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PALABRAS COMO HIERRO

ADAM


La alarma suena y la apago apenas comienza el ruido. No necesito cinco minutos más porque ya estoy despierto. Así es que, ignoro el hecho de que me la he pasado en vela y continúo mi rutina de la forma normal. Ducha. Vestimenta. Café. Un vistazo al Times. Más café. Enciendo la televisión. No hay nada bueno. La apago.

Vuelvo la mirada hacia el árbol de navidad que espera en el mismo rincón de siempre y me prometo que este día si lo desarmaré. Los días han pasado y el silencio se ha asentado nuevamente en el departamento. Ya está marchito y no tiene sentido tenerlo ahí, pero no me he dado el tiempo de quitarlo. A decir verdad, no me importa. Tal vez le diga a la mujer del aseo que lo haga y le prometeré una paga extra.

Como dije, no me importa. No es mi puta prioridad.

Salgo del apartamento media hora antes de lo previsto porque no tengo nada que hacer aquí. Mientras la puerta se cierra, observo el lugar donde escondí el regalo de Hannah que nunca le entregué. Me recuerdo que debo devolverlo o venderlo. Solo está ocupando lugar.

—¡Eh, Adam, amigo! ¿Sabes lo que necesitas? —Will aparece de pronto y me da unas palmadas en la espalda mientras avanzamos por el corredor en dirección al despacho. Llevo un café en la mano, el tercero del día, porque siento que moriré de cansancio acumulado. He dormido mal durante cinco noches seguidas. No puedo más con los pensamientos que asaltan de pronto en medio de la oscuridad.

«Joder. Cualquiera menos Will»

Vale, es mi amigo, pero es como goma de mascar en el zapato. Pegote y molesto. Tiende a pasar su brazo por detrás de mí cuello cada vez que quiere conversar. No me gusta y ahora, justo en este minuto, lo hace. Mierda.

—Una noche de hombres —advierto sin despegar la mirada de los papeles que llevo en la mano. Ahora que Hannah no está, tengo que encargarme de la revisión de todo sin perder el hilo de lo demás. He pensado en solicitar un pasante y que esta vez sea hombre, pero entrenarlo a mi ritmo y gusto sería una pérdida de tiempo.

—Una noche en el bar —aclara con entusiasmo. Revuelve mi cabello y lo aparto con un codazo en la costilla. Quiero decirle que no me toque, pero sé que sería un gasto de tiempo y saliva —. Será por los viejos tiempos. He ganado un buen porcentaje en un caso contra unos evasores de impuestos que trataron de dárselas de listillos, así es que yo invito.

Boqueo con la intención de aceptar su propuesta, pero sigue hablando. Como dije, es molesto.

—Jude y Alex irán. Tú también. Hay que aprovechar que Jude lo soltó su esposa, se fue de viaje a no sé dónde.

Cojo las llaves de mi oficina. La puerta de cristal se abre y todo parece en orden, hasta que ladeo el rostro hacia el fondo, justo donde está la estantería.

—¿Pero qué...? —balbuceo sin terminar.

Entonces, lo recuerdo rápido. Hannah se cambió de especialidad.

Lo había olvidado.

En fin, no tenía sentido seguir teniendo el segundo escritorio. Supongo que alguien más lo ha solicitado o el personal de aseo lo ha quitado por órdenes de Hanks. ¿Quién sabe? No preguntaré, no tiene sentido. Más bien, debería reclamar. Se tardaron dos semanas en quitarlo y solo sirvió para taparlo de papeles que debía desechar o que ya estaban listos para despachar a otros pisos.

Después de todo, extrañaba mi oficina para mí solo.

—¿Qué?

Muevo la cabeza.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora