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Al día siguiente, se levantó completamente agotado y apagó la alarma. Se rascó el cuello y suspiró, mirando a las mantas sobre su regazo. Estaba tan cansado... El día anterior, desde que había llegado de Altea, durmió y durmió, ni siquiera cenó.

Quería desaparecer un rato.

Pero sólo tuvo pesadillas, malos sueños, o buenos sueños que le jugaban malas pasadas. En fin, durmió mal, no descansó nada. Y su mente nunca dejó de hacer ruido.

Se levantó de la cama, se vistió y se lavó los dientes y la cara. Agarró su mochila y se fue sin despedirse ni desayunar.

Esperó sentado en la vereda el colectivo. Y, cuando llegó, subió. Miró en dirección donde se sentaba con Lance, pero el asiento estaba vacío. Vio a Pidge y Hunk sentados adelante, y se acercó a su respectivo lugar.

Movió la cabeza en forma de saludo cuando pasó por al lado suyo.

-Hola- dijo de todos modos, aunque de mala gana, mientras tomaba asiento.

-Hola, Keith, ¿te sientes mejor?- preguntó Hunk, volteándose a verlo.

Keith apreció cómo abría los ojos espantado. Ya sabía las pintas que se traía -ojos hinchados, ojeras oscuras-, pero se encogió de hombros y se limitó a asentir.

-Wow. Hey, ya, cálmate. Lance siempre hace esto cuando va a fiestas- comentó Pidge, mirándolo preocupada al igual que Hunk. Keith suspiró y se puso los auriculares. Ella frunció el ceño-. Seguro que ahora debe estar teniendo el dolor de cabeza más grande del mundo- insistió, intentado aliviar el ambiente pesado que había entre ellos.

Como si Keith tuviese una pared adelante suyo y ellos no pudieran hacer nada por romperla.

Hunk rio, pero a Keith no le causó nada de gracia.

Agradeció cuando ambos decidieron dejar de hablarle. Supuso que había sido porque no recibían respuesta alguna, además de que daba miedo mirarlo.

Como sea, no le importaba.

Subió el volumen de la música hasta que llegaron al colegio.

Cuando el vehículo frenó, bajaron y las personas esquivaban a Keith, como si fuera un monstruo. Siguió caminando como si nada.

Se alejaban de él por su aspecto demacrado.

Se dirigió al baño con el objetivo de, al menos, volver a lavarse la cara para disimular un poco. Quizás con el frío del agua, sus ojos dejaban de estar tan hinchados y sólo se notarían sus ojeras.

Empapó su cara y vio su reflejo.

-Mierda- murmuró. No había cambiado nada. Debería esperar un poco más, pero estaba impaciente por dejar de ser el centro de atención.

Sintió un movimiento detrás suyo y miró por el espejo.

-Este día de mierda no puede ser aún peor, ¿no?-pensó, viendo cómo James y su pandilla entraban al baño.

No quería problemas, así que se secó la cara con su remera e intentó salir, pero James tapó la salida, mirándolo con una sonrisa burlona.

Keith lo miraba inexpresivo.

-¿Adónde vas, Kogane?- preguntó burlón James, aún sapoyado en la pared. Fingió preocupación al verlo a los ojos-. ¿Tu noviecito te dejó? Mierda, Keith, lo siento. Es una pena. ¿Sabes algo? Comenzaba a pensar que eran una buena pareja- lo miró de reojo y volvió a sonreír, inclinándose a él-. Una buena pareja para hacerlos sufir- susurró. El resto del grupo comenzó a rodear a Keith.

-Mierda, ¡déjenme en paz!- gritó y empujó al más cercano a él.

Todos se abalanzaron sobre él mientras James observaba la escena cruzado de brazos.

Entonces a Keith no le quedó otra más que defenderse: nunca había sido un chico violento, pero sabía pelear.

Comenzó a repartir golpes por doquier hasta que los chicos se alejaron de él, algunos agarrando sus narices rotas y otros mirándolo con odio mientras agarraban sus estómagos, con un fino hilo de sangre cayendo por sus orificios nasales.

Keith le dio una corta mirada de advertencia a James y él se movió de la puerta, dejándolo ir y mirándolo sorprendido.

Keith caminó como si nada hasta su aula y entró a su clase, escuchando cómo todos susurraban a sus espaldas.

Sus ojos hinchados ya no se notaban, pero las ojeras aún eran de terror.

Las clases fueron una basura, como siempre. Deseaba ya irse de aquel lugar.

Ni siquiera debería haber ido.

Había ido solamente por Lance.

Golpeteó el banco con sus uñas. El tiempo se hacía eterno.

El recreo lo pasó solo. No quería hablar ni ver a nadie, y, si lo hacía, deseaba que fuera Lance.

Suspiró y guardó la tarea que había terminado. Escuchó una risita estúpida atrás suyo y puso los ojos en blanco.

-Lance es muy bueno, en verdad- habló una chica que se encontraba con su grupo de amigas. Era una chica de otro curso. Keith, con la simple mención de aquel nombre, escuchó con atención-. El sábado en la fiesta, a cada rato, yo pedía tragos para emborracharlo y llevarlo a la cama- otra risa tonta-. ¡Yo sé que le gustan las bebidas alcoholicas, así que aproveché! Además algunas chicas que ya lo hicieron con él dijeron que es muy bueno y, no sé, yo quería experimentar eso.

Las chicas rieron y el cuerpo de Keith enfrió. Cerró las manos en puños y los apretó.

-Sabes que tiene pareja, ¿no?- preguntó otra chica.

La que contó el chisme dijo:

-Da igual, no parecía importarle mucho.

El timbre sonó y Keith vio a dos chicas abandonar el aula mientras sus compañeros entraban, intentando memorizar sus rostros o reconocerlas.

Suspiró nuevamente, intentando calmarse.

-Tranquilo, Keith- se dijo-. Cuando lo veas, vas a hablar con él y va a dejarte todo claro. No saques conclusiones precipitadas.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora