Mullet 2 [KLANCE]

•2•

-Lo hablaremos después de mi visita al médico- comentó Shiro, dándole una mordida a su tostada.

-Bien, iré contigo-respondió Keith, levantándose de la silla y terminando su propia tostada -. Me voy a cambiar.

Emprendió su paso hacia la escalera que lo llevaría al cuarto.

Una vez arriba, se cambió, poniéndose zapatillas negras, unos jeans, también negros, rasgados en las rodillas, una camiseta negra larga, una camisa a cuadros roja y un gorro rojo.

-¡Shiro! ¡Ya vámonos!-gritó desde su lugar, mirándose en el espejo y acomodando mechones rebeldes de pelo en su frente.

-Espera que yo no me cambié aún -contestó, entrando a la habitación y abriendo su armario -. En 5 minutos salimos.

-Bueno- respondió Keith, dejando la habitación.

Unos minutos después, salió Shiro, vestido casi igual que Keith pero con otros colores.

-¿Vamos?

-Pues sí, tú eres el que maneja- dijo con obviedad.

-Sube al auto -contestó con cara de póker, abriendo la puerta de entrada.

Ambos gritaron una despedida a su madre y fueron al auto.

Se subieron, se pusieron los cinturones de seguridad, y se dirigieron al hospital.

Shiro padecía un problema en su brazo derecho; si no lo trataba pronto, ese brazo dejaría de funcionar y deberían amputarlo.

Decir que Keith no iba cagado sería mentir.

Estaba muy, muy asustado.

Pero fingía que no.

Al llegar, se dirigieron a la recepción, para avisar que habían llegado a la cita con el médico.

Mientras Keith esperaba que Shiro firmara los papeles, se dedicó a mirar a su alrededor, los doctores, los pacientes. Todo normal hasta que uno en particular le llamó la atención. Se le hizo conocido, pero no sabía de dónde: nunca lo había visto.

Un chico castaño y moreno salía de una de las salas con un atril para el suero, con una bata blanca con puntos celestes.

Sintió una opresión en el pecho y lo miró con más intensidad. Después, su pulso comenzó a acelerarse.

¿Quién era ese chico? Y ¿por qué le llamaba la atención? Parecía ser el único que destacaba entre todos los enfermos.

Maldijo, otra vez cayendo en la confusión.

Quería irse de ahí.

Pero también quería acercarse a aquel muchacho y verlo a los ojos.