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Lance salió a caminar un rato por aquellos pasillos vacíos y sin vida. Estar 5 meses inmóvil lo incomodaba, quería acostumbrarse a moverse por sí mismo.

Ya había estado una semana en reposo. Esa semana, el doctor le dijo que podría volver a caminar, pero que tenía que ser cuidadoso e ir acompañado.

Bueno, a Lance le valieron esas advertencias. Ni bien se cumplió una semana desde que se despertó, fue a caminar. Solo.

Había tomado el atril con el suero que tenía en su brazo, por más que quiera no podía sacárselo, así que salió arrastrándolo.

Nunca le gustaron los hospitales. Un escalofrío recorría su columna vertebral cada vez que pensaba que ahí entraron personas en estado terminal (inclusive él) y murieron en cada habitación, o que en cada cuarto empezó una nueva vida.

Giró por uno de los pasillos. Si se había perdido no se daría cuenta hasta que intente encontrar su habitación y se dé cuenta que no estaba en el mismo piso. Pero bueno, le importaba poco y nada.

Quería despejarse.

Siguió caminando, y sintió una mirada clavarse en su cuello, haciendo que frene en seco. Se giró y encontró unos ojos violetas, observándolo fijamente.

Su corazón comenzó a ir más rápido, y miró con más detalle al dueño de esos ojos que lo traían hipnotizado desde que los soñó.

Vio su cabellera negra cayendo pesada sobre sus costados, casi rozando sus hombros. Le había crecido el pelo y, Dios, le quedaba maravillosamente bien. Aún conservaba su mullet, y su piel seguía igual de pálida que antes.

No lo podía creer.

Era él, el mismísimo Keith Kogane, aquel chico que había estado presente en su sueño, aquel por el cual estaba loco.

El amor de su vida.

¿Seguiría teniendo voz bastante grave? En el sueño era tan grave que hasta parecía ronca (cuando era ronca, Lance temblaba).

Intentó acercase, necesitaba comprobarlo, necesitaba saber que era real y que esta vez no era un estúpido sueño, pero fue inútil: de la nada, una multitud de enfermeros y enfermos no lo dejó circular con normalidad -aunque también pensó que fue por culpa del atril, que hacía que su movilidad sea más cuidadosa-.

Para cuando pudo pasar, el chico de ojos violeta se había esfumado.

Recorrió todo el hospital en su búsqueda, pero no lo encontró. Dejó de caminar cuando encontró su habitación, y supuso que él había entrado en alguna sala o se había ido.

Decepcionado pero a la vez esperanzado, regresó cabizbajo a su habitación. Tenía la esperanza de que esa persona estaría con él sin importar qué. Quizás serían felices juntos.

Pero tenía que encontrarlo, y hablarle. Aunque no importaba.

Lo iba a encontrar.

-¿Lance? ¿Estás bien, hijo?- preguntó su madre, preocupada. Su hijo la miró de soslayo, sentándose en la camilla. No podía contarle lo que había visto, ella no sabía quién era.

-Estoy bien, sólo me cansé de caminar- dijo, arrastrando el atril hasta dejarlo en su lugar junto con el suero, y se recostó -. Voy a dormir un poco.

-Está bien, te dejaré solo- dijo la mujer, comenzando a levantarse -. Yo voy a ir a la cafetería, voy a comprar algo para comer, ¿quieres algo?

Lance pensó en silencio, pero terminó negando. Realmente estaba agotado.

-No, gracias- dijo.

Su madre asintió y salió de la habitación, y él se durmió, esperando poder soñar con Keith.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora