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Todo comenzó hace unos meses, cuando decidí que verter un vaso de malteada en las pelotas de mi novio —o, mejor, ex novio —,  era la mejor forma de tener paz conmigo misma. Dicen que las peores cosas ayudan a bien, pero ¿quién piensa en eso cuando la persona que se supone te ama te dice que ya no eres suficiente para él?

Yo no.

Pero si tengo que mirar en retrospectiva, fue lo mejor que me pudo haber pasado.

Y verter esa malteada también.

—¿Querer algo mejor? —repetía Jane, una y otra y otra vez— ¿¡querer algo mejor!? ¿¡te ha dicho eso!?

Los de la mesa de al lado nos miraban con las sonrisas contenidas, burlándose en su interior de la desgracia que debe ser tener una amiga como Jane. Gritona, exasperada, loca y torpe. Gracias a ella, todos se habían enterado de que David me había dicho «quiero algo mejor que tú y lo que puedas darme ahora». Y tal vez los transeúntes de la calle también. Y los de la cuadra. Y, por qué no, toda la puta ciudad.

No me hubiese extrañado que lo haya twitteado. Pero no, aún le quedaba algo de respeto por la desgracia ajena.

—Es un gilipollas —añadió Jeremy al tiempo que extendía la mano para robarme la frutilla de mi pastel de chocolate. Deslicé el plato por la mesa para que se lo comiera. No tenía ganas de nada—, agradece que han terminado.

—Sí, nunca debiste haber estado con él.

Suspiré.

—Fue todo muy rápido. Ni si quiera lo vi venir —murmuré —. Quizás no acepte la beca.

Dejé caer mi cabeza contra la mesa. Se escuchó algo hueco y tal vez haya sido mi cerebro, que tuvo la estúpida idea de tener una relación con el hijo de las firmas jurídicas Foster. La única neurona que me quedaba de seguro murió con ese golpe.

—¿Estás loca? ¡Te ganaste una pasantía a Nueva York, Hannah! —Jane me jaló una oreja— ¿Sabes cuantos quisiéramos eso?

—Yo no —terció Jeremy.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora