CAP. 33

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FATHER

Pov Miranda:

Abro los ojos con cuidado y me doy cuenta de que no estoy en mi habitación. Ese aroma a vainilla tan distintivo con el que me despertada ha sido sustituido por un olor que carece de esencia. Mis grandes ventanales no están. En su lugar, un muro de cristal me separa de un jardín al que le faltan flores y... vida.

Poco a poco empiezo a recordar todo lo que había pasado esta mañana... O eso creo, no se cuanto tiempo ha pasado porque ahora mismo es de noche. Intento moverme pero un dolor agudo en la cabeza me paraliza. Me toco la cabeza y noto una venda. Me habré caído al suelo con fuerza al desmayarme.

Aún así, me empiezo a quitar los distintos aparatos que tengo por todas partes. Cuando me quito un aparato del dedo, este empieza a emitir un sonido agudo, como si fuese de un tipo de alarma.

Me agarro la cabeza con fuerza por que el sonido me molesta muchísimo. No pasan ni diez segundos cuando alguien abre la puerta. Es Marco, cómo no. Tiene la cara pálida pero al darse cuenta de que estoy bien, se acerca rápidamente hacia mí. Me abraza con cuidado y yo disfruto de su olor. Siempre me ha transmitido una tranquilidad que no puedo describir con unas simples palabras, es mucho más que eso.

— Miranda... —Dice sentándose conmigo. Yo le sonrío, no tengo muchas fuerzas para hablar ahora mismo.

Una enfermera entra corriendo y al ver que estoy bien, me vuelve a poner los tubos alienígenas que me intentaba quitar. Me dice que tengo que estar en reposo y no tengo que hacer ningún esfuerzo... ¡Que chorrada! Ni que estuviera recuperandome de una operación de vida o muerte.

— Vas a estar por lo menos un día para que veamos si te estás mejorando. Ha sido muy raro, has tenido una crisis de ansiedad y por ello te has desmayado. Debido a tu caída, te has dado un golpe en la cabeza que ha provo...

— Si, lo sabemos. No hace falta que nos lo recuerde señora. —Dice Marco un poco enfadado. No sé por qué está tan tenso si tampoco me he muerto...

— Señorita —Lo corrige la enfermera antes de darle una mirada de desaprobación y salir de la habitación.

— ¿Cómo te encuentras? —Susurra acariciándome la cara.

— Bastante bien aunque me duele un poco la cabeza.

— Te has dado un buen golpe. Por un momento pensé que te perdería...

— Marco... —Le agarro la mano— Estoy bien, de verdad. Y ahora por fin he abierto los ojos... y por fin podrás ver que no soy la persona de la que me he estado disfrazando estos últimos días. Se acabó.

Se queda mirándome fijamente a los ojos intentando comprobar si lo que digo, lo digo de verdad. Eso me hiere un poco, me he perdido tanto en Will que ni siquiera Marco confía en mí. No lo culpo, si yo hubiera estado en su lugar me trataría tal como merezco, como una mierda. Y todo eso porque me he preocupado tanto por Will que ni siquiera le he prestado atención a todo lo malo que hacía, cosas como faltarle al respeto a Carlita... Dios... tengo que pedirle perdón, no se ha merecido cómo ha sido tratada.

— Miranda... No llores —Salgo del trance en el que estaba y me doy cuenta de que he empezado a llorar. Intento limpiarlo rápidamente pero Marco ya se ha dado cuenta de lo que pasa.— No te culpo por nada... Estabas ciega. No pasa nada, nunca es demasiado tarde para darse cuenta de las cosas.

— Gracias... Eres tan bueno conmigo. Y lo único que he hecho yo ha sido irme con él sin pensar en nadie más que en mí misma. —Más lágrimas caen por mis mejillas sin control alguno.

Marco me agarra la cara con las manos y gentilmente empieza a secarme las lágrimas sin cortar el contacto visual. Entonces, me abraza y yo cierro los ojos para disfrutar de la tranquilidad que emana.

No se cuanto tiempo pasa cuando la puerta se abre y nos separamos. Ya me he tranquilizado aunque me encuentro un poco débil. Supongo que es por llorar, dicen que llorar cansa.

Por la puerta se asoma un Jack con una sonrisa tierna. Marco sale de la habitación y Jack se adentra. Trae un ramo de lirio de los valles. Qué coincidencia, nunca le había mencionado que eran mis favoritas. Siempre que tenía un poquito de dinero ahorrado, me permitía el lujo de comprarme alguno. He intentado plantarlo muchas veces pero nunca me ha funcionado.

El detalle de las flores me hace sonreír. Él me devuelve la sonrisa y lo saludo con la mano.

— Hola, Miranda... ¿Que tal te encuentras? —Pregunta sentándose en la silla del lado derecho de mi cama. Me habría gustado tenerlo más cerca... poco a poco le estoy cogiendo cariño.

No puedo evitar fijarme en nuestro parecido físico. Quiero conocerlo, conocerlo de verdad. Quiero intentar tener una relación de padre e hija con él. Tengo ganas de intentarlo. Pero creo que para poder hacer eso necesito conocerlo. Quiero que me cuente cosas sobre él y sobre mi madre biológica.

— Muy bien... — le digo— ¿Sabes que son mis flores favoritas?

— También son sus flores favoritas... no creía que te gustarían pero veo que es algo de sangre... — Mira hacia abajo y una sonrisa melancólica se dibuja en sus labios.

— ¿Sus? ¿ Te-Te refieres a mi madre biológica? — No sé por qué me da miedo preguntar... Supongo que es por que siempre me he preguntado por qué mi madre no biológica y yo no compartimos nada en común y ahora que sé la respuesta se me hace muy raro todo...

— Si... Irina. Es la mujer de mi vida. Tienes que saber que te ama y que cada vez que te miro la veo. Le encanta la lectura y es fan de la mitología...

— Pero, si no está muerta... ¿Donde está?

— Ella es la razón por la que te empecé a buscar... — Ya no hay ninguna sonrisa en su cara. Se nota que hablar de ella le afecta.— La secuestraron... No puedo contarte mucho sobre eso por que no quiero que te atormente. Pero tienes que saber que la última vez que pude escuchar su voz fue cuando por alguna razón pudo tener acceso a un móvil, y lo único que me dijo fué que ellos conocían de tu existencia y que te buscara. Entonces se cortó la llamada... ni siquiera pude saludarla. 

DESPREVENIDA *COMPLETA*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora