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El sábado finalmente cayó. Pero Keith se molestó aún más por el simple hecho de que sea ese día: no iba a salir en todo el fin de semana e iba a estar encerrado en cuatro paredes lo que restaba del día.

Además se sentía cada vez más raro. Si bien se sentía triste, molesto y cansado, después de haber visto a Lance el día anterior, se había quedado con la idea de que se iba a asustar al ver las ojeras que cargaba.

Sentía un vacío increíble en el centro del pecho, como si le hubiesen robado el corazón y se hubiesen llevado consigo todos sus sentimientos positivos. Aquel abanico de emociones que vivía en su interior se desvaneció como humo, quedando con él la tristeza y el malestar general.

Para colmo, casi ni comía y le costaba levantarse de la cama, a tal punto que se le dificultaba caminar.

Parecía un muerto en vida.

Y así se sentía él.

Odiaba a Lance por hacerlo tan miserable. Y se odiaba a sí mismo por darle semejante poder.

Su familia estaba muy preocupada. Querían intervenir pero, por experiencia propia, sabían que eso sería peor.

-¿Keith?- preguntó Shiro con suavidad, entrando a su habitación.

No recibió respuesta.

Apretó los labios, viendo a su alrededor: todo estaba completamente oscuro; las cortinas estaban tan cerradas que no dejaban pasar ningún hilo de luz que se le escapara a las persianas; su cama estaba ordenada y la de su hermano era un desastre, además de que se veía un gran bulto sobresaliendo de él.

Suspirando, se acercó a él y vio que estaba despierto pero con los ojos cerrados, hecho bolita, aparentando estar dormido.

Dejó la bandeja con tostadas y jugo en la mesita de noche y volvió a bajar, yéndose de la misma forma silenciosa con la que entró.

Mientras tanto, Lance también tenía problemas en su casa.

Tampoco comía ni se levantaba. Si lo hacía, generalmente era para ir al baño.

Verónica entró a su habitación de forma ruidosa, interrumpiendo el ambiente silencioso en el que había estado conviviendo Lance durante días.

-¿Lance?- dijo la mayor, viendo a su hermano. Él estaba tapado hasta la cabeza. Hizo un sonido para que supiera que la escuchaba-. Te traigo algo para que comas- dijo, acercándose a él.

Lance se destapó y la miró, ignorando la bandeja en sus manos.

-No tengo hambre- murmuró fríamente, juntando sus piernas y agarrándolas con sus brazos.

Ella dejó la bandeja en el escritorio y se sentó a los pies de su cama.

-No puedes seguir así, Lance, debes hablarlo con él, seguro entenderá- dijo, mirándolo con un brillo que él no pudo identificar.

Negó levemente con la cabeza, recordando los intentos de sus amigos por hacer que hablaran.

Recordando el rostro demacrado de Keith, sus ojos fríos pero a la vez muertos.

¿En qué lo había convertido?

-No entiendes, Verónica- dijo, mirándola serio-. Hice algo terrible. Además de todo, hacía unos días antes lo había hecho con Keith, que, para colmo, fue su primera vez, y luego salgo yo y me acuesto con otra en una puta fiesta- soltó de repente, ocultando la cabeza entre las rodillas.

Verónica guardó silencio, mirándolo fijamente. Luego abrió la boca y dijo:

-Esa chica te emborrachó a propósito, Lance, es obvio. Si no hubiese sido así, tú nunca habrías hecho eso, ¿verdad? La única persona que amas es Keith- dijo, acercando su mano y acariciándole la cabeza.

Lance se separó con lentitud, clavando su mirada celeste en ella.

-No lo conoces- murmuró con voz queda.

Ella le sonrió levemente, sin dejar de acariciarle el pelo.

-Sí lo conozco- dijo-. Ese chico vino a casa el día después de la fiesta. Estaba muy preocupado porque no le respondías las llamadas ni los mensajes. En ese momento no lo conocía, pero me pareció un buen chico- sonrió como lo hacía cada vez que le intentaba dar ánimos. Lance supo que lo iba a hacer cuando agregó un-: Anda, el lunes debes hablar con él. Sí o sí, sea como sea.- Concluyó la charla poniéndose de pie y yéndose de la habitación, dejándolo mirando a la nada y pensando cuál sería su próximo paso a continuación.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora