capítulo 49

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-Gona, por favor, explica esa imagen. -suplicó Sara, mirando fijamente a Gona.

El mencionado, sin entender: la miró por unos segundos tratando de reaccionar. Pero su mirada vacía y preocupada, simplemente no respondía.
Sin embargo, después de unos segundos de aplastante silencio: Gona comenzó a abrir su boca mientras pensaba la respuesta. Que seguía sin saber de qué hablaba.

-Disculpame, pero... no sé de qué imagen me estás hablando. -contestó con tranquilidad.
-¿Recuerdas que me preguntaste que si sabía el por qué del enojo de Luh?

Clara se tensó en su lugar, sin apartar la vista seria de encima de Sara. Colocando sus manos entre sus muslos, apretándolas.

-Pues es por esto. -rápidamente buscó en su teléfono la imagen y mostró la pantalla a Gona.

Clara veía cómo el teléfono iba lentamente hacia la vista de Gonzalo, cómo si todo se fuera en cámara lenta. Su corazón lo sentía en la garganta, ya no había nada qué hacer. Gona agudizó la mirada, tras unos segundos de tensión pudo comprender la imagen. Realmente estaba hecha con la intención de malinterpresarse.

Gona volteó a ver a la pelirroja, tras una mirada rápida: el primero apartó la cara con vergüenza y pena de la otra. Completamente decepcionado.

La había cagado de nuevo.

-Clara... -Gona seguía con la cara al lado opuesto a donde Clara.
-Gonzalo, en serio, lo siento... e-es que... -se levantó buscando la mirada de Gona.
-No creo que puedas defenderte, amiga. -Sara sonrió y guiñó un ojo confiada, tranquilizando a la otra.

Clara miró con fastidio a la otra, buscando el consuelo de Gona, y su atención.

-Por favor... Gona... -le tocó el hombro- Déjame explicar.

-No tienes explicación válida.

Gona volteó, Clara lo vio: su mirada había cambiado por completo. No parecía ser el mismo Gona de siempre, tenía una vista nublada, gris, fría e imponente haciendo que le recorrieran unos escalofríos y golpes por el cuerpo a Clara, haciéndola retroceder por el miedo.

-Ehh, y-yo... realmente, tengo una... explicación...
-Escupe. -comentó Sara abrupta.

-Y-Yo... -volteó a ver a todos lados- realmente... pero, no puedo... decir... lo siento, Gona.

Tomó sus manos, tapó su boca, apenada cerrando sus ojos con fuerza, apretando sus piernas y subiendo sus hombros escondiendo su cabeza.

-Lo sabía, entonces... ¿cuándo salimos? -comentó Sara, volviendo a Gona.
-No lo sé, puedo pedir días de descanso este fin de semana... supongo que eso funcionará, ¿cierto?
-Supongo, entonces, regresaré a mi hogar, hasta el sábado en la mañana e iremos juntos. -Sara se levantó, mientras arreglaba su chamarra.
-¿No te quedarás?
-¿Puedo?
-¡Claro que sí, Sarinha!

Clara escuchaba a la distancia, en la misma posición de arrepentimiento. Escuchando todo.

-Lo siento, yo no quería, lo siento...

Mientras tanto Luh...

Estaba con su hermana teniendo una tarde de películas, se habían visto una original que Netflix les había recomendado.
Pero para su gusto, la película terminó siendo una basura.

-Pff, vaya timo. -comentó Lah.
-Ya ves.

Se levantaron, recogieron las palomitas regadas por la habitación, los envases de refresco y agua y se despidieron.
Luh cerrando la puerta suspiró, fue una suerte que a él le tocara trabajar de mañana ese día y a Lah descansar.

Realmente había disfrutado esa tarde con su hermana favorita. Aunque el tema de sus asuntos con su padres se había vuelto un poco menos pesado, pues ya le dejaban estar en la casa por lo menos, pero parecían más distantes.
Sus padres habían cambiado, era evidente que él también. Pero sus padres habían dado un cambio imprevisto y repentino. Uno que no esperaba, parecía que no los conocía. Él mismo se confundía.

Era cierto que Luh extrañaba muchísimo a Mah, pero... la vida debía continuar, y Luh pensaba que eso quería Mah para él. Ella querría que fuera felíz.

Después de cepillarse los dientes, cerró puertas y ventanas, luces fuera y fue a ponerse ropa para dormir, abrió sus sábanas y se cobijó debajo de ellas con total comodidad.
Acurrucándose entre las sábanas frías y cómodas de la cama.

Comenzó a cerrar sus ojos lentamente, mientras miraba al techo, de pronto sus párpados cerraron.

Tras unos momentos vio todo negro... se encontraba en un prado desierto, todo estaba verde y los pastos largos revoloteaban con el aire. Estaba fresco y un poco nublado, con un Sol perfecto. Se levantó viendo a sus alrededores, pero no veía a nadie.
De pronto sintió algo a sus pies: eran dos cuadros de papel que pesaban más que los mil demonios y estaban atados a sus pies. No podía moverse.
Escuchó algo, vio a donde el sonido provenía y alcanzó a visualizar a una distancia un poco considerable una figura, no distinguía de quién era: pero se iba acercando poco a poco.

Por alguna razón, tuvo la necesidad de gritar: por lo que gritó con todos sus pulmones para llamar a aquella figura a lo lejos que se acercaba con cautela. A sus espaldas, comenzó a escucharse algo más.
Con temor giró su cabeza para ver y el suelo a sus espaldas comenzaba a caerse en un vacío de lava y perdición. Se desesperaba cada vez más y llamaba por la figura desconocida, cada vez más alto pues no quería caer a ese abismo.
La figura comenzaba a ir más rápido, pero no lo suficiente.

Fue cuando el enorme abismo se paró a unos centímetros de Luh, pero con un ruido seco que escuchó detrás de él: y cayó de espaldas a su perdición, sin fin. Su temor y pánico se había desbordado completamente e intento gritar, pero nada salía de su boca mientras el aire pasaba alrededor de él mientras seguía cayendo. Sentía la garganta ahogada, prepotente y frustrado.

Despertó de un brinco, casi cayendo de la cama. Estaba sudando, sentía su cuerpo tembloroso. Parecía ser que sentía algo húmedo debajo...

Con cuidado, levantó la sábana y miró...

Oh, sólo es sudor, qué alivio...

Se volvió a acostar, respirando agitado, el calor se le había ido del cuerpo. Le dolía el estómago: no sabía lo que le pasaba.

Presentía algo malo, algo inevitable... pero no sabía por qué. Lo sentía desde el fondo de sus pensamientos.

¿Por qué tendría ese tipo de sueños?

Ya se estaba cansando, hacía mucho que no los tenía. O desde hace meses, desde que dejó de lado toda comunicación con Gona, pero cuando pensaba que se estaba recuperando volvieron.
Odiaba esos recuerdos, esos sueños, cada pesadilla o mal recuerdo: inconscientemente volvía a pensar en Gonzalo.
Extrañaba esa cara, sus ojos sinceros, sus risas ruidosas, su tacto, su atractiva barba... todo.

Pero se había resignado a no volver.
Eso es lo que Luh quería.

Perdón Por Enamorarme.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora