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LOS COLORES BRILLAN MÁS CUANDO LLUEVE

HANNAH


Estaba empeorando. Lo sabía y el médico que tenía frente a mí también era consciente de ello. Al final todo se resumía al tiempo. No era que mi enfermedad estaba descontrolándose o volviéndose más agresiva; era que el tiempo estaba transcurriendo. Solo eso. Minutos volviéndose horas y horas volviéndose días y mi cuerpo deteriorándose por el paso agresivo y egoísta de ellos. No era culpa de la enfermedad, era yo, que me debilitaba cada vez más.

—Tiene suerte de ser buena candidata para trasplante, no todas las personas lo son —dijo el doctor Walker observándome por sobre los cristales de sus lentes.

Era el cuarto cardiólogo que visitaba en Nueva York, pero esta vez había decidido por uno del Presbiteriano que era un hospital de enseñanza y que se caracterizaba por procedimientos innovadores. Tenía la esperanza de que él pudiese saber algo que los demás no, alguna idea nueva, algún experimento. No me importaba. Algo que no dependía de una lista infernal sometida a deliberación de un consejo cada vez que se presentaba un donante, cosa que, como si fuera poco, no pasaba con mucha frecuencia.

—Parece que todos los médicos dicen lo mismo —contesté con un amago de sonrisa.

Volvió la vista a mi expediente y siguió revisándolo con lentitud. Hacía muecas con su boca y a veces alzaba las cejas como si algo le sorprendiera, pero no decía más. Solo gestos.

Cuando llegó a la página final, se quitó los lentes negros y los dejó sobre la carpeta que llevaba mi nombre en la carátula. Enlazó sus manos sobre ella y me miró. Conocía esa forma de ver a las personas, nosotros en la firma jurídica la usábamos cuando teníamos que decirle a un cliente que su caso era difícil, que no había oportunidades, que la contraparte tenía un caso muy sólido. En otras palabras, cuando la solución a sus problemas era difícil de prometer.

—Por lo que veo, ha visitado muchos otros doctores y su doctor de cabecera es de Stanford. Un buen cirujano, he tenido la oportunidad de leer sus artículos. Ha sido oportuno en incorporarla a la lista de trasplantes. Es una excelente candidata. Es joven y no tiene enfermedades inmunológicas que comprometan su posterior recuperación.

—Pero me he sentido peor. Me está costando dormir por las noches. Me canso con tan solo vestirme y...

—Lamentablemente este tipo de enfermedades no son lineales —se apresuró a seguir. «Maldita sea, ya lo sé. Sé lo que va a decir. Se todo sobre esta enfermedad», estuve tentada a decir —. Hay etapas en las que el paciente se encuentra estable y realiza su vida con normalidad y otras en que ocurre todo lo contrario. Tu corazón lucha por bombear la suficiente sangre que le pide tu cuerpo. Como no puede, acelera su ritmo para satisfacer la demanda. Tienes problemas para dormir porque te cuesta respirar, ¿Verdad?

Asentí.

—Comienza a dormir con tres almohadas en la espalda, en una posición más sentada, así tus alveolos no se llenarán de líquido. ¿Qué tal tu apetito? ¿Algún dolor en el abdomen? ¿Orinas sin problemas?

Alcé las cejas con sorpresa.

—Sí, pero creí que podría ser por el estrés o... —Hice una pausa —. Creí que mi problema era el corazón, no los riñones ni...

—Tu cuerpo ha comenzado a retener líquido —Me señaló con el mismo lápiz con que se ha puesto a escribir una nota en mi expediente —. Hannah, cuando el cuerpo comienza a manifestar los síntomas propios de la insuficiencia cardíaca aguda quiere decir que el cuerpo ya no puede combatir solo. Tenemos que evitar el daño a los demás órganos.

Fuera de contrato - EN FÍSICO A PARTIR DEL 18 DE AGOSTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora