44

6.1K 431 29
                                    

SINONIMOS DE RIESGO 

HANNAH


«Te amo.»

Dos palabras que pueden transformar. Transformar la tristeza en una sonrisa. La mera esperanza en fuerza. El dolor en oportunidad. El enfado en sonrisas y «perdones». Temor en coraje. Pesadillas en sueños.

Si tuviera la oportunidad de volver en el tiempo, estoy segura que muchas cosas se arreglarían con esa palabra. Y con eso, el futuro tomaría otro curso.

Observo a Adam y veo todos los sinonimos que su mirada significa para mi. La miel en sus ojos es dulce, pero de aquella dulzura que agota, y me hace recordar lo que fuimos. La ilusión de una mentira y la esperanza fallida de una posibilidad juntos. Todo está ahí. Adam es sinónimo de una flor marchita. De un pecado que te obsesiona. De un amor de juventud cuya inocencia mató la inmadurez y el tiempo. Adam es sinónimo de contradicciones, de vaivenes, de montañas rusas. Me calma verle, pero me ahoga recordarle.

—Hannah... —Vuelve a hablar Adam tras mi profundo silencio.

Agacho la mirada. Mis pies están llenos de arena y la brisa de la tarde le hace cosquillas a mi piel descubierta.

Si esas dos palabras podrían arreglar todo, ¿Por qué cuesta tanto pronunciarlas? ¿Por qué siempre parece que llegan tarde? ¿Por qué provocan tanto temor?

Mis labios se separan, pero no sé qué va a salir de ellos. Lo he extrañado tanto y he necesitado tanto de él. Sus palabras. Sus besos. Sus caricias. Su calor. Incluso, sus chistes machitas que me hacen querer golpearle la entrepierna. Todo de él. O, quizás no es que lo necesite, porque puedo vivir sin él. Sin embargo, no quiero. No quiero vivir sin él porque, me gusta. Me gusta como es la vida a su lado.

Así es que, en este momento, mi corazón sabe dos cosas. Una parte de mí sabe que estoy perdidamente enamorada de Adam. La otra, sabe que es una mala idea, una equivocación. Un peligro. Pero, también sé que me gustan esas malas ideas. He descubierto que los riesgos esconden tesoros al final de su camino. Adam, por ejemplo, es uno de ellos.

Pero...

Sus palabras son una herida abierta que todavía duele y ponerle una curita para cubrirla es solo una forma de ignorarla. No sanará así. Sé que debo verterle alcohol y desinfectarla y, recién ahí, podré dejar que cierre. Antes, solo será en vano.

—No es suficiente —digo y me siento como una maldita perra por decirlo. Pero, no debo. No debo pensar en que exigir un poco más me convierte en una malagradecida.

Adam contrae el rostro y luego se pasa la mano por él. Ladea hacia su derecha. Hay unos chicos sentados en la arena bebiendo una botella de cerveza a unos metros de nosotros.

Mi cabello es víctima del viento y termina cubriéndome gran parte de la cara. Me llevo los mechones rebeldes detrás de las orejas y acomodo mi flequillo mientras tengo los ojos clavados en él. Creo que lo he espantado. De seguro se está arrepintiendo de haber venido. Tal vez fue un impulso.

Lo más probable es que haya sido así. «¡Mierda! Mi vida es tan aburrida. Vamos a buscar a Hannah. Oh, cierto que está enferma y no quiero estar con ella». «¿En qué estaba pensando al venir? Mejor me devuelvo a Nueva York».

Vale, creo que no le tengo mucha fe a este asunto del chico guay que busca a su chica luego de cagarla y darse cuenta de que es el amor de su vida. No, Hannah. Esto no pasa en la vida real. Las cosas son diferentes. El chico guay se da cuenta de que, en realidad, es mejor seguir siendo un guay solitario. La chica se da cuenta que el amor puede resultar una mierda y que es mejor ser una amargada con diez gatos y muchos cactus.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora