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El lunes de Keith también terminó siendo una mierda: su cabeza explotaba de dolor, su malhumor llamó la atención de Shiro y discutió con él, y estuvo encerrado en su habitación el resto del día, limitándose a desear que, al menos, el martes fuera un buen día.

Quería ver a Lance. Aunque sea quería que sus mensajes hubieran sido respondidos.

Cayó dormido a las 3 y pico de la madrugada.

Y se levantó exaltado de la cama a las pocas horas: había tenido una pesadilla con lo que había escuchado en el recreo el día anterior.

Miró en dirección a Shiro y lo vio completamente dormido. La luz comenzaba a asomarse entre las rendijas de la persiana, por lo que estaba amaneciendo y se estaba acercando el horario de ir al colegio.

Aunque, en esos tiempos, para él era una cárcel.

Rascó su cabeza, sintiendo sus ojos picar. Cerró los puños en ellos y suspiró, intentando calmarse.

-No, no pienses eso. Debe haber una explicación. Paciencia.

Golpeó levemente su cabeza y se sentó en la cama, esperando a que sonara el despertador. Sabía que no iba a volver a dormirse, así que esperó con los ojos cerrados. Cuando la alarma sonó, se levantó para vestirse con un jean negro, una camisa a cuadros gris y unas zapatillas rojas.

Bajó las escaleras y dobló en dirección al comedor. Esta vez sí desayunó. Por el poco peso que soportaba bajo sus ojos, supuso que las ojeras habían desaparecido un poco, pero sabía que sus globos oculares seguían un tanto irritados.

Comió una tostada y bebió un vaso de jugo en silencio, siendo observado por su madre. Para ella no era normal verlo comer tan poco, pero no podía reprocharlo, ya que era casi un adulto y él sabía lo que estaba haciendo.

Si pasaba límites, le diría algo.

La miró de reojo y ella le sonrió. Él movió la cabeza hacia abajo y agarró su mochila, tirándola en el sillón. Subió, se lavó los dientes y la cara, y luego salió de su casa; esperó, como siempre, al autobús, sentado en el cordón de la vereda.

Cuando llegó, subió y vio a Pidge y a Hunk sentados en el lugar de siempre.

Suspiró decepcionado cuando su mirada violeta se colocó sobre su asiento, vacío.

Sin señales de Lance.

-Hola, perdonen por lo de ayer- se disculpó, tomando asiento y dejando la mochila a su lado.

-No hay problema, Keith, entendemos tu situación- contestó Pidge, dándose vuelta hacia él; ahí sí podrían mirarlo a la cara sin que les doliera el pecho.

Le sonrió y el chico la miró a los ojos, sin sonreírle devuelta. Hunk lo miró preocupado; mierda, Lance lo estaba rompiendo.

Luego de tres paradas más, subió Lance. Keith clavó los ojos sobre él y sus miradas se encontraron.

Se forzó a tragar saliva.

Lance fue el primero en desviar la mirada. La enfocó en el piso.

Keith vio alrededor y notó cómo todos los estudiantes tenían los ojos sobre Lance.

Volvió a mirarlo, pero él ya no lo miraba. No miraba a nadie, a nada más que el piso de goma del colectivo.

Lo vio acercándose a ellos. Su pulso se aceleró. ¿Iba a sentarse con él?

Estiró la mano izquierda hacia la correa de su mochila, pero no la movió del asiento. Lance saludó a sus dos amigos y se sentó delante de ellos.

Sacó la mano sobre su mochila, sintiéndose estúpido. Lo copió y miró al piso, sintiendo su garganta cerrarse. Mierda, mierda. Rápidamente se puso los auriculares y subió la música al máximo, enfocando la mirada en la ventana, intentando no mirar al chico que causó desastres en él.

Al llegar al instituto, Keith se puso de pie antes que todos, apresuró la marcha y tomó a Lance del brazo, bajándolo bruscamente del transporte.

Lo arrastró a un lugar alejado de la entrada, sintiendo todos los ojos posados en ellos.

Frenaron, lo agarró por los brazos, cerca de los hombros, y lo miró furioso. Él ni siquiera lo miraba a la cara.

-¡Mierda, Lance! ¿Qué carajo te pasa, por Dios? ¡Es... Es como si estuvieras muerto! ¡No sé nada de ti! ¡No supe nada de ti durante todo el fin de semana ni ayer!- soltó, sintiendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas. Por más enojado que estuviera, estaba feliz de verlo... bien.

Mas Lance guardó silencio.

-Lance.

Intentó verlo a los ojos, pero él movía la cabeza hacia la dirección contraria.

-¡Lance!

Volvió a intentar verlo pero lo único que vio fue cómo apretaba los labios.

-¿Puedes decirme qué demonios te pasa conmigo?- insistió, casi a gritos.

Pero no recibió respuesta.

Lo soltó y se cruzó de brazos, guardando silencio por si se animaba a contestar.

Pasaron 5 minutos y seguían en silencio. Keith dejó caer los brazos con brusquedad a sus costados.

-¡Bien! Si así van a ser las cosas de ahora en adelante, me voy.

Entró al colegio y corrió en dirección a los baños, sintiendo cómo algunas lágrimas iban derramándose sobre sus mejillas.

Por otro lado, Lance no se había movido del lugar en el que Keith lo había dejado.

Sollozó y cayó de rodillas al piso, agarrándose la cabeza entre las manos.

-Soy tan imbécil que no puedo dirigirle la palabra. A penas pude verlo a la cara. Soy una mierda. Lance, eres la mierda personificada.

Golpeó el suelo y se largó a llorar más fuerte. Realmente era un imbécil.

Se daba vergüenza.

Unos minutos después, se puso de pie y fue caminando lentamente hacia su salón, dejando atrás las lágrimas que caían de sus ojos. Se las sacó del rostro con sus dedos y no se molestó en reemplazarlas por sonrisas.

Las cinco horas que estuvieron allí dentro, fueron una tortura para los dos.

Al llegar cada uno a sus respectivas casas, tomaron sus celulares y pensaron en la penosa idea de llamarse.

Pero era inútil.

Lance no podía hacerlo, aún sentía resentimiento por sí mismo; Keith, sin embargo, había dejado caer el celular entre sus piernas luego de recordar que lo había intentado todo.

Se había rendido.

Aunque deseaban arreglar las cosas, por un tiempo no iba a ser posible.

E iban a tener que distanciarse.

Mientras Keith lloraba en la soledad desgarradora de su casa, Lance golpeaba furioso las paredes y gritaba insultos contra su persona.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora