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"Al fin podré salir de este manicomio", pensó Lance, viendo al doctor acercarse. "Ya quiero quitarme el suero del brazo, salir a respirar aire puro y a ver el cielo cuando llueve".

Realmente echaba de menos todo eso.

El hospital le asfixiaba.

-Bien, señor McClain, le voy a sacar el suero y ya podrá irse a su casa, pero, recuerde: nada de movimientos bruscos por unos días, ¿sí?

-Está bien- dijo con tono inocente y respetuoso.

El doctor procedió a sacarle el suero del brazo y, ni bien lo retiró, Lance corrió a buscar su ropa e ir al baño a cambiarse.

Su madre lo esperaba fuera de la habitación, sólo estaba con el doctor.

-¡Ey, dije que nada de movimientos bruscos!- le gritó. Lance escuchó la voz amortiguada por la puerta.

Rió en voz baja.

-¡Lo siento!- chilló, sacándose el camisón, sonriendo con emoción. Estaba tan feliz que le importaba una mierda.

Quería reencontrarse con Pidge y Hunk. Aunque lo habían ido a visitar, él no los había visto, ya que fueron cuando estaba en coma.

Cuando despertó y su madre les avisó, ellos dijeron que no podían ir porque tenían el horario muy apretado por culpa de su trabajo y el colegio.

Estaban a fin de año, por lo que les llovían exámenes finales, así que Lance lo entendió perfectamente.

Al ponerse sus zapatillas y acomodarse el cabello, salió del baño y tomó su bolso. Le agradeció al médico con una sonrisa y salió de la habitación, encontrándose con su madre, esperándolo.

Ella saludó al profesional y ambos caminaron hacia la salida.

Lance iba dando pequeños saltos, sonriendo de oreja a oreja y mirando con felicidad a su alrededor.

"Adiós, edificio de mierda. Te odio", pensó, suspirando.

Ya no recordaba cómo era el exterior. Tanto tiempo encerrado sólo le hacía imaginar espacios, justamente, cerrados -como la habitación en la que había estado durante días-.

Una vez afuera, el Sol lastimó sus ojos. Brillaba muchísimo, tanto así que tuvo que cerrarlos y hacerse sombra con la mano.

Su madre lo miró como si fuese un exagerado de primera y lo arrastró a la sombra.

-Mamá, por casualidad,¿tienes lentes de sol?

-No, aguántate hasta llegar al auto, ya pasará.

-Ok, gracias- dijo, viendo al piso. Giró los ojos y se dirigieron al auto.

No podía dejar de pensar en Keith. No podía creer que ese chico realmente existía.

El primer día que se vieron, pensó que era un chico parecido a Keith -y vaya qué parecido, eran idénticos-. Mayor fue su sorpresa al comprobar, la segunda vez que se vieron, que su voz era igual de grave que en sus sueños, y que era muchísimo más lindo en la realidad.

Era una locura.

Quería estar con él, conocerse, hablarle. Deseó volver a verlo.

Una vez sentado en el auto, pensó que fue una lástima no haberle pedido su número.

Se tensó, aguantando las ganas de golpearse por ser semejante idiota. ¡Acababan de verse en la vida real y sólo pensaba en que debería haberle pedido el número! ¡Sólo intercambiaron cuatro oraciones!

También recordó que se había decepcionado. Las ganas de golpearse aumentaron. ¿Acaso pensó que él lo iba a conocer? Lo conoció por un maldito sueño suyo, no porque alguna vez hayan cruzado palabra.

"Dios, Lance, eres un imbécil", pensó, cruzándose de brazos y mirando a su alrededor, intentando recordar el camino a su casa y centrándose en la música que sonaba por la radio.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora