capítulo 48

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—Bien… bien… –Sara se había tomado su tiempo para pensar bien lo que Gona le acababa de explicar.

Se quedaron un rato callados: Gona esperando la respuesta y análisis de Sara.

—¿Y?… ¿qué piensas? –preguntó el pelinegro alzando los hombros.
—Es una grandísima estupidez.
—Lo sé.
—Un momento, si querías explicarle todo: ¿por qué no has hablado con él?
—Sara, créeme que lo he hecho. Pero me bloqueó por las cuentas oficiales y cuando me creaba alternativas e intentaba contactarlo: me ignoraba y bloqueaba de nuevo…
»Sé que le hice un gran daño… en serio lo sé. Y eso me afecta muchísimo, ha influido mucho en mi vida, Sara. Cosas que creía que fueran de película o de fantasía: pude cumplirlas con él. En serio lo amo… soy un idiota por hacerle todo esto… pero… –la voz de Gona se iba destrozando a cada palabra, y Sara lo calló evitando lloriqueos de parte del menor.
—Gona. Él te sigue amando. Es cosa de que… expliquemos lo que pasó. Te aseguro que él te creerá y te perdonará.

Sara apoyó una de sus manos en la espalda de su amigo, pasándole una emoción reconfortante. Gona casi por instinto sacó una cajetilla, luego un cigarrillo, lo encendió y lo llevó directo a su boca. Exhalando ese horrible vicio y sacándolo de nuevo, pero no por completo, de su sistema.
Sara al notarlo, lo comenzó a mirar con rabia y con un poco de incomprensión.

—¿Sucede algo? –Gona notó la mirada penetrante y asustada, mientras se secaba lo que quedaban de las lágrimas en sus ojos.
—¿Gona? No, por favor, ya no continúes… no creía que lo siguieras haciendo, después de que te han dicho lo que sucedería si sigues.
—Puedo dejarlo cuando quiera, no es de qué preocuparse. Lo hago muy pocas veces. –se apenó el menor.

Salieron a caminar, con un silencio incómodo rodeándolos constantemente por el cigarro y el tema actual. Gona simplemente odiaba que se hubieran creado tantos malentendidos.

—Sé que ya no quieres arreglar las cosas. –comentó Sara susurrante, cómo si supiera lo que estuviera diciendo con claridad pero con miedo de que fuera verdad.
—¿Qué? No, no me crees, ¿verdad? –Gona detuvo el paso, viéndola con incredulidad.
—Lo siento pero es que… puedes ir a verlo. Es cosa de que vayas y quieras arreglarlo. ¡Es imposible que a tal punto quiera evitarte hasta se haya cambiado de casa!
—No es eso, Sara.
—¿Entonces por qué? ¿Qué no se supone que lo quieres arreglar?
—Sí. –dijo desganado.
—¡Pues ve a su casa y háblale tus sentimientos!
—No es tan fácil.
—¿Por qué? ¿Por qué no?
—Tenemos qué hablar mejor de ésto, Sara…
—¡No, tenemos qué ir a arreglar las cosas!
—Te he dicho que no es así.
—¡Simplemente puedes ir a hablarle y así se arreglará, joder!
—Tengo miedo…
—¿Le tienes miedo? Joder, Gona… qué capullo…
—No a él.
—¿ENTONCES A QUÉ?

—¡TENGO MIEDO A PERDERLO, A ESO LE TENGO MIEDO SARA!

Gona agachó la mirada.

—Es que yo… Sara…
—¡Gona! –Clara se venía acercando a lo lejos, saludando a su amor no correspondido.
—Oh, Clara, hola. –Gona notó que llevaba detrás de ella sus dos maletas color vino que se había llevado antes.
—¿Quién es ella? –preguntó viendo a Sara al acercarse.

Sara analizándola con la mirada, calló. Realmente era la mismísima chica del vídeo y la foto.

—Soy Sara. La mejor amiga de Gona. –Sara extendió su mano, a lo cual Clara correspondió amable.
—Clara, un gusto. ¿Por qué no vamos a la casa?
—Oh, por supuesto.

Caminaron juntos, aunque Clara un poco más separada y adelante que los otros dos.

—¿Cómo te han ido en los ensayos, Clara? ¿Ha sucedido algo, por qué regresaste antes? –preguntó interesado Gona.
—Son una porquería porque siguen faltando actores, pero fue bastante bien… dijeron que nos llamarían, todavía tienen problemas con el contrato pues van a alargarlo más o no sé. Nos regresaron alegando que sería un trámite legal muy largo y sería tedioso además de costoso mantenernos ahí.
—Oh, vaya.

Ya estando en la casa, se sentaron en sillones diferentes. Quedando atrapados en un profundo silencio incómodo. Clara fue a la cocina a prepararse algo de comer, por lo que Sara siempre la seguía con la mirada clavada. "Era de gran casualidad que fuera pelirroja" era el pensamiento que siempre le rondaba a Sara por la cabeza.

—Sara, y ¿qué piensas hacer?, ¿cómo me vas a ayudar? –Gona comentó incómodo por la mirada de Sara hacia la otra chica.
—Espera… –Sara volvió a ver a Clara– ¿Tú qué eres de Gona?

Clara ignorando la plática, pensando que no era para ella: no contestó nada. No le interesaba y no quería meterse en la conversación de Gona.

—¡Eh, pelos de fuego! –gritó Sara.
—¡Ah, lo siento!, ¿sucede algo? –Clara fue a la sala con los otros dos.
—Te he preguntado: ¿qué te consideras de Gona?

Esa pregunta le cayó como hielos a la espalda, como una madera golpeándole fuertemente en la cabeza. Lo único que pudo hacer fue mantener la vista a Sara por unos momentos mientras trataba de interpretar la mirada fija que trataba de transmitir. Podía sentir un gran odio interno venir de Sara, cómo esperando ya una respuesta y librarse de alguna duda y la pelirroja sabía cuál era. Clara estaba dudando sobre qué decir: pues miró a Sara, ellas dos sabían qué respuesta sería la indicada, se podían entender con unas simples miradas, Clara al ver el odio de la otra mujer: le dieron ganas de desafiar a aquella que se proclamaba como mejor amiga de Gonzalo, poner en duda su cuestión, lo que ella afirmaba… la desafiaría. Sin embargo, giró unos momentos a ver a Gona. Éste miraba confundido al suelo, preocupado. Como si no estuviera pensando correctamente, se encontraba mirando a un punto fijo del suelo frío: tratando de procesarlo. Le dió como una estaca de  madera clavada directamente al corazón de esta, tan fría y dolorosa como se pudiera sentir. Clara, no quería verlo así: su boca al mirar los ojos desconsolados de Gona reaccionó por instinto. Ya no soportaba verlo de esa manera, no lo soportaría por mucho tiempo.

—Soy su amiga.

Soltó con mucho esfuerzo, sin más y trató de no sonar quebrantada y dolida.

Clara regresó a la cocina, y continuó con la preparación de la cena. Sara volteó a ver a Gona, que seguía quieto mirando al suelo.
No le había gustado que su mejor amiga hubiera hecho esa pregunta.
Realmente odiaba esa tensión que se formaba alrededor de ellos dos, Gona odiaba eso: tenía casi claro que le gustaba a Clara. Pero… no quería lastimarla. Era una chica excepcional, pero el corazón de Gona le pertenecía a Luh…

Para buena o para mala suerte.

Cenaron un poco más tranquilos, Clara y Gona sabiendo que podían comer sin la mirada de Sara encima de ellos.
Gona fue el primero en terminar, cuando terminaron las otras dos: recogió los platos y los fue a lavar. Regresó a la sala y se sentó para continuar hablando sin interrupciones y frente a frente.

—Entonces… –habló tranquila Sara– Clara no es tu pareja.
—Exactamente. –contestaron Gona y Clara al unísono.

—Bien… sigue y explica aquella foto

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora