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LA MUERTE CANTA UNA CANCIÓN DE CUNA


HANNAH

Estoy cansada, pero no lo digo. Solo lo pienso. Lo pienso al despertar, aun cuando el sol pareciera querer darme ánimos y lo pienso al dormir cuando la noche se pone nostálgica junto a mí.

No debo quejarme porque al menos estoy viva, eso es lo que dicen todos. No te quejes. Agradece. Sé buena. Estás viva.

Pero, estar viva me da derecho a estar cansada, abatida, fatigada e incluso triste.

Sin embargo, ahora estoy sonriendo y nadie puede notar las mil preguntas que están escritas detrás de mis pupilas.

Adam lleva un mes viajando todos los fines de semana y lo ha cumplido aún cuando solo venga a trabajar en la laptop, como ahora.

Estoy recostada en el sofá y él está sentado en un extremo, con la laptop en su regazo a unos centímetros de mis pies que reposan ahí también. Con una mano escribe y con la otra masajea mi planta derecha por sobre la colcha que me cubre. Es una cola de sirena. Sí, una cola de sirena tejida de lana donde debo meterme dentro como un saco de patatas. La ha comprado en Nueva York y le ha parecido una buena idea, dado que el frío aun no cesa. No le dije que ya tenía una guardada, porque me ha encantado su atención y sus mimos estos días.

No lo reconozco. No es el mismo que conocí o creí conocer.

Lo observo mientras escribe y de vez en cuando levanta su mirada para buscar la mía, pero son pocas las veces que nos encontramos.

—¿Estás bien? —pregunta mientras estoy mirando una maratón de fin de semana de The mentalist en la televisión.

—Sí —susurro sin despegar los ojos de la pantalla.

—Estás muy pálida.

«Lo sé», estoy tentada a responder.

Lo cierto es que no. No me siento bien.

Me siento cansada y me duele el cuerpo como si hubiese hecho deporte por una semana entera. Pero, no he salido de la casa en dos días. He estado tirada en el sofá viendo televisión desde el jueves y no he hecho nada más que mirar películas que ya he visto mil veces antes, como Orgullo y prejuicio, donde ya se me los diálogos. Podría decir uno ahora mismo: «Mis sentimientos y mis deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciará para siempre». Creo que esa es la que más me gusta. Si Adam hubiese venido con un dialogo como ese, podría pensar en casarme.

—¿Hannah? —insiste y no sé cómo ni cuándo, se ha levantado y tiene su mano en mi frente.

—¿Ah?

—Venga, vamos a la cama —sentencia.

Ya van dos días de eso.

Y sigo aquí.

Adam se ha ido.

Y yo solo quiero un momento más con él.

El tiempo es una unidad de medida creada por el hombre, así es que, en teoría, no existe y aun así algunos esperan su pasar con una ilusión desbordante. Otros, como yo, no queremos que pase porque somos conscientes de lo destructivo que es. Las primeras, aún creen que tienen el control de la vida; las segundas, están conscientes de que el mañana no es una promesa.

Yo estoy en las últimas.

Pero, por muy irreal que sea, es inevitable.

Lo sé.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora