capítulo 53

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Realmente todo era tan insignificante en esos momentos, pensó Gona. Le ahogaba la idea de estar frente a frente de nuevo con su amado. Con ese que tanto había esperado.

La puerta se abrió, atrayendo la vista de inmediato del de barba. Tras la puerta se asomó una melena pelirroja, con un par de bolsas: cerrando tras ella la puerta con dificultad. Gona apartó momentáneamente la vista, pero al notar que la chica no podía sola, se levantó a ayudarla. Cerró la puerta y cargó las bolsas hasta la mesa que estaba a un lado de la ventana, sin muchas ganas.

—Gracias. –agradeció Clara, mirando cómo Gona regresaba a sentarse en la orilla de la cama, sin nada más que mirar a la pared preocupado.

Se mantuvieron en silencio, nada más que algunos platos y vasos desechables sonaban en la "cocina". Mientras el otro no se movía para nada, sólo para revisar un poco el móvil.
Después de un rato tras ese ambiente tan pesado, Sara llegó al departamento. Con una expresión decepcionada, al verla: Gona se levantó a recibirla.

—¿Y? ¿Cómo les fue? –preguntó, un poco ansioso.
—Pues… sin muchos avances. Sigue sin querer perdonarte, además, hasta niega tu existencia. –confesó.
—Vaya, ya veo… –la alegría de Gona que se había generado de un momento para otro, se había esfumado.

Mientras Clara escuchaba apenada parada en la semi cocina. Algo le decía que no iba bien. Algún tipo de presentimiento le rondaba por la espina, clavándole dolorosos clavos de sentimientos.

Mientras los otros dos, seguían en las dos camas hablando o revisando su móvi: Clara preparaba una cena improvisada.
Al terminar, la llevó con la mejor sonrisa que pudo: haciendo que los otros dos solamente la ignoraran y continuaran hablando.

Al día siguiente, Gona y Sara salieron. Dejando sola a Clara en la habitación, solamente con la laptop de Gona, el televisor y con una vista en la ventana.
Sin saber los planes de éstos.

Sara y Luh se habían encontrado en un parque cercano de la casa del segundo. Sólo para hablar y con más tranquilidad, sin meter mucho el tema de Gona.

—Perdón por lo de ayer. –comentó Sara, mirando de reojo al más alto.
—¿El qué? ¿Mencionar a Gona? No, no te preocupes, ya me he acostumbrado que pregunten por él. –trató de mostrar una amplia sonrisa, pero Sara podía ver un punzante dolor detrás de aquella radiante sonrisa.
—¿Quieres algo de comer?
—Esperaba a que lo dijeras, tía. –ahora sí que era una expresión sincera.

Fueron a comer al primer restaurante sencillo que vieron, disfrutando un poco de la comida y más de la tarde. Haciendo que Luh ya no sintiera tanto lo de ayer, ni la ausencia de Mah, ni siquiera todos los demás problemas que le habían estado atormentando durante esos largos meses.

Al terminar la tarde, se despidieron, alegremente regresando a su lugar cada uno. 
Gona, sin embargo, no había regresado aún al cuarto, pero eso a Sara no le preocupó: por lo que convenció a Clara de dormir temprano, mientras que Gona regresara a dormir.

A la mañana, estaba Gona acostado en la cama: sin taparse o quitarse su ropa casual. La primera en notarlo fue Clara, pues se quedó espectante al ver tan rara escena.
Al despertar todos, Sara se mantuvo al móvil un buen rato y Gona desayunando completamente en silencio y mirando al plato. Todos ocupados, y Clara mirando a los otros dos.

Al terminar Gona, antes de levantarse de la cama, se giró hacia Clara llamando su atención.

—¿Quisieras que vayamos hoy a comprarte un vestido? – preguntó el otro con su característica amabilidad de siempre.

Clara se quedó mirando anonadada, pues recordaba cómo le había tratado los últimos días por el asunto de Luh y en ese momento: ¿llevarla a comprar un vestido? ¿Tan normal como siempre?
Al tragar asimilando todo, Clara contestó con un: "¡Sí!" inmediatamente. Gona caminó al baño, se detuvo frente a la puerta y le dedicó una sonrisa a Clara.

—¿Vas a querer bañarte? Nos vamos en cuanto esté listo.
—¡Sí!

Al terminar su ducha, Clara continuó, al salir de la ducha ya vestida y casi lista: no vió a Sara por el lugar. Terminaron y se fueron a un centro comercial que habían investigado que estaba cercano a donde ellos.
Así que, Gona, fue mirando las tiendas desde fuera: prestando atención a los vestidos de cada uno. Mientras Clara lo observaba callada, aprenciándolo.
Finalmente entraron a una tienda y Gona dejó que mirara los vestidos, y escogiera el que más le gustaba.

—Uhm… creo que éste. –alzó al elegido: uno bañado en brillantinas azules.
—¿Ese?, ¿no lo estarás escogiendo por ser el más barato, o sí?
—No…
—Vamos, ¿qué tal éste? Se vería muy guapo en tí. –Gona apartó un vestido azul marino, corto y destapado de la espalda que llegaba hasta la espalda baja.
—¿Seguro?
—Pruébatelo, veremos cómo te queda.

Al salir modelando el vestido, le quedaba estupendo: dejando ver esas caderas de mujer, sus piernas y su cuerpo. Gona sólo le sonrió.

—Y, ¿cómo me queda?
—Fantástico. ¿Te gusta ese? –Clara, se dió una vuelta frente al espejo, se admiró por unos segundos: dió su mejor sonrisa y volteó hacia Gona.
—Sí, me encanta.
—Pues vamos a pagarlo.

Al salir de la tienda, Clara miraba su hermoso vestido en la bolsa que sostenían sus manos con timidez. Se detuvo unos momentos y quedó espectante al que se lo había comprado.

—¿Pasa algo, Clara? –Gona se dió cuenta de que no seguía su paso y se detuvo.
—Sólo… ¿por qué haces todo ésto? ¿Por qué eres amable conmigo?
—¿No te gustó? Todavía podemos regresarlo.
—No, no me refiero a ésto –señaló la bolsa–. Me refiero a que… eres muy bueno, muy bueno, no te merezco…
—Vamos, Clara, todos son importantes, todos valen la pena, todos son amables y tú me has ayudado mucho, aunque no lo creas –Gona se acercó y le dió un abrazo rápido–. Así que no te sientas así, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. –se limpió una lágrima con cuidado para evitar correr su delineado y continuaron paseando un rato por el centro comercial.

—¿Me acompañarás a comprar algo más? –Gona giró su cabeza, viendo a su compañera de tarde.
—¡Claro!

Entraron a una última tienda, una tienda de varones: Clara se quedó sentada en un sillón de cuero, esperando a que el otro saliera con la "sorpresa" que decía que era.
Unos pocos minutos, Clara alzó la mirada ante el llamado de su nombre y observó a Gona, anonada, pues era casi totalmente diferente…
Una apariencia que tal vez no volvería a ver de nuevo. Así que la disfrutó unos segundos…

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora