Luh miró a su amiga, con sus ojos dolidos. – Me estás sacando las lágrimas, tío.

Sara se secó unas lágrimas amenazando con salir con el dorso de la mano y miró con pena a Luh.

—Verás, yo no supe lo que pasó, exactamente… —se aclaró la garganta– pero creo que lo podríamos arreglar si es que habláis al respecto.
—¡No, Sara! ¿No has estado escuchando lo que te he estado diciendo los últimos minutos?
—La mitad no porque ¡andabas lloriqueando! –Luh apartó la vista apenado, quizá Sara tenía un punto–. Verás, la clave de las relaciones es la comunicación, y lo único que estás haciendo es alejarlo.
—¡A mí no me eches toda la culpa, joder!
—¿Lo amas?

Luh apartó las manos de la mesa y se cruzó de brazos. Frunciendo el entrecejo: no podía creer que estaba discutiendo de eso tan tranquilamente con Sara en una cafetería, cuando en el pasado había sufrido muchísimo con el tema.

—Bueno, ¿quieres ir otro día a otro lugar? Que sólo era para distraerme hasta que me dejaran entrar al hotel. –Sara dejó ir el tema, mirando el reloj.
—Estaría bien. –seguía enfadado.
—Nos vemos, Lusher. –se levantó del asiento, se arregló las ropas y dejó el dinero de su cuenta.
—Adios, cuídate Sarinha. –dijo serio, sin apartar la vista del suelo.

Se quedó un buen rato, cruzado de brazos y mirando a la mesa: sólo con un par cafés a medias y un plato sin nada más que unas migas de lo que era un pastel de fresa frente a él. En una cafetería llena de parejas y de amigos tratando de llevársela bien.
Hasta que pidió la cuenta, pagó y se fue aún con coraje clavado en su corazón.

¿Y Gona?

Se encontraba en el cuarto de un hotel, pensando, poniéndose a prueba a él y a su propia mente. Tratando de comprobar si era digno de realizar cualquier movimiento de aquél plan: si algo se aquello merecía la pena. Si es que el otro todavía correspondería su amor, sus caricias, a él completamente. Mientras Clara estaba fuera realizando compras en un centro comercial cercano, abasteciendo para los días necesarios que se quedarían. Mientras se moría de vergüenza de haber venido, pero cumpliría su promesa de quedarse al lado de Gonzalo, aquél que le había robado los suspiros inesperadamente.

Rezando que no pase nada malo.

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora