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Finalmente comenzó la semana escolar. Lunes.

Lance suspiró nervioso mientras esperaba el autobús, sosteniendo los chocolates con cuidado para no derretirlos con su calor corporal.

Ese día le diría todo a Keith e intentaría arreglar lo mal que estaban. Sólo esperaba que el chico se molestara en escucharlo.

Cuando el transporte llegó, subió y vio a los chicos de siempre, pero no había señales de Keith.

Caminando hasta su asiento, pensaba con una vaga esperanza:

-Quizás el autobús volvió a cambiar el recorrido.

Estuvo tan consumido por sus pensamientos durante el trayecto que no había caído en cuenta que había llegado a la escuela. Cuando el transporte frenó, miró el asiento al lado suyo y estaba vacío.

Keith no se había subido en ningún momento.

Bajó del vehículo, se sentó en el piso con la espalda apoyada en la pared del colegio y esperó afuera hasta que se hizo la hora de entrada a clases.

Entró cabizbajo y pasó por el aula de Keith, buscándolo con la mirada.

No estaba.

Con los hombros caídos, entró a su aula y las clases comenzaron.

...

Tocó el recreo y se dirigió a la cocina de la escuela para guardar los chocolates en la heladera. Sus compañeros le habían pedido algún que otro dulce y él se había cansado de decir que no.

Independientemente de los chocolates, debía hablar con Keith. No pensaba malgastar su preparación mental durante todo el fin de semana.

Salió de la cocina y caminó por los pasillos con las manos en los bolsillos. La gente que pasaba por su lado susurraba a sus espaldas. Intentaba ignorarlos, pero, realmente, lo hacían sentir un tanto... incómodo.

Buscó a Pidge y a Hunk con la mirada. Los necesitaba, a ellos y a sus estupideces y a sus consejos. Estaba desesperado.

No sabía qué hacer.

El alivio lo inundó cuando vio a su amigo al final del pasillo.

-¡Hunk!- gritó, corriendo hacia él. Su amigo lo miró atento y Lance le devolvió una mirada cargada de desorden-. ¡Keith no vino, no sé cómo encontrarme con él!

Hunk abrió la boca para contestar pero Pidge, apareciendo atrás suyo, lo interrumpió.

-Ve a su casa- dijo, encogiéndose de hombros-. Es la única manera de poder hablar con él.

Lance arqueó una ceja.

-¿Ustedes creen que vaya a abrirme la puerta?

Hunk desvió la mirada pensativo. Pidge lo seguía mirando seria.

-Hay probabilidades de que sí y probabilidades de que no- contestó con sinceridad-, pero Keith lleva queriendo hablar contigo desde hace días, así que dudo que vaya a desaprovechar tal oportunidad.

Lance miró a Hunk y él hizo un movimiento con la cabeza, como afirmando lo que dijo su amiga.

-Ella tiene razón, Lance. Tú no lo viste los primeros días intentando comunicarse contigo.

Lance suspiró y se rascó la nuca.

-Entonces, cuando salgamos, voy a su casa- dijo, aunque faltó tanta seguridad en la oración que pareció una pregunta.

Sus amigos asintieron y Hunk le apretó el hombro.

-Es lo correcto, Lance.

Lance guardó silencio.

-Bien, entonces haré eso- contestó, sacando las manos de los bolsillos y las volvió puños-. Debo hablar con él a como dé lugar- les sonrió un poco más aliviado-. Gracias, chicos.

Tocó el timbre y caminaron hasta su aula. Lance estaba impaciente; quería que las tres horas que faltaban para terminar las clases pasaran rápido.

Terminaron pasando más lento de lo que él deseaba. No dejaba de morder el bolígrafo y tampoco podía dejar de mover los pies y las manos.

Estaba ansioso e inquieto.

Cuando al fin tocó el timbre para salir del instituto, finalizando así su sufrimiento, caminó rápido hacia la cocina para agarrar los chocolates y, agradeciéndole a los empleados del salón, corrió hasta la salida para así ir a lo de a Keith.

Mientras sus piernas se movían con rapidez, rogaba a quien fuera que lo escuchara para que su plan funcionara.

Luego de 15 minutos corriendo como alma que lleva el diablo, llegó a la casa de Keith.

Subió al porche y tocó timbre, viendo cómo su mano temblaba con rapidez.

Mientras tanto, dentro de la casa, Krolia escuchó el timbre y, sin dejar de lavar los platos, gritó un:

-¡Keith, cariño! ¿Puedes abrir?

El menor gruñó en su cama y se destapó lentamente. No tenía ganas ni fuerzas de levantarse, pero tenía que hacerlo o sino su madre no dejaría de llamarlo.

Se puso de pie y se puso un buzo encima de la ropa para dormir. Acomodó vagamente su cabello mientras bajaba las escaleras y bostezó.

-¡Ya voy!- anunció, buscando con pereza las llaves.

Introdujo la llave correspondiente en la cerradura y bajó el picaporte. Miró a quien había llamado a su puerta y su cuerpo se enfrió.

-Lance...- susurró, abriendo los ojos como platos.

El moreno se abalanzó sobre él y lo abrazó lo más fuerte que pudo.

Keith no le devolvió el abrazo. Se quedó inmóvil en el umbral de la puerta.

Lance se separó, mirándolo desesperado y desesperanzado.

-Lo siento, Keith, lo siento mucho- comenzó a decir, volviendo a abrazarlo y llorando sobre su hombro.

Keith se quedó callado y subió las manos hasta su espalda, tocándolo con cuidado, como si fuese a romperlo; comenzó a llorar en silencio mientras Lance le acariciaba la espalda.

Ambos lloraron en la entrada hasta que Lance se separó y se quedó mirándolo a los ojos.

Lo tomó por uno de los costados de la cara y se acercó para besarlo.

Pero Keith movió el rostro a un lado.

-¿Quieres pasar?- murmuró con voz gangosa.

Lance bajó la mano y asintió. Keith se hizo a un lado y lo dejó pasar.

-Vamos a mi habitación- le dijo a su madre. Krolia no contestó y Keith subió las escaleras, siendo seguido por Lance.

Entraron a su cuarto y cerró la puerta.

-Toma- susurró Lance, extendiendo la caja de chocolates mientras se secaba las lágrimas.

Keith la aceptó y se la quedó mirando. Sonrió con nostalgia.

-Tú siempre pensando en arreglar los problemas con cosas materiales, ¿eh?- dijo. Lance rio bajito, agarrándose un brazo y acariciándoselo nervioso-. Gracias, supongo.

Se sentó en la cama y Lance lo imitó mientras esquivaba varios cables esparcidos por el piso.

-¿Por qué viniste?- preguntó Keith, pasando el dedo gordo sobre el plástico transparente de la caja de chocolates-. Dudo que sea sólo por esto.

Lance se rascó la nuca.

-Sí, hay algo más- sus ojos azules se encontraron con los violetas de Keith-. Quiero decirte la verdad.

Penúltimo capítulo...

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora