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El miércoles llegó y ninguno de los dos habló, ni siquiera con Pidge y Hunk.

En los recreos, ambos estaban solos, cada uno en diferentes extremos de la escuela para no encontrarse.

Keith ya estaba harto. Y estaba demacrado. Sus ojeras habían vuelto, y la cara de zombie que cargaba delataba que no había pegado ojo en toda la noche.

Al salir de clases, Keith y Lance salieron casi juntos mientras Pidge y Hunk los observaron preocupados. Luego se alejaron, como si fuesen desconocidos, y cada uno se fue por su lado. Pero Keith frenó en seco, volteó a mirar a Lance y corrió hasta él.

Más allá de que se había rendido, necesitaba al menos verle la cara. Dios, no quería rendirse, la verdad. Quería que él entendiera que debían contarse lo que ocurría en sus vidas.

¡Estaban siendo un desastre! ¡Era todo una grandísima mierda!

Al llegar donde se encontraba Lance, volvió a tomarlo de la muñeca y lo volvió a arrastrar lejos de la escuela.

Los dirigió al parque, lugar donde había comenzado su primera cita. Ignorando ese recuerdo, avanzó hasta encontrar un banquito a la sombra.

Lo soltó y lo sentó empujándolo desde los hombros. En cambio, él no se sentó, estaba tan inquieto que prefirió quedarse de pie.

Se cruzó de brazos, sintiendo su corazón ir a mil por hora y su labio inferior temblar.

-¿Puedes al menos hablarme?- murmuró con la voz rota-. Lance, necesito escuchar tu voz. ¡Necesito que volvamos a hablar como antes! ¡No sé qué mierda pasa!- dijo, casi gritando y dejando caer algunas lágrimas.

Clavó sus ojos sobre Lance pero él volvió a desviar la mirada.

No recibió respuesta. Otra puta vez.

-Lance, por favor, tú tampoco quieres que las cosas sigan así, ¿o sí?- volvió a decir, esta vez arrodillándose enfrente a él.

Nada.

-Lance...- repitió, sollozando en su regazo-. No quiero perderte, ¿sabes? Eres una de las pocas personas que me hace sentir cómodo conmigo mismo. Nunca me aprecié, pero llegaste tú y me enseñaste a amar y a amarme. ¿Por qué eres así conmigo?- buscó sus ojos-. ¿Pasó algo en la fiesta?

Lance se tensó y se levantó, moviendo cuidadosamente a Keith de su regazo.

Se puso de pie, sin mirarlo, y Keith lo observaba desde el piso, con las lágrimas rodeando su rostro.

-No estoy listo- respondió con voz queda, dándole la espalda y caminando en dirección a su casa.

Al principio, se dirigió rápidamente hacia la salida del parque, pero, cuando estuvo lo suficientemente lejos de Keith, con la seguridad de que no lo veía más, salió corriendo con los ojos hechos un mar de lágrimas, comenzando a sollozar y aferrando las manos a las tiras de su mochila.

Keith, mientras tanto, se quedó allí, arrodillado, apoyado en el banco, llorando más fuerte que antes. Sentía que sus lágrimas eran infinitas, ¿nunca se acabarían?

Sentía un pesar corporal tan grande que tuvo que quedarse un buen rato en aquel lugar. Un tiempo después, Allura, quien estaba entrenando en el parque, lo reconoció y corrió hacia él.

Lo agarró y lo apoyó en sus piernas, viendo que estaba completamente dormido, con la nariz y los ojos rojos e hinchados, los labios resecos y los caminos de las lágrimas secas marcados en sus mejillas.

Mientras lo sostenía, sacó su celular y llamó a Pidge para que le avisara a Shiro y vaya a buscarlo. Después de que hubieran hablado, clavó sus ojos en él y le sacó un largo mechón negro de la cara con cuidado, como si fuese a romperse más de lo que ya estaba.

Le acarició la mejilla con tristeza. Realmente... estaba en un estado deplorable.

Mullet 2 [KLANCE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora