Capítulo 50

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Arafat me sacó de esa habitación y yo no pude apartarme de él. Desconsoladamente lloraba mientras lo abrazaba. No era por ser dramática ni nada por el estilo, ya les dije que los reptiles me dan una fobia severa y las arañas ni se diga.

Mis piernas aún seguían con temblores y unas fuertes náuseas se apoderaron de mi.

—¿Quien ha hecho esto?— preguntó Arafat con autoridad y enojo. Todos se quedaron confundidos...

—¿de que hablas?— preguntó Ahmed apoyándose en su bastón

—Alguien a puesto bichos venenosos en el baño de nuestra habitación y ella pudo haber sido mordida

Megbel se llevó las manos a la boca horrorizada, Ahmed frunció el ceño, Lía no hizo nada más que apegarse a Megbel e imitarla..

—¡Pero que barbaridad!— dijo Ahmed —Dime que la muchacha se encontrá bien...

—Lo está papá, pero es el colmo que hayan hecho esto...si le hacen daño a ella también me lo están haciendo a mi— Arafat acarició mi espalda

—Arafat, es una horrible noticia lo que le ha pasado a sky

Él ignoró a Lía.

—No es posible que ni en mi propia casa, mi mujer tenga paz...esta embarazada ¿no piensan en eso?

—Hijo, vamos a averiguar quién fue el causante de esto— dijo Megbel

—Prefiero la honestidad, me iré a otra parte con mi mujer. Mañana quiero que el culpable se presente ante mi.

No íbamos a entrar a esa habitación por ropa hasta que se llevarán todos los bichos e inspeccionaron que dejaran crías las arañas. Arafat me colocó el par de tenis de New balance, ya que los dejé -por fortuna- afuera. Estaba demasiado temblorosa para hacerlo yo misma y Arafat me ató las agujetas.

Si así es, solo tenia puesta la bata, bragas y tennis, sin sujetador...

—Arafat no puedo salir así— murnure

—No planeaba que lo hicieras— me tendió de nuevo su chamarra, me quedaba muy holgada —Pero no pienso ponerte en riesgo entrando por ropa..

—¿a donde iremos?— pregunté mientras nos dirigíamos despacio a la salida, no podía ir tan rápido, tenía un poco de mareos.

—Al chalet, ahí vas a quedarte...hasta que se solucione todo, no vas a estar sola

Los guardias abrieron las puertas, apenados apartaron sus miradas de mis delgadas y pálidas piernas.

—La camioneta..— ordenó Arafat

—Si señor.

...

—¿Ya estas mejor?— preguntó Arafat

Negué con la cabeza. Tenía muchos escofrios y náuseas..

—Detente...dete...

Arafat frenó, me quité el cinturón de seguridad y bajé. Me fui a la parte trasera de la camioneta, oh demonios...

Recibí la botella con agua de las manos de Arafat, estaba muy debilitada y sentía vueltas en la cabeza. Detesto padecer hiperemesis gravidica...

—Cuando lleguemos voy a hacerte algo para comer...

—Esta bien— asentí

...




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