capìtulo 57

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“Gran fiesta!”

La alarma resonaba en la habitación del hotel, que estaba un poco desordenada de la noche anterior. Pues nadie se había dignado a arreglar o acomodar sus pertenencias al llegar. Simplemente donde pudieran caer y no estorbaran a los pies: estaba perfecto.

A la mañana siguiente, tanto Gona como Sara estaban comiendo su desayuno alegres y emocionados. Mientras Clara los continuaba observando cómo devoraban su desayuno animadamente. Preguntándose a sus adentros qué era lo que estaban tramando.
Sara se dió una ducha, seguido por Gona y éste le dijo a Clara que también lo hiciera: obedeciendo.
Al estar todos, Sara salió, diciéndole algo antes a Gona. El mencionado, junto con Clara, salieron un rato para no aburrirse en la habitación del hotel. Paseando por las calles de la ciudad, mirando tiendas, comentando una que otra cosa de vez en cuando.

Mientras Sara había ido junto con Luh, para ayudarle a arreglarse y a comprarle algo para la, mencionada antes, fiesta a la que asistirían.
Sara tocó la puerta animada: esperando miraba la puerta del hogar de Luh. Hasta que salió un Luh desaliñado, sin peinar, barba que parecía gato enredado en su cara, y ropas que parecían pijama.

—¿Qué haces Lusher? –preguntó al verlo abrir la puerta.
—Pues… estaba almorzando, mientras veía una peli. ¿Entras?
—Claro Luhsencio.

Le dió el paso, cerrando la puerta en cuanto su compañera entró a su hogar.

—Tenemos qué ir por algo para que te pongas.
—¿Para tu fiesta? Tengo un traje viejo por ahí, en unas horas me lo pongo para asistir. No tengo qué comprar nada.
—Lusher. No puedes ir por la vida asistiendo a los lugares con cosas viejas, debes estrenar de vez en cuando algo de ropa. Vamos.

Después de tratar de convencer al mayor, Sara y Luh salieron: decentes para poder ir a comprar al centro comercial o alguna tienda que conociera Luh por el lugar.
Estuvieron paseando por algunas tiendas, buscando el adecuado para Luh, sin embargo; a Luh no le agradaba del todo los trajes, quedándose inconforme con lo que se probaba.
Poniendo de los nervios a Sara. El tiempo se acababa, pero Luh seguía sin decidirse.

—¡Luh, por dios, decídete por algo!
—Es que… no lo sé, Sara… no me gusta cómo se ven en mí… –Lucía el traje frente al espejo, dando vueltas y mirándose.

Sara miraba alrededor de la tienda de varones, buscando algo mínimamente decente para Luh. Hasta que vió algo simple pero que le gustaría a Luh: traje de vestir, chaleco, moño, y pantalones azul marino opaco. A Sara le brillaron los ojos al imaginar a Luh dentro de aquél traje. Pidió al trabajador que lo trajera para que su amigo se lo probara, tras unos segundos de espera delante del probador: finalmente salió modelando la petición de su amiga.
Y finalmente entre varios muchísimos trajes: fue uno de los que más le gustó y se conformó con ese.

—Vale, tía, sabes de ésto.
—¿Con quién piensas que esta hablando?, joder.

Pagaron el traje, salieron contentos justo a tiempo para que cada uno se arreglara y asistieran. Por lo que se despidieron en un punto medio de sus localizaciones, y se dijeron hasta luego. Pusieron un punto de reunión cuando se avisaran que estuvieran listos.

Sara llegó al hotel a arreglarse lo más rápidamente que pudo y Luh, pues llegó a hacer lo mismo en su hogar.

(…)

Se encontraron al sur de la ciudad, frente a una gran puerta café de un edificio solitario. Sara bien arreglada con un vestido rojo vino, con su cabello amarrado en una cola y con un maquillaje superficial.
Luh se había arreglado un poco la barba, se había peinado y estaba con su traje nuevo.

—Ahora que lo pienso, estaba un poco caro.
—Estaba, ya lo compraste, ya no te arrepientas.

Fue lo primero que dijeron al verse caminar uno al otro. El más alto miró alrededor, tratando de visualizar la fiesta a la que supuestamente asistirían.

—Entonces… ¿dónde está?
—Entremos para que la veas.

Luh siguió a Sara hacia la gran puerta café, que tenía una puerta más pequeña que se perdía entre los detalles de la más grande. Abrió la puerta, y no se lograba ver nada: solamente obscuridad.

—¿Segura que es aquí?
—Completamente.

Sara entró, tras un pequeño rato y con inseguridad, Luh detrás de ella. No lograba visualizar ni su nariz frente a él, sólo la luz de el exterior detrás de él que entraba por la puerta que seguirá abierta para iluminar un poco. Luh se colocó un poco nervioso al no escuchar nada.

—¿Sara? Hey. –pero sólo se escuchó eco.

Tras un 'Clic' se encendieron las luces, Luh no se acostumbró al instante dejándolo ciego unos momentos. Se escuchó un par de voces gritar: "¡Sorpresa!". Al poderse acostumbrar de la iluminación, Luh pudo visualizar a Gona con traje (bastante atractivo, a decir verdad) frente a una mesa con varias cosillas, Sara a un lado y a la tal Clara con un vestido y arreglada hasta al fondo tratando de sonreír. Y un gran cartel hasta arriba adornando la soledad de aquél cuarto blanco, con unas letras un poco toscas anunciando: “¿Quisieras volver a intentarlo?”
Luh con sorpresa, sin poder pronunciar algo, avanzó con cuidado: sus zapatos resonaban con fuerza con el eco entre las paredes. Se acercó a Gona, mirando lo que había sobre la mesa con el mantel: una cena bien organizada, un pastel, unas velas rojas y un par de vasos de vidrio con vino tinto.

—¿Qué es todo ésto? –preguntó impresionado estando lo suficientemente cercano a Gona, mirándolo.
—Es… una cena de reconciliación, supongo. –admitió y sonrió, alegre.
—Te has lucido… –continuó observando el lugar.

Tras un movimiento frente a él, Luh miró al hombre que se estaba incando frente a él. Impresionándolo de vuelta. Al instante de mostrar una argolla dentro de una pequeña cajita, Luh soltó un alarido de asombro.

—¿Quisieras intentarlo de nuevo, mi amor?

Luh con sus ojos desorbitados, lo miraba incado frente a él. Mientras lo miraba con los ojos más tiernos que había recibido de alguien más que no fuera su propia madre. De pronto, la respiración de los dos se habían puesto de acuerdo y comenzaron a respirar muy rápido. Luh estaba muy nervioso, sentía que iba a sudar ríos y ríos por sólo su frente. 
Simplemente no podría creer que Gona hubiera hecho eso, los recuerdos de su relación comenzaron a llegarle a su cabeza: como si todo hubiera desaparecido y le hubieran puesto una pistola calibre 45 de recuerdos en su nuca, amenzándolo con disparar. Aunque ya lo había hecho.
Sólo podía parpadear con perplejidad. Era inimaginable, al menos para Luh…
Las que estaban de acompañantes, esperaban la respuesta, y preguntándose por qué tardaba tanto: seguían esperando ansiosas.
Luh comenzaba a marearse. Los recuerdos seguían adornando con delicadeza el pasado de Luh: Gona.
Los apreciaba mucho, unos recuerdos que los seguía guardando con mucho cariño y los amaba. Amó esos momentos como casi nada más, esa persona que los protagonizaba ahora lo tenía frente a él. Proponiéndole matrimonio. Y todo estaba pasando tan extraño: que apenas sabía qué pasaba. Que apenas sabía qué estaba pensando. Sus ideas se habían disuelto y era todo un mar de confusión que lo estaba inundando. 

Miró al techo, casi por llorar. Y devolvió la mirada al hombre frente a él.

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora