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Ya había pasado una semana desde la cita. Mas seguían hablando gracias al celular, aunque no habían quedado desde aquella vez.

Lance puso sus libros correspondientes al horario de ese día y bajó a desayunar con sus padres y hermanos.

-Buenos días, Lance-habló su madre entrando al comedor con una jarra de jugo en las manos. Le sirvió a Marcos, el hermano menor de Lance, mientras se sentaba al lado de su padre, quien tomaba café y leía el periódico.

-Buenos días, mamá- contestó Lance bostezando con la mano en la boca, seguido de una estirada.

Tomó una tostada, la untó con queso y se la llevó a la boca.

Amaba los desayunos sencillos, no le gustaba comer mucho antes de ir al instituto, de lo contrario sentía ganas de vomitar, por lo que siempre optó por ingerir cosas livianas en vez de cosas pesadas.

Costumbres cubanas, supuso.

Al terminar, corrió a lavarse los dientes, si no se apuraba perdería el autobús que lo llevaría al instituto y debería ir en bicicleta, y, sinceramente, no quería. Llegaba al colegio todo sudado, cansado y con las mejillas rojas.

-¡Ya me voy, mamá! -gritó desde la entrada de su casa, poniéndose bien la mochila.

-¡Que tengas un buen día, hijo!- respondieron sus padres al unísono desde la cocina.

Lance salió y corroboró que hacía un día espléndido: era un día de verano.

Suspiró mirando sus sueños: se sentía como aquel día en el que hallaron la nave con forma de León.

¿Aquella nave de verdad existiría?

Subió al autobús y se dirigió a los últimos asientos como de costumbre; todavía no había pasado por las casas de Pidge y Hunk, ni por la de Keith, aparentemente, ya que no los había visto en ningún lado.

Se sentó en un asiento compartido, del lado de la ventana, esperando a que uno de sus amigos se sentara ahí.

Luego de tres paradas más, llegaron a la casa de Keith. Él subió escuchando música y aferrando unos cuadernos negros en su pecho. Lance fue consciente de cómo todos empezaron a hablar más bajito cuando había puesto un pie en en transporte.

No encontraba un lugar dónde sentarse; mientras tanto, Lance miraba por la ventana con sus auriculares.

Fingió no darse cuenta de nada. Aunque, por dentro, moría de nervios.

-¿Puedo sentarme?- le preguntó.

Lance fingió sorpresa y le sonrió. Se sacó un auricular, bajando aún más su música, y bajó la mochila del asiento para dejarlo libre.

-Claro, siéntate.- Abrazó su mochila y Keith le sonrió mientras tomaba asiento.

Otras 3 paradas después, subió otro chico. Lance frunció el ceño, examinándolo; le veía cara conocida.

El chico lo vio y se acercó a él. Con una sonrisa, ignoró a Keith, cosa que Lance no pasó por alto, y el chico le dijo:

-¡Lance!, ¿me recuerdas? Soy yo, James.

Lance sonrió al recordarlo.

-¡Hey!, ¿cómo estás?, hace mucho que no te veía- dijo, señalando el asiento de atrás para que pudiera sentarse y así poder hablar.

El chico hizo caso y se sentó. Lance se volteó en dircción a James y Keith lo miró curioso. Cuando vio a James, volvió la mirada al frente, molesto.

-Bien, bien, veo que eres amigo del Mullet- dijo señalando con su pulgar a Keith-. Vamos a la misma clase, ¿no es así, Mullet?- Keith lo ignoró olímpicamente, cruzando los brazos bajo la atenta mirada de Lance y haciendo que un poco de su oscuro flequillo caiga sobre sus ojos.

Lance se limitó a cerrar la boca, no quería causar más problemas. Cayó en cuenta de que ese chico, quizás, molestaba a Keith por su cabello, tal como lo hacía Lance en el sueño.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora