capítulo 56

33 3 0
                                    

Iban de camino hacia donde se encontraba aquél experto en cómputo y programación, con la PC en manos, que podría solucionar aquellos glitches que tenía por momentos el monitor o la PC entera de Luh.
Caminaban, alegando y hablando alegremente casi llegando a la residencia.

Al llegar, tocaron inmediatamente, a los segundos salió alguien más joven que ellos: se veía aproximadamente de 24 años, apariencia un poco desaliñada, ojeras debajo de sus ojos acompañados de bolsas y piel blanca que señalaba que no solía salir regularmente de su hogar. Los hizo pasar, abriendo la puerta tímidamente.
Al hablar, tenía una voz muy gruesa que no combinaba mucho con su apariencia.

—Bien, seguidme por acá –caminaron por algunos pasillos estrechos hasta llegar a una habitación llena de estantes con aparatos, herramientas y partes de computadora–. Déjala ahí.

Luh obedeció y dejó el monitor encima de la única mesa donde se encontraba libre de otros aparatos y cables.

—Dime, qué es lo que tiene o pasa. –dijo con dificultad, encendiendo en una esquina una PC. Mientras los otros tres se quedaron quietos en el marco de la puerta, mirando.
—Pues… desde hace unos meses, comenzó a realizar cosas extrañas como dar pantallazos rápidos, eh… cómo glitches. A veces píxeles sueltos por toda la pantalla y cosas por el estilo.
—Vale… –al encender el PC, conectó el monitor de Luh y al terminar se pudo apreciar una pantalla principal. Todo normal–. No veo nada raro.
—¡No, no! Suele suceder tras unos segundos de encenderse. Mire, espere. –le sabía raro a Luh hablarle de usted a alguien menor que él, pero suponía que era lo mejor.

El chico abrió varios programas simples para forzar el funcionamiento de la PC, y tal vez del monitor. 

—Supongo que sería algo del PC o extra del monitor, porque realmente… –el chico calló al ver la pantalla moverse y marcar extraños píxeles por toda la imagen–. Vale. Ahora lo veo.
»No mentías. Realmente se ve como un glitch de videojuego. Uhm… déjame revisar algo. ¿Puedo?
—Claro, claro adelante. –accedió de inmediato Luh.

El chico desconectó el monitor y lo puso de nuevo en el escritorio vacío, lo puso boca abajo y procedió a desarmarlo, mientras los otros observaban atentos a sus movimientos. Al abrirlo, comenzó a examinar las partes, moviendo cables y demás piezas.

—¿Qué está haciendo?
—Comprobando.

Eso no le daba pistas a Luh, pero en sus adentros se sentía estúpido, pues… ¿Por qué otra cosa estaría revisando su PC? Tras unos minutos de un silencio curioso, sólo lleno de sonidos metálicos y cables siendo removidos, el chico se sentó, se cruzó de brazos y miró un poco raro dentro del monitor casi desmantelado.

—¿Sucede algo?
—Sólo que… ¿es nuevo?
—¿El qué?, ¿el monitor? Ah no, ya tiene uso.
—¿Alguna de sus partes había sido cambiada o reemplazada antes?
—No, en absoluto. Todo es completamente original, nunca había tenido la necesidad de mover algo dentro de mi PC, mucho menos del monitor, más que la propia limpieza y mantenimiento básico.
—Bueno… pues alguien más te ha alterado el monitor, tío. Muchas de las partes de éste monitor no son originales, algunas están cambiadas. Pero hay una en específico que me llama la atención. ¿Tienes niños?
—No, ¿por qué lo pregunta?
—Entonces no entiendo a quién espías o quién te espía. Tienes, ésta pequeña piecita –la levantó con su dedo índice y pulgar una pequeña pieza negra–, que permite avisar al otro aparato, que tenga la otra pareja de éste, cuando tu PC está en funcionamiento, se enciende o hay algún cambio.
—¿M-Me espían? ¿Estás de coña?
—¿Tengo cara de que bromeo?
—N-No sé quién… nadie tiene acceso a mi PC, ni a mi casa. Excepto mi hermana, no tiene sentido que ella me observe.

Luh volteó a mirar a sus dos compañeros.

—A mí no me mires. –comentó Sara al encontrarse con la mirada sospechosa del otro. Y el mayor volteó a ver al de barba.
—Y-Yo no… ¿en serio crees?… Luh, no te des ideas precipitadas. No es… yo nunca… Luh, confía en mí. Nunca lo haría.
—Dijiste lo mismo hace meses.

Ese comentario le dejó fría toda la piel a Gona, no sabía qué decir. Era obvio que Luh no le dejaba en confianza ya nada, la había perdido completamente. Y no culpa, pues esa bromita de mal gusto de Clara le había dejado episodios tanto a Luh como a Gona de consecuencia.
Entonces, con un respiro, se tranquilizó y miró a Luh.

—Mira, te podría explicar todo… si quieres y es que me dieras la oportunidad. Pero no hagamos ésto aquí, ahora, por favor. –suplicó el pelinegro. 
—Vale. Pero entonces, ¿se puede remover? Y si se remueve, ¿le avisaría al otro cuando se desinstalara de mi monitor? –volvió la vista tranquilo al chico.
—Pues… si una cámara de seguridad deja de funcionar, ¿cómo es que se da cuenta el guardia?

—Ya veo.

(…)

Salieron del hogar de aquél chico, Luh encargándose de pagarle por avisarle y la cita. Regresaron el monitor al hogar del mayor y regresando a alguna plaza para pasear mientras terminaba la tarde.

—Bueno… ¿y sobre quién tienes sospechas? –preguntó curioso Gona.
—Además de ti… nadie más, si es que te digo la verdad.
—Entonces, ¿qué les parece si vamos a comer algo? Muero de hambre. Vamos allá. –dijo Gona tratando de evitar el tema de nuevo, pues no quería que Luh siguiera pensando que él lo espiaba desde su propio PC.

Fueron a comer alguna hamburguesa, unos minutos se mantuvieron callados sumergidos en un silencio incómodo por las sospechas de Luh. Pero tras unos minutos de unas pocas cervezas después, dejaron el tema y comenzaron a hablar cosas estúpidas, aún sin estar ebrios.

—Dime tío, ¿cómo es que las salchichas vienen en paquetes más grandes, cuando los panes son menos? –preguntaba Gona.
—Ostia… ¡Maricarmen, es verdah! ¿Por qué, eh?
—¡Quieren que comamos más!, así, no desperdiciamos por comernos lo demás comprando más. ¿Sabes? Luego, nos quieren más gordos, para ver más televisión, consumir más anuncios, más productos y así nos convertimos en consumidores a tope.
—Vaya liada por unos Hot Dogs.
—Ya te digo. –dijo Sara por lo bajo al escuchar aquella plática de los dos.

Es un resumen de casi toda la plática que tuvieron aquella tarde. Haciendo reír a Sara, más a esos dos que aunque ninguno lo dijera directamente: se extrañaban. Y deseaban la compañía del otro.
Tremendamente.

Al casi irse cada uno por su camino, Sara paró a Luh. Mientras Gona se adelantaba para poder parar un taxi.

—Luh, mañana, ¿Puedes?
—Sí, bueno… ¿Qué hora?
—Supongo que, ¿a las 8 está bien? Para salir a una fiesta un poco elegantes.
—Puedo. Sí, sí puedo. ¿Hay qué ir de traje?
—No… tenemos qué ir de disfraz, ¡Pues claro que de traje, hombre, no te jode!
—Calma, calma. A veces soy un poco lento.
—Ya lo veo.
—¿Gona asistirá?
—No, sólo era para mí y para alguien más, decidí llevarte a tí.
—Awww, tía, gracias.
—Ya, ya. No hay de qué agradecer, anda, ve a ver si no te han hackeado de nuevo la PC, adiós, hasta mañana.

Se despidieron y se fueron cada uno por su lado: mientras Gona y Sara miraba cada uno por su ventana, observando cómo los edificios y  puestos pasaban por sus lados rápidamente dejando atrás al mayor.

Para Gona había sido un gran día, dejando de lado las sospechas de Luh. Estaba disfrutando esos días que estaba pasando de nuevo con el mayor, extrañaba esas risas y el poder hablar tan confiado con su Luh. Suspiró, atrayendo la vista de Sara: quién tras ver su cara de enamorado mirando hacia fuera, averiguó en un instante en quién pensaba. Y sonrió.
Así quería verlos a los dos.

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora